lunes, 30 de julio de 2012

Ultimos secretos de los fusilamientos de 1956 por María Seoane


Podría llamarse "la evidencia" este libro titulado "Detenidos especiales, 1956" de la Penitenciaría Nacional— bajo la órbita del Ministerio de Justicia, en el archivo del Servicio Penitenciario Federal— que está hoy guardado en el Museo Penitenciario, en el barrio de San Telmo. Contiene una prueba que ratifica, medio siglo después, que la represión estatal al levantamiento revolucionario de militares y civiles peronistas comandados por los generales Juan José Valle y Raúl Tanco y el teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno entre el 9 y el 12 de junio de 1956 fue ilegal y se buscó la impunidad de los delitos al borrar u ocultar registros.

Este libro es, sin duda, una huella más de lo que se supo ya entonces a través de la investigación del periodista y escritor Rodolfo Walsh, publicada en artículos desde enero a marzo de 1957, y que luego constituyó su célebre libro "Operación Masacre". Pero ratifica que los procedimientos usados por la Revolución Libertadora, comandada por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas, que derrocó al gobierno constitucional de Juan Perón en setiembre de 1955, fueron un anticipo, aún excepcional pero premonitorio, de los métodos represivos clandestinos que amplificaría hasta la tragedia el estado terrorista nacido en marzo de 1976.


Los hechos

Corría noviembre de 1955. Perón había comenzado su exilio que se prolongaría 17 años. El cadáver de Evita había sido secuestrado de la sede de la CGT donde reposaba, embalsamado. Por ley no se podía nombrar a Evita ni a Perón ni al peronismo, entre otras prohibiciones. Había sido anulada la Constitución de 1949, que daba rango constitucional a los derechos económico-sociales y había miles de presos políticos. Muchos militares peronistas fueron encerrados en el vapor-prisión Washington, anclado a varios kilómetros aguas adentro del Puerto de Buenos Aires. Allí estaban castigados y aislados los generales Valle y Tanco, entre otros oficiales. Allí comenzaron a conspirar para diseñar un movimiento que exigía el cese de la persecución al peronismo; la restitución de la Constitución de 1949 y la libertad a los miles de presos políticos. Esa fue la génesis del movimiento que comenzaron a gestar con fuerza en el verano de 1956. Los jefes indiscutidos del movimiento eran los generales Valle y Tanco y oficiales como los coroneles Cogorno, Alcibíades Cortínez, Ricardo Ibazeta y el capitán Jorge Costales, entre otros.

El historiador Norberto Galasso contará que tanto Aramburu como Rojas, su vicepresidente, tenían información de la conspiración: que decidieron no abortarla para "dar un escarmiento". Tal es así que en la noche del 8 de junio de 1956 son apresados cientos de dirigentes gremiales para restar base social al movimiento. Aramburu viajó ese día a la provincia de Santa Fe, pero dejó firmado el decreto 10.362 que decretaba la Ley Marcial, y preparados los decretos 10.363/56, que establecía la pena de muerte, y el 10.364 que daría los nombres de los que serían fusilados. Los decretos estaban preparados porque eran correlativos y fueron publicados así en el Boletín Oficial con posterioridad.

Valle y Tanco, que estaban ya en la clandestinidad, deciden lanzar antes de que fuera tarde la asonada. La señal la daría la lectura de la proclama revolucionaria, a las 23 del 9 de junio. A esa hora comenzaba la tradicional noche de boxeo sabatina en el Luna Park, lo que hizo que la instrucción a los insurrectos para lanzarse a la acción debía ser escuchar la pelea de Lausen. El equipo de Valle para esa tarea estuvo comandado por el coronel José Irigoyen, fue secundado por el capitán Costales y se sumaron varios civiles. Eran las diez de la noche. La radio debía instalarse en la Escuela Técnica N� 5 "Salvador Debenedetti" en Avellaneda. A las 22.30, un comando del gobierno los arrestó a todos. La proclama sólo pudo ser escuchada en La Pampa, donde actuaba el coronel Adolfo Philippeaux.

Otros lugares de la rebelión— ver infografía Rebelión y represión ilegal— fueron: Campo de Mayo, sublevado por los coroneles Ricardo Ibazeta y Eduardo Cortínez; el Regimiento II de Palermo, bajo la dirección del sargento Isauro Costa; la Escuela de Mecánica del Ejército, comprometida por el mayor Hugo Quiroga; el Regimiento 7 de la Plata, responsabilidad de Cogorno y el grupo de civiles, entre otros, que debía operar en Florida, en la calle Hipólito Yrigoyen 4519, donde se reunieron los Lizaso, Carranza, Garibotti, Brión y Rodríguez y Troxler, entre otros. Además, hubo civiles armados y militares que intentaron sublevarse en Santa Fe— Rosario y Rafaela—, Río Negro—Viedma—, para citar algunos. Excepto en La Pampa, la mayoría de los jefes de la sublevación fueron apresados. Ante el fracaso del levantamiento, el general Tanco se dirige a Berisso para lograr apoyo, inútilmente, y debe luego huir y esconderse. Mientras el general Valle se oculta en la calle Corrientes, en la Capital, en la casa del político mendocino amigo, Adolfo Gabrielli, ante la certeza de que el movimiento había sido delatado y había fracasado.

Todos los levantamientos ocurrieron entre las 22 y las 24 del 9 de junio. El gobierno estableció a las 0.32 del 10 de junio la Ley Marcial, un decreto firmado por Aramburu, Rojas, los ministros de Ejército, Arturo Ossorio Arana, de Marina; Teodoro Hartung; de Aeronáutica, Julio César Krause y de Justicia, Laureano Landaburu. Es decir, que para aplicar la ley marcial a los sublevados ésta debía ser aplicada con retroactividad al delito cometido, violando el principio legal de la irretroactividad de la ley penal. Pocas horas después, firman el decreto 10.363 que ordena fusilar a quienes violen la Ley Marcial.

Los fusilamientos estaban decididos por el gobierno de Aramburu. En la madrugada del 10 de junio, entre las 2 y las 4, se asesina a los detenidos en Lanús. Horas más tarde, en los basurales de José León Súarez, la policía bonaerense, a cargo del teniente coronel Desiderio Fernández Súarez le ordena al jefe de la Regional San Martín, comisario Rodolfo Rodríguez Moreno, que fusile a 12 civiles, de los cuales siete logran huir pero cinco mueren. Uno de los sobrevivientes,, Juan Carlos Livraga, será el "fusilado que vive" que permitirá a Walsh reconstruir la historia. En la Escuela de Mecánica del Ejército, el general Ricardo Arandía consulta telefónicamente a Aramburu— que había regresado ya a Buenos Aires el 10 al mediodía—sobre los detenidos. En Campo de Mayo, en tanto, el general Juan Carlos Lorio preside un tribunal que realiza un juicio sumarísimo. Concluye que los sublevados no deben ser fusilados. Pero Aramburu ratifica su decisión. Lorio pide que se deje por escrito. Aramburu y su gobierno, entonces, firman el decreto 10.364 que detalla la lista de once militares que deben ser fusilados. Este es el único documento que queda oficialmente inscrito en la historia. No existen registros de esos juicios sumarios. No existe hoy registro del informe forense que debió determinar la causa de la muerte de esos argentinos.

El 12 de junio, Valle decidió entregarse a cambio de que se detuviera la represión a su movimiento y se le respetara la vida. Le toca al antiperonista capitán de navío Francisco Manrique, enviado de Rojas, ir a buscarlo. A las 14 horas de ese día, Valle ingresa con su amigo Gabrielli y Manrique al Regimiento I de Palermo donde es interrogado y juzgado por un tribunal presidido, también, por el general Lorio. Después, Valle es enviado a la Penitenciaría Nacional. El actual director del Museo Penitenciario, Horacio Benegas, entonces recién ingresado al servicio, recuerda que "el 11 en la madrugada fueron fusilados tres militares" en la vieja cárcel de la Avenida Las Heras. Que Valle fue alojado en el sexto piso. Que el clima en el penal se "cortaba con una gilette" por lo tenso. Que recuerda que la última que lo vio con vida fue su hija Susana Valle (ver "Que digan nomás..."Pág. 35) Ese 12 de junio, a las 22,20 Valle fue fusilado por un pelotón cuyos nombres fueron guardados como un secreto de Estado. No hubo orden escrita ni decreto de fusilamiento. Ni registro de los responsables.

El 13 de junio, cesó la ley marcial. El general Tanco con otros sublevados logró, el 14 de junio, asilarse en la Embajada de Haití en Buenos Aires, a cargo del embajador Jean Briere. Pero el jefe del Servicio de Inteligencia del Estado (SIDE), general Domingo Quaranta, invadió la delegación para secuestrar y detener a los asilados. Briere logró salvarlos. El saldo de esas setenta y dos horas de junio del 1956 fue trágico y premonitorio: 18 militares y 13 civiles asesinados.


La evidencia final

El 24 de mayo de 2006, el patio del Museo Penitenciario estaba iluminado por el sol del otoño. El alcalde Benegas despliega el libro de "Detenidos especiales". Se asombra ante la pregunta:

— ¿Alcalde, por qué la entrada de Valle a la Penitenciaría y su fusilamiento el 12 de junio del 56 aparece intercalado en los registros del 57?.

— No sé, me extraña. Pero esto no lo manejamos directamente nosotros.

Lo cierto es que quien manejaba ese registro en 1957 debió anotar apresurada y desprolijamente el nombre de Valle para legalizar que había sido fusilado allí. ¿Por qué? El registro de Valle es el de preso político 4.498. Está asentado debajo del registro 4.497 que corresponde a un tal Amílcar Darío Viola, ingresado al penal el 26 de abril de 1957. Luego, el registro salta al 4.499, de un tal Carlos Vázquez, cuyo ingreso ocurrió el 8 de octubre de 1957. ¿Qué ocurrió en abril de 1957 para que el registro de Valle fuera introducido atropelladamente? Por esa fecha, Walsh ya había logrado que estallara la polémica por los asesinatos en los basurales de José León Suárez. El 24 de abril de 1957, la Corte Suprema de Justicia dio un fallo en el caso Livraga: pasar todas las actuaciones a la Justicia Militar. Al mismo tiempo que pasaba la responsabilidad estricta de esos fusilamientos a los militares, cerraba el camino en la justicia civil. En abril de 1957, además, Arturo Frondizi hacía un pacto con Perón para ganar en las elecciones que terminarían con la dictadura de Aramburu.

Comenzaba otro tiempo. Por poco tiempo.

Las pruebas olvidadas

El libro de Detenidos especiales, o presos políticos, corresponde a los archivos de la desaparecida Penitenciaría Nacional. El libro ahora reposa en el Museo Penitenciario que dirige el alcalde mayor retirado Horacio Benegas. Sus páginas contienen los ingresos, la proveniencia, por orden de quién, tiempo de prisión y egreso de los presos políticos del año 1956 y 57. Allí se lee el ingreso del general Juan José Valle bajo el número de preso político 4498. Se asienta que lo trajeron de la División Motorizada del Ejército, por orden del Poder Ejecutivo el 12 de junio de 1956 y que fue fusilado en esta unidad el mismo día. Pero esa fecha está intercalada, alterando la cronología de otros registros que corresponden al año 1957.

"Que digan nomás: 'El Presidente duerme'"

Valle y Aramburu ingresaron juntos al Colegio Militar de la Nación. Allí se conocieron, eran compañeros de banco hasta que egresaron como subtenientes. Entonces, los unía una fuerte amistad. Compartían juntos con sus familias largos veraneos en Mar del Plata. Años más tarde, con otros generales, participaron en la constitución de una sociedad para la construcción de un edificio en las calles Presidente Perón y General Urquiza, en Mar del Plata. Pero tomaron caminos diferentes: Valle fue un peronista de la primera hora en 1945. Aramburu mantuvo el alineamiento liberal conservador que marcó al Ejército argentino siempre. La esposa de Valle imploró clemencia la noche el 12 de junio de 1956, apelando al viejo amigo. La respuesta fue la consigna: "El Presidente duerme", que después el poeta José Gobello transformará en una poesía que exprese de alguna manera toda la tragedia humana que envolvió a los Valle y que, cuando Aramburu sea asesinado por la guerrilla de Montoneros en 1970, también atravesará a la familia del Presidente que calló a la hora señalada.



Susana Valle: "El cuerpo lo trajo el cura Devoto"

Tenía 18 años cuando lo vio a su padre por última vez en una celda de la Penitenciaría Nacional. Medio siglo después recuerda: "A mi padre lo fusilan a las 22.20 del 12 de junio. Pude despedirme de él. Me vio llorar. Me paró. Y me pidió un pucho. Yo estaba cuando el párroco de la iglesia Santa Elena, en la calle Seguí, donde íbamos, viene a confesarlo. Era Alberto Devoto, que lloraba, pobre. Mi padre le dice a Devoto:

—No llore padre, si usted me enseñó que en la otra vida se está mejor. ¡No me haga dudar ahora!.

"Después, viene un milico y me da 12 mil pesos. Yo le dije: métase la plata en el culo. Pero mi papá dijo: 'llevala, no se la vamos a dejar a éstos. Dásela a tu mamá.'. El cuerpo de mi padre me lo dan al otro día. Nos lo trae Devoto, que después fue obispo de Goya. Lo velamos en nuestra casa, llena de espías".






martes, 24 de julio de 2012

Simón Bolívar, sus últimos días


El último año de vida de Simón Bolívar estuvo atravesado por las guerras intestinas de los países de América, que tanto buscaba evitar. En Bogotá, donde residía, había resistido el intento de asesinato de algunos sectores de la Gran Colombia, al grito de “tirano” y “dictador”. Estaba a la defensiva, en medio de una marea conspirativa.
 Cuando había respetado las libertades de palabra, reunión y prensa, no había podido evitar que éstas se volvieran contra él, pregonando los opositores el llamado al “Suicidio de Catón”. Frente a estos peligros, Bolívar había decidido quizás el único camino posible, seguramente el más difícil, a fin de mantener el sueño de una América unida. Frente a estos peligros, Bolívar enfrentó los desafíos abiertos que le habían presentado sus opositores. Declaró la ley marcial en toda Colombia, sustituyó a las autoridades civiles por militares; suspendió las garantías de libertad personal; dio orden de detener a todos los sospechosos de participar en la conspiración; condenó a muerte a catorce de ellos, incluidos hombres de importancia, como su vicepresidente Francisco de Paula Santander, a quien finalmente conmutaron la pena por el destierro. 

A su vez, Bolívar debía enfrentar la hostilidad del nuevo presidente del Perú, el general José de Lamar, quien reivindicaba para su país algunos territorios del actual Ecuador, especialmente la prometedora ciudad costera de Guayaquil, y desató una guerra en 1829, en la que el general Antonio José de Sucre colaboraría con Bolívar. 

Tampoco estaban derrotadas las fuerzas españolas, que esperaban el clima propicio para reconquistar sus territorios coloniales, al tiempo que a Gran Bretaña poco le interesaba una gran unidad política, desde Perú hasta Panamá. 

En mayo de 1830, agobiado por el desorden y visiblemente enfermo, Bolívar logró que el Congreso de Bogotá aceptara su renuncia. Los retos separatistas no se habían calmado, especialmente de los venezolanos, que se resistían a seguir haciendo costosas ofrendas a la unión colombiana. 

Ni Bolívar, muy enfermo, ni Sucre, el único con capacidad de hacer valer su legado, estaban con fuerza para seguir luchando. Difamado en América y en Europa, habiendo vendido y rechazado toda su riqueza, el Libertador había perdido la batalla de la gran Unión. Retirado a las afueras de las murallas de Cartagena, se enteró de la muerte de su amigo Sucre. Entonces, aceptó la invitación de su seguidor Rafael Urdaneta, entonces presidente de Colombia,  de “salir del retiro para emplear los servicios como ciudadano y como soldado”, según manifestara en Carta Abierta a los colombianos, pero su propuesta fue ambigua, pues no se consideraba capaz de enfrentar nuevos desafíos. 

Con fuerza apenas para caminar, con dolores por reumas y ataques de hígado, aceptó la invitación de un adinerado español para aposentarse en su finca del pequeño poblado colombiano de Santa Marta. En reposo total, Bolívar dictó varias cartas, su testamento y la última proclama a los colombianos, donde aseguró: “Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.

El 17 de diciembre de 1830, con apenas 47 años, se cerraba el ciclo de su vida. Antes de morir, había susurrado a sus amigos: “Hemos arado en el mar”. Para conmemorar la fecha de su muerte, recordamos las palabras de su última proclama.
Fuente: Waldo Frank, Simón Bolívar. Nacimiento de un mundo, Caracas, Fundación Editorial El perro y la Rana, 2006, p. 364.
A los pueblos de Colombia

Colombianos:

Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiáis de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.

Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.

¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.

Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre de 1830.
Simón Bolívar

domingo, 22 de julio de 2012

San Martín y la Orden del Sol


A pesar de que, como Protector del Perú, el general José de San Martín había procurado hacer desaparecer las armas de la monarquía española y todos los signos de su dominación “como símbolos de esclavitud”, creyó necesario, para ganarse el apoyo de cierta aristocracia peruana o, al menos, neutralizar su oposición, que ésta conservara sus “timbres”. Así, San Martín mantenía -nacionalizándolo- parte del aparato de aquel cuestionado estamento, al tiempo que les permitiría justificar sus blasones por los servicios dados a la patria. 

Para ello, instituyó la “Orden del Sol”, a semejanza de la “Orden de Cincinnatus” establecida por Washington, la “Legión de Mérito” de Chile otorgada por Bernardo O’Higgins, la más democrática “Orden Militar de los Libertadores” de Simón Bolívar o la más conservadora “Legión de honor de Napoleón”. El carácter más o menos democrático se evaluaba, entre otras consideraciones, por su capacidad de extensión hereditaria, siendo las prerrogativas que brindaba San Martín personales y vitalicias, heredables hasta la tercera generación. Según el general, “sin herir la igualdad ante la ley”, servirían “de estímulo a los que se interesen en ella”. 

La orden establecería tres capas: fundadores, beneméritos y asociados. En cada cuerpo del ejército, se conferiría la condecoración a tres oficiales, excluyendo a la tropa, alcanzada ya por la distinción “Legión de Mérito”. En el caso de los “fundadores”, gozarían de preferencias para los grandes cargos estatales. Para los “beneméritos”, habría preferencias para empleos de segundo orden. Mientras tanto, los “asociados” serían atendidos en primer lugar en los empleos que ocuparan. 

La Orden conformaría un Gran Consejo que, entre otras funciones administrativas, podría acordar pensiones anuales a sus socios. Se financiaría con las arcas públicas  y tendría a disposición de los socios un colegio especial de educación. Lo particular del caso es que San Martín hizo extensivo los honores a las mujeres, a través de otra distinción, al considerar que “el sexo más sensible debe ser el más patriota”. La decisión de establecer ciertas jerarquías, junto con la aceptación del cargo de Protector del Perú durante un año, fueron algunas decisiones a menudo criticadas. Sin embargo, sin perder de vista el criterio republicano que lo guiaba, San Martín y los patriotas que lo acompañaban creyeron en la necesidad poner en marcha estas medidas en tiempos de guerra independentista, como excepcional medida de táctica política. 

No obstante las pretensiones de perpetuidad, la Orden fue suprimida por el Congreso Instituyente del Perú, durante el período en que Bolívar presidió con amplios poderes esta república (1824-1827). 

Recordamos el acontecimiento de la creación de la “Orden del Sol” con un fragmento del decreto que la fundó, en diciembre de 1821.
Fuente: Decreto del Protector del Perú, 27 de diciembre de 1821, en Bartolomé Mitre, Historia de San Martín,Buenos Aires, La Nación, Tomo III, p. 225.
“He contemplado hacer hereditario el amor a la gloria, porque después de derogar los derechos hereditarios, que traen su origen de la época de nuestra humillación, es justo subrogarlos con otros, que sin herir la igualdad ante la ley, sirvan de estímulo a los que se interesan en ella. La Orden del Sol, patrimonio de los guerreros libertadores y premio de los hombre beneméritos, durará así mientras haya quien recuerde los años heroicos, porque las instituciones que se forman al empezar una grande época, se perpetúan por las ideas que cada generación recibe, cuando pasa por la edad en que averigua con respeto el origen de lo que han venerado sus padres.”
José de San Martín

viernes, 13 de julio de 2012

130 Años De La Biblioteca Rivadavia de Bahia Blanca


El próximo 27 de Julio a las 21 hs en elAuditorio de la Biblioteca Rivadavia (Colón 31), y como parte de los festejos por su 130º Aniversario, se llevará a cabo unespectáculo a TOTAL BENEFICIO de la Institución.
El mismo ha sido iniciativa de Dandy Producciones para colaborar con la difícil situación económica que atraviesa la tradicional Biblioteca bahiense y se enmarca dentro del ciclo "BAHIA BLANCA NO OLVIDA". Numerosos artistas locales quisieron sumarse a esta cruzada solidaria y se presentarán desinteresadamente: GABY"La voz sensual del tango", SUSANA MATILLA, el TRÍO de JUAN CARLOS POLIZZI, FLORENCIA ALBANESSI, PABLO GIBELLI, la pianista GISELA GREGORI y la bailarina CRISTINA FUERTES y la pareja de GUSTAVO y NATALIA. La producción estará a cargo de JOSE VALLE.
Dentro del evento se le rendirá un merecido homenaje in memoriam al bandoneonista y compositor platense  HUGO MAROZZI  que realizara una importante labor de difusión de la música ciudadana en Bahía Blanca desde los años ´80 hasta que la salud se lo impidió hace ya una década.
El lema del encuentro es “La biblioteca te necesita, ASOCIATE”, ya que el costo  básico de funcionamiento de la Institución supera los ingresos mensuales actuales. 
              
El 16 de julio de 1882 la Asociación Bernardino Rivadavia - con su Biblioteca popular - se abría a la comunidad de la que por entonces era la pequeña aldea.
La Biblioteca Rivadavia inició el préstamo de libros el 9 de octubre de 1882, a pocos meses de su fundación oficial.
El primer bibliotecario fue Daniel Aguirre. "El Viejo Aguirre" llamaban a este hombre sensible y culto, a cuya previsión se debe hoy tener una importante hemeroteca con diarios de su tiempo.
La época y el momento eran justamente los propicios para este evento. La difusión de las ideas de Domingo F. Sarmiento en pro de la creación de estas instituciones de cultura popular fue un motivo más para que un grupo de visionarios llevaran adelante su idea.
El altruismo de sus fundadores, entre los que se cuentan Daniel Cerri, Leónidas Lucero, Octavio Zapiola, Eliseo Casanova, Felipe Caronti y sus descendientes, entre otros, dio origen a una Institución que transitoriamente funcionó en algunos locales hasta la adquisición de la casa de calle Moreno 86 y más tarde - a partir de 1930 - su traslado a la sede de Avda. Colón 31, donde actualmente funciona.
La magnificencia de este edificio pudo concretarse gracias al legado de Luis C. Caronti y ha sido declarado patrimonio histórico de esta ciudad. Ocupa un solar dentro de la manzana fundacional que no pertenece a ninguna dependencia del estado: nacional, provincial o municipal.
Proyectado y construido entre 1927 y 1930, se pensó con amplia visión de futuro ya que aún hoy - pese a las limitaciones de espacio - puede seguir conteniendo el importante fondo bibliográfico y no bibliográfico que permite hablar de esta entidad privada sin fines de lucro, como la de mayor envergadura, no sólo dentro de la ciudad sino dentro del país.
Ya en su ubicación definitiva, puede asegurarse que a partir de la década de 1930 la afluencia de lectores a la biblioteca ha sido nutrida, especialmente durante los meses del ciclo lectivo. Esto ha permitido destacar la presencia de la juventud en la institución, así como también de niños y adultos que se presentan a consultar obras en sus salas. Así, abiertas sus puertas para todos los vecinos de Bahía Blanca, la biblioteca cumple ampliamente con su misión: crear y difundir el hábito de la lectura

martes, 10 de julio de 2012

FRANCISCO "PANCHO" RAMIREZ


Nació en concepción del Uruguay y murió en Río Seco.


Caudillo entrerriano, llamado El Supremo por sus camaradas quienes lo consideraban su único líder y portavoz, fue uno de los primeros líderes del federalismo provincial contra el unitarismo y la dominación de Buenos Aires.


De una familia prominente. Se incorporó al movimiento patriótico en 1810 al actuar como nexo entre Díaz Vélez y Rondeau. En 1811 se unió a Ricardo López Jordán (padre) para apoyar al líder uruguayo J. G. Artigas en su lucha contra los españoles en el Uruguay y en Entre Ríos y contra la invasión portuguesa desde el Brasil de 1816.


Durante los siguientes años, hubo un equilibrio inestable, en las provincias ribereñas, entre Santa Fe, dirigida por Estanislao López, y Entre Ríos, bajo Ramírez. Ambas opuestas a la dominación de Buenos Aires. El Director Supremo, Pueyrredón, intentó una política conciliatoria, mientras tanto, para proteger su objetivo principal: apoyar a San Martín en su proyecto continental de independencia respecto de España. 


En 1819 la situación cambió dramáticamente cuando José Miguel Carrera, ex presidente chileno, regresó de su exilio en los Estados Unidos y Pueyrredón le impidió que fuera a Chile, recientemente liberado por San Martín. Carrera se alió con Carlos María de Alvear, que estaba ansioso por recuperar el poder político en Buenos Aires, y convencieron a López y a Ramírez para que se unieran a ellos contra el Directorio.
La guerra estalló cuando Estanislao López tomó por la fuerza una carreta con sus ministros del gobierno que atravesaba Santa Fe a cargo de Marcos Balcarce. Ramírez apoyó al caudillo santafesino aduciendo que peleaban para eliminar la tiranía del gobierno, restablecer la libertad popular y la igualdad de los ciudadanos, es decir, de provincianos y porteños, y para desalojar a los portugueses de la Banda Oriental. Esta guerra de guerrilla de las provincias litorales contra Buenos Aires adquirió tales proporciones que se le ordenó a San Martín que trajera su ejército libertador para defender Buenos Aires pero se rehusó.


Ramírez y López comandaron el ejército federal que derrotó a Rondeau en Cepeda (1° de febrero de 1820) y firmaron poco después el Tratado del Pilar, que señalaba el triunfo de las autonomías provinciales sobre el predominio de Buenos Aires.


La rivalidad entre Ramírez y López por el liderazgo político de las provincias ribereñas, junto con sus propósitos opuestos, finalmente los llevó a un conflicto armado. Ramírez nunca había abandonado la idea de erradicar a los brasileñosportugueses de la Banda Oriental y apeló a Buenos Aires para obtener ayuda. 


Ese gobierno estaba ocupado combatiendo a los indios del sudoeste de la provincia, incitados por Carrera y no podía enviar sus tropas de inmediato al Uruguay. También había firmado la paz entre Santa Fe y Buenos Aires (tratado de Benegas, 1820) y existía el proyecto de convocatoria de un Congreso Nacional en Córdoba. Tanto Bustos de Córdoba como López de Santa Fe y Martín Rodríguez de Buenos Aires se oponían a Ramírez y lo consideraban un obstáculo para la reorganización nacional.


Ramírez tomó la ofensiva, cruzó el río Paraná hacia Santa Fe, acordó con Carrera intervenir en un movimiento de pinzas contra Córdoba para vencer a sus comunes opositores. Después de un exitoso comienzo, Ramírez y Carrera fueron totalmente derrotados. Huyeron por separado, con algunos de sus seguidores, para recobrar sus fuerzas y renovar la lucha. En julio de 1821, Ramírez fue derrotado por última vez cerca del Río Seco, donde había esperado unirse con Carrera. Escapó con vida pero, al descubrir que su compañera -la famosa Delfina - había caído en manos del enemigo, regresó para rescatarla y fue asesinado. Lo decapitaron y mandaron su cabeza a Estanislao López, quien la exhibió públicamente en el Cabildo. 

sábado, 7 de julio de 2012

¿Qué pasó el 9 de Julio de 1816?




¿Qué pasó el 9 de julio de 1816? La respuesta es rápida y sencilla, se declaró la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata (hoy Argentina). Pero para comprender los cómos y por qué hay que ir más atrás en el tiempo, porque el proceso de independencia se inició en la famosa Revolución de Mayo, e incluso antes.

Casa de Tucumán


En 1810 se le quitó el poder al virrey del Virreinato del Río de la Plata, para depositarlo en el pueblo. Esto ocurrió porque España había sido ocupada porNapoleón, y el gobierno hispano había perdido legitimidad.
La mayoría de los instigadores de la revolución, igualmente, perseguían la independencia deEspaña, pero durante años se mantuvo la llamadaMáscara de Fernando VII, que consistía en decir que sólo se estaba formando una junta que gobernaba en nombre del rey depuesto. Pero este rey volvió al poder a fines de 1813, y el antiguo virreinato no cumplió con la jura de fidelidad que le había hecho, y siguió luchando contra las fuerzas españolas.
Eso fue lo que se llamó la Guerra de la Independencia, si bien la independencia se declaró mucho tiempo después como ya sabemos.
Pero en ese año de 1813 se convocó la Asamblea General Constituyente del Año 1813, convocada por el Segundo Triunvirato y con el apoyo de la Logia Lautaro, ya más propensos todos a hablar de independencia. Aquí ya se aclaró que la Asamblea asumía en nombre del pueblo, y no del rey de España, la soberanía y afirmó la independencia sin declaraciones explícitas.
Acta de Independencia. 9 de julio de 1816.
Sello de la Asamblea del año 13Se suprimieron todo tipo de signos de dependencia política de España en los documentos públicos y en la moneda, incluso aceptó una canción nacional. El himno creado porVicente López y Planes que hoy en día sigue siendo el himno nacional.
Al año siguiente la Asamblea disolvió el Triunvirato, un gobierno tripartito de las ya llamadas Provincias Unidas, y creó el Directorio, un gobierno unipersonal.
Pero se agudizó la lucha por el poder de las diferentes provincias, con Buenos Aires queriendo monopolizar todo. También se agudizó el problema contra las fuerzas españolas, al sufrir varias derrotas militares.
El problema era grave, por lo que se convocó una reunión de todas las provincias en Tucumán, esto ocurrió a mediados de 1815. A fines de ese año se eligieron diputados, con la idea presente de que cada provincia podía enviar un diputado cada 15 mil habitantes.
El Congreso de Tucumán comenzó a sesionar el 24 de marzo de 1816, con 33 diputados. Las reuniones se realizaron en una casa alquilada que luego sería llamada la Casa de Tucumán, propiedad de una tal Francisca Bazán de Laguna.
¿Qué debía decidirse en el Congreso de Tucumán?
Por esos tiempos había dos posiciones encontradas sobre cómo debía gobernarse la nación que se negaba a nacer, las Provincias Unidas. Uno decía que el gobierno debía ser centralista, y centrado en Buenos Aires. Otra, apoyada por los que seguían a José Gervasio Artigas, un régimen federal.
Al momento de la declaración de independencia de 1816, las provincias conformadas en las Provincias Unidas de Sudamérica y las provincias conformadas en la Liga de los Pueblos Libres, ambas parte de las Provincias Unidas del Río de la PlataBuenos Aires era la provincia más rica, pero no por ser una provincia rica en sí, sino porque tenían la aduana por la cual salían todas las exportaciones de las demás provincias, y todas las ganancias quedaban allí. Por ende lo que quería Buenos Aires, era que el gobierno se organizase en derredor de ellos. Mientras que el resto de las provincias querían un gobierno federal en el que la aduana fuese de toda la federación, y no de una sola provincia.
Las provincias más en discordia con Buenos Aires, las del Litoral y la Banda Oriental (hoy Uruguay), no acudieron al Congreso, ya sublevadas porque Buenos Aires había permitido que los portugueses del Brasil invadieran la Banda Oriental.
Así y todo el Congreso decidió la suerte de la naciente nación. Para evadir las indecisiones y poder ya actuar como una nación, el 9 de julio se declaró formalmente la Independencia de España. El acta dice:
Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protextando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuparar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli.
Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad bajo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración." Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.
Como en el Congreso también se evaluaba cómo iba a ser el gobierno de ahí en más, había algunos que tenían la idea de crear un protectorado inglés, otros buscar ayuda en la corona portuguesa, y hasta quien proponía crear una monarquía con un descendiente Inca en el cargo. Pero para evitar esto, a los pocos días se agregó en la fórmula "...y toda otra dominación extranjera".
El Congreso siguió en sesiones intentando buscar una solución para todas las provincias, incluso sancionó unaConstitución en 1819, pero al mismo tiempo que se seguía luchando contra los realistas, comenzaba la larga guerra civil que evitaba la formación de una nación. El congreso fue disuelto en 1820, y la unión en una nación tardó varias décadas en llegar.
Incluso la Constitución que rige a la nación Argentina hoy en día fue sancionada en 1853 pero por una parte de lo que hoy componen esta nación, recién hacia 1862 se unió lo que hoy conocemos como Argentina, y entre ese año y 1880 se formó una nación realmente unida.

viernes, 6 de julio de 2012

EL BISONTE OSCAR ALENDE


Oscar Alende nació en Maipú, provincia de Buenos Aires, el 6 de julio de 1909. Falleció a la edad de 87 años el 22 de diciembre de 1996. Trabajó desde los 17 años.
 Su primer trabajo fue de escribiente en la dirección General de Escuelas de la provincia de Buenos Aires, ejerciendo así desde temprana edad tareas periodísticas en la revista de educación de esa Dirección. Cursó los estudios secundarios en Mar del plata y los tres primeros años de Medicina en la Universidad Nacional de La Plata, donde fue presidente del Centro de Estudiantes y vicepresidente de la Federación Universitaria de La Plata. Se recibió de médico en el año 1933 en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. Fue jefe de Cirugía Gastrointestinal del Hospital Rawson; profesor de la Escuela Quirúrgica Municipal del Dr. Finocchietto y miembro de la Academia Argentina de Cirugía; cofundador en la Argentina de los Comités de Ayuda a la España Republicana.
Diputado provincial por la Unión Cívica Radical entre 1948 y 1952, presidente del bloque de 1950 a 1952; diputado nacional por la Unión Cívica Radical desde 1952 hasta 1955; consejero de la Junta Consultiva Nacional entre 1955 y 1957; gobernador de la provincia de Buenos Aires desde 1958 hasta 1962; presidente del Comité Nacional de la UCRI; candidato a Presidente de la Nación por la UCRI en 1963; candidato a Presidente de la Nación por la Alianza Popular Revolucionaria en 1973; presidente del Comité Nacional del Partido Intransigente en 1983; diputado Nacional en los períodos 1985-1989 y 1989-1993. En 1993 resultó electo diputado nacional para el período 1993-1997. Falleció en ejercicio de su mandato.
Desempeñó tanto su profesión de médico como la actividad política con gran intensidad. Representó al país en ambas actividades en numerosos congresos y reuniones nacionales e internacionales. Publicó numerosos trabajos médicos de su especialidad. Escribió varios libros políticos, entre ellos Entretelones de la Trampa, Los que Mueven las Palancas, Marcha al Sur, Mi Memoria y El País que nos Dejan.
Sus actividades políticas lo llevaron a batirse a duelo y a ser privado de su libertad en numerosas oportunidades. Sufrió atentados contra su vida en varias ocasiones.
Estuvo casado desde el 14 de diciembre de 1935 y hasta su fallecimiento con la señora Elena F. Vicario, matrimonio del que tuvo dos hijos: Jorge Oscar, abogado y Carlos Eduardo, médico. Le dieron seis nietos y, hasta su fallecimiento, tres bisnietos.