lunes, 27 de agosto de 2012

EL MAGICO JULIO CORTAZAR


Escritor argentino que fue un renovador del género narrativo, especialmente del cuento breve, tanto en la estructura como en el uso del lenguaje. Aunque nació en Bruselas, vivió en París la mayor parte de su vida -ciudad en la que murió- y en 1981 se nacionalizó francés, como protesta ante la toma del poder de las diferentes juntas militares en Argentina, es un autor argentino plenamente integrado en la literatura hispanoamericana. 

Nació en Bruselas, pero sus padres se trasladaron pronto a Buenos Aires. Estudió en la Escuela Normal de Profesores y fue profesor de Lengua y Literatura francesa en varios institutos de la provincia de Buenos Aires, y más tarde en la Universidad de Cuyo. En 1951 consiguió una beca para realizar estudios en París y ya en esta ciudad pasó a ser traductor de la UNESCO, trabajo que desempeñó hasta su jubilación. Un rasgo importante de su vida es que a raíz de un viaje que realizó a Cuba, invitado por Fidel Castro, se convirtió en gran defensor y divulgador de la causa revolucionaria cubana, como años más tarde haría con la Nicaragua sandinista. Mantuvo, a lo largo de su vida, un compromiso político activo, sobre todo en defensa de los derechos humanos. Formó parte del Tribunal Russell II que, en 1973, juzgó en Roma los crímenes llevados a cabo por las dictaduras latinoamericanas. Resultado de esta actividad fue su libro Dossier Chile: el libro negro. 

Viajero impenitente e intelectual abierto, fue uno de los protagonistas del boom de la literatura latinoamericana. Estos escritores consiguieron, a través de sus encuentros literarios y conferencias en diversos foros tanto de Estados Unidos como de Europa, sus relaciones con editoriales, sus colaboraciones con la prensa europea, un reconocimiento internacional para su obra, que, sin renunciar a sus raíces culturales, se universalizó tanto en temas como en estilos. Así, lo que empezó siendo un lanzamiento editorial de una nueva narrativa se convirtió en una presencia renovadora constante de la literatura, debido, por supuesto, a la calidad de las obras. Gran parte de su obra constituye un retrato, en clave surrealista, del mundo exterior, al que considera como un laberinto fantasmal del que el ser humano ha de intentar escapar. Una de sus primeras obras, Los reyes(1949), es un poema en prosa centrado en la leyenda del Minotauro. El tema del laberinto reaparece en Los premios (1960), una novela que gira alrededor del crucero que gana un grupo de jugadores en un sorteo, y que se va convirtiendo a lo largo del relato en una auténtica pesadilla. 

El Cortázar de los cuentos ha creado escuela por sus propuestas sorprendentes, su aprovechamiento de los recursos del lenguaje coloquial y sus atmósferas fantásticas e inquietantes que pueden emparentarse con las de los relatos de su compatriota Jorge Luis Borges. El ritmo del lenguaje recuerda constantemente la oralidad y, por lo tanto, el origen del cuento: leídos en voz alta cobran otro significado. Lo curioso de estos relatos es que el lector siempre queda atrapado, a pesar de la alteración de la sintaxis, de la disolución de la realidad, de lo insólito, del humor o del misterio, y reconstruye o interioriza la historia como algo verosímil. Entre las colecciones de cuentos más conocidas se encuentran Bestiario (1951), Las armas secretas (1959), uno de cuyos relatos, El perseguidor, se ha convertido en un referente obligado de su obra; Todos los fuegos el fuego (1966);Octaedro (1974), y Queremos tanto a Glenda (1981). Entre el relato y el ensayo imaginativo de difícil clasificación se encuentran Historias de cronopios y de famas (1962), La vuelta al día en ochenta mundos (1967) o Último round (1969). También escribió algunos poemarios comoPresencia (1938), Pameos y meopas (1971) o Salvo el crepúsculo (póstumo, 1985). 

Siguiendo la tradición inaugurada por Edgar Allan Poe, Cortázar ha escrito breves ensayos, como Algunos aspectos del cuento, en el que establece las diferencias entre novela, que implica varios acontecimientos en sucesión, y cuento, un acontecimiento principal que sirve de núcleo alrededor del cual se articulan las acciones del personaje y todos aquellos elementos significativos que, como la metáfora, el símbolo o las referencias a determinados objetos o situaciones, anuncian al mismo tiempo que, creando pistas inciertas o ambiguas (origen de la tensión del relato o intriga), ocultan el desenlace. Aplicando la terminología del boxeo, Cortázar dice que la novela gana por puntos y el cuento por knock-out. Insiste en la necesidad de condensación y en que no hay temas importantes y temas insignificantes: cualquier tema, aun el más trivial (y para demostrarlo cita los cuentos de Chéjov), puede volverse significativo gracias a un buen tratamiento literario. Ejemplo de ello es el cuento Continuidad de los parques, en el que un hombre está leyendo una novela que narra cómo conspiran una mujer y su amante para matar al marido, que resulta ser el señor que lee la novela. Además de la constante de la mezcla de realidad y ficción, aparece aquí la figura del lector que, a su vez, es personaje del texto que lee. La llamada mise-en-abîme (la narración que contiene a su vez otra narración) es uno de los recursos tradicionales que Cortázar enriquece con su perspectiva más contemporánea. 

Rayuela (1963), la obra que despertó la curiosidad por su autor en todo el mundo, compromete al lector para que él mismo pueda elegir el orden en el que leerá los capítulos: de manera sucesiva o siguiendo un esquema de saltos que el autor ofrece en el comienzo del libro, pero que no excluye -al menos hipotéticamente- otras alternancias posibles. Rompiendo de este modo con toda pauta convencional de linealidad narrativa y sugiriendo que el lector haga una incursión personal en el libro, Cortázar propone lo que la investigación lingüística y literaria ha llamado desconstrucción del texto. Al mismo tiempo, los discursos literarios, filosóficos, políticos y hasta eróticos que se insertan en la novela se corresponden en gran medida con cuestiones heredadas de la literatura del absurdo, concretamente de autores como Franz Kafka y Albert Camus. Se trata de representar el absurdo, el caos y el problema existencial mediante una técnica nueva. El autor pretende echar abajo las formas usuales de la novela para crear una narración basada en una especie de ars combinatoria infinita por la cual se generan las múltiples lecturas capaces de articular la trama, la intriga, los personajes, el desdoblamiento autor-narrador (dualidad que, sin duda, remite una vez más a Cervantes como creador de la novela moderna) y hasta la reconstrucción de la cronología. Él mismo ha declarado que quería superar el falso dualismo entre razón e intuición, materia y espíritu, acción y contemplación, para alcanzar la visión de una nueva realidad, más mágica y más humana. Al final de la novela, en oposición a la novela clásica o tradicional, quedan interrogantes sin resolver: nada se cierra, todo está abierto a múltiples mundos. 

Cortázar llevó después estos planteamientos estéticos a su novela 62 / modelo para armar (1968), obra que toma su nombre del capitulo 62 deRayuela, que no se lee si se sigue el orden fijado por el autor. Con el trasfondo político de la situación latinoamericana y de la vida de unos exiliados en París, pero con las mismas inquietudes literarias, publicó en 1973 El libro de Manuel.

Carta a una señorita en París (fragmento), de Bestiario

" Cuando siento que voy a vomitar un conejito me pongo dos dedos en la boca como una pinza abierta, y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervescencia de sal de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un brevísimo instante. Saco los dedos de la boca, y en ellos traigo sujeto por las orejas a un conejito blanco. El conejito parece contento, es un conejito normal y perfecto, sólo que muy pequeño, pequeño como un conejilo de chocolate pero blanco y enteramente un conejito. Me lo pongo en la palma de la mano, le alzo la pelusa con una caricia de los dedos, el conejito parece satisfecho de haber nacido y bulle y pega el hocico contra mi piel, moviéndolo con esa trituración silenciosa y cosquilleante del hocico de un conejo contra la piel de una mano. Busca de comer y entonces yo (hablo de cuando esto ocurría en mi casa de las afueras) lo saco conmigo al balcón y lo pongo en la gran maceta donde crece el trébol que a propósito he sembrado. El conejito alza del todo sus orejas, envuelve un trébol tierno con un veloz molinete del hocico, y yo sé que puedo dejarlo e irme, continuar por un tiempo una vida no distinta a la de tantos que compran sus conejos en las granjas. "
Poema, de Último round

" 
Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y
cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas
precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones
cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese
pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre en
una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío. 
"
El río (fragmento), de Final de juego

" 
Me das risa, pobre. Tus determinaciones trágicas, esa manera de andar golpeando las puertas como una actriz de tournées de provincia, uno se pregunta si realmente crees en tus amenazas, tus chantajes repugnantes, tus inagotables escenas patéticas untadas de lágrimas y adjetivos y recuentos. Merecerías a alguien más dotado que yo para que te diera la réplica, entonces se vería alzarse a la pareja perfecta, con el hedor exquisito del hombre y la mujer que se destrozan mirándose en los ojos para asegurarse el aplazamiento más precario, para sobrevivir todavía y volver a empezar y perseguir inagotablemente su verdad de terreno baldío y fondo de cacerola. Pero ya ves, escojo el silencio, enciendo un cigarrillo y te escucho hablar, te escucho quejarte (con razón, pero qué puedo hacerle), o lo que es todavía mejor me voy quedando dormido, arrullado casi por tus imprecaciones previsibles, con los ojos entrecerrados mezclo todavía por un rato las primeras ráfagas de los sueños con tus gestos de camisón ridículo bajo la luz de la araña que nos regalaron cuando nos casamos, y creo que al final me duermo y me llevo, te lo confieso casi con amor, la parte más aprovechable de tus movimientos y tus denuncias, el sonido restallante que te deforma los labios lívidos de cólera. Para enriquecer mis propios sueños donde jamás a nadie se le ocurre ahogarse, puedes creerme. Pero si es así me pregunto qué estás haciendo en esta cama que habías decidido abandonar por la otra más vasta y más huyente. Ahora resulta que duermes, que de cuando en cuando mueves una pierna que va cambiando el dibujo de la sábana, pareces enojada por alguna cosa, no demasiado enojada, es como un cansancio amargo, tus labios esbozan una mueca de desprecio, dejan escapar el aire entrecortadamente, lo recogen a bocanadas breves, y creo que si no estaría tan exasperado por tus falsas amenazas admitiría que eres otra vez hermosa, como si el sueño te devolviera un poco de mi lado donde el deseo es posible y hasta reconciliación o nuevo plazo, algo menos turbio que este amanecer donde empiezan a rodar los primeros carros y los gallos abominablemente desnudan su horrenda servidumbre. No sé, ya ni siquiera tiene sentido preguntar otra vez si en algún momento te habías ido, si eras tú la que golpeó la puerta al salir en el instante mismo en que yo resbalaba al olvido, y a lo mejor es por eso que prefiero tocarte, no porque dude de que estés ahí, probablemente en ningún momento te fuiste del cuarto, quizá un golpe de viento cerró la puerta, soñé que te habías ido mientras tú, creyéndome despierto, me gritabas tu amenaza desde los pies de la cama. No es por eso que te toco, en la penumbra verde del amanecer es casi dulce pasar una mano por ese hombro que se estremece y me rechaza. La sábana te cubre a medias, mis manos empiezan a bajar por el terso dibujo de tu garganta, inclinándome respiro tu aliento que huele a noche y a jarabe, no sé cómo mis brazos te han enlazado, oigo una queja mientras arqueas la cintura negándote, pero los dos conocemos demasiado ese juego para creer en él, es preciso que me abandones la boca que jadea palabras sueltas, de nada sirve que tu cuerpo amodorrado y vencido luche por evadirse, somos a tal punto una misma cosa en ese enredo de ovillo donde la lana blanca y la lana negra luchan como arañas en un bocal. De la sábana que apenas te cubría alcanzo a entrever la ráfaga instantánea que surca el aire para perderse en la sombra y ahora estamos desnudos, el amanecer nos envuelve y reconcilia en una sola materia temblorosa, pero te obstinas en luchar, encogiéndote, lanzando los brazos por sobre mi cabeza, abriendo como en un relámpago los muslos para volver a cerrar sus tenazas monstruosas que quisieran separarme de mí mismo. Tengo que dominarte lentamente (y eso, lo sabes, lo he hecho siempre con una gracia ceremonial), sin hacerte daño voy doblando los juncos de tus brazos, me ciño a tu placer de manos crispadas, de ojos enormemente abiertos, ahora tu ritmo al fin se ahonda en movimientos lentos de muaré, de profundas burbujas ascendiendo hasta mi cara, vagamente acaricio tu pelo derramado en la almohada, en la penumbra verde miro con sorpresa mi mano que chorrea, y antes de resbalar a tu lado sé que acaban de sacarte del agua, demasiado tarde, naturalmente, y que yaces sobre las piedras del muelle rodeada de zapatos y de voces, desnuda boca arriba con tu pelo empapado y tus ojos abiertos. "


El gaucho Rivero


El 26 de agosto último se celebro el 170º aniversario de la heroica sublevación de un grupo de gauchos e indios en las Islas Malvinas, acaudillados por el gaucho Rivero, un precursor de la unidad de las banderas de la justicia social y de la soberanía nacional en las luchas populares.
1833 no fue un buen año para la Confederación Argentina. Don Juan Manuel de Rosas, a pesar de la ayuda que ha brindado a los Treinta y tres orientales es, todavía, solamente el astuto estanciero de Los Cerrillos; no se ha plasmado aún en plenitud su personalidad de gran caudillo nacional.
Ha finalizado su primer gobierno de Buenos Aires en diciembre de  1832, ha rechazado en varias oportunidades su reelección en la Sala de Representantes, y marcha a la expedición al desierto.
Lo sucede en el gobierno de la provincia Juan Ramón Balcarce, un federal íntegro aunque moderado, que empieza por cometer el error de designar ministro de guerra a su primo Enrique Martínez, cabeza de los “lomonegros” y de la política antirrosista.
Al déficit económico público habría que sumar los estragos producidos por las continuas sequías, y ahora también el reclamo por parte de la Casa Baring del préstamo otorgado durante la administración de Rivadavia en 1824.
La esposa de Rosas, doña Encarnación Ezcurra, acosada en Buenos Aires, le escribe al brigadier general en campaña: “... lo mismo me peleo con los cismáticos que con los apostólicos débiles, pues los que me gustan son los de hacha y tiza”. Es que se está gestando -misteriosamente, en forma lenta pero firme- la Revolución de los Restauradores.
Mientras, muy lejos de Buenos Aires, se había producido la usurpación británica a las Islas Malvinas por los marinos ingleses de la corbeta Clío. El capitán Oslow había dejado encargado al colono irlandés William Dickson la administración del archipiélago, y la misión de izar el pabellón británico cada vez que un barco se aproximara a puerto.
El gobernador Luis Vernet había renunciado a su cargo en marzo de 1833 a fin de evitarse problemas con Gran Bretaña; regresó a Buenos Aires, pero siguió desarrollando normalmente, con la autorización inglesa y a través de sus capataces, la administración de sus negocios particulares en la colonia de Puerto Louis.
Desde tiempo atrás, un vivo descontento cundía entre los peones de Vernet, en razón de la explotación a que eran sometidos. Además, la paga se les abonaba no en dinero, sino en vales emitidos por el propio ex-gobernador, y que para colmo Dickson, que oficiaba a la vez de despensero de la colonia, no aceptaba.
Por otra parte, les prohibían matar ganado manso para alimentarse, obligándolos a cazar animales chúcaros. La indignación creció cuando luego de la usurpación se comprobó que los explotadores actuaban en perfecta armonía con los extranjeros que izaban la insignia británica.
Lo cierto es que el 26 de agosto de 1833 un grupo de ocho peones, todos analfabetos, acaudillados por el gaucho entrerriano Antonio Rivero, se sublevó y atacó a los encargados del establecimiento, dando muerte a cinco personas, entre ellas al capataz Simón y al despensero William Dickson. Luego se instalaron en la vivienda principal, arriaron la bandera inglesa e izaron la azul y blanca.
En días subsiguientes, el resto de los colonos cuyas vidas habían sido respetadas pudieron escapar y permanecieron refugiados en el pequeño islote Peat. Así, ambos grupos vivieron separados durante varios meses, sufriendo avatares diversos.
Finalmente, los primeros días de 1834, dos buques británicos llegan a la isla Soledad para recuperar la usurpación, organizando una partida armada para capturar a los gauchos, los que a su vez sufren una traición y una deserción antes de huir al interior de la isla.
No les resultó fácil a los ingleses, que necesitaron enviar varias expediciones, pero por fin logran apresar a los peones, engrillarlos y conducirlos detenidos a Gran Bretaña para ser juzgados.
Allí permanecen por varios meses presos hasta que el ministerio fiscal, estudiados los antecedentes del caso, le aconseja al Almirantazgo dejarlos en libertad y embarcarlos de vuelta a Buenos Aires, lo que así ocurre.
Se ha afirmado -aunque sin demostrarlo- que el gaucho Antonio Rivero perdió la vida mucho después, luchando valientemente para la Confederación en el combate de la Vuelta de Obligado.
Hasta aquí los hechos. Ahora, veamos la actitud de los historiadores.
En primer lugar, el dictamen de la Academia Nacional de la Historia de 1966 de Ricardo Caillet Bois y Humberto Burzio, que considera al grupo de patriotas que recuperó fugazmente el territorio arrebatado por la prepotencia imperial como simples “delincuentes”, ya que, luego de analizar documentos exclusivamente de origen británico, concluye que “ningún deseo de reivindicación nacional movió a esos hombres. Aparentemente ellos estaban molestos porque no se les pagaba debidamente por sus tareas”.
Otras corrientes distintas de la historiografía oficial interpretan de manera diversa el levantamiento de los gauchos de Malvinas. Por ejemplo, desde la revista Todo es historia de Félix Luna, Juan Lucio de Almeida opta por una posición intermedia: si bien no puede probar que Rivero actuó “movido por patriotismo”, tampoco “su acto fue el de un criminal común”.
El revisionismo histórico tradicional, por su parte, rescata la figura de Rivero, pero poniendo sólo el acento en los móviles patrióticos que impulsaron su acción, dejando de lado los condicionantes de la reivindicación social.
Por último, es notable cómo en todos los documentos testimoniales de fuentes británicas se habla de “gauchos y de indios” con una innegable connotación de salvajismo y barbarie.
Si se nos permite ahora, nuestra propia opinión -o lectura historiográfica- es que, de lo que hemos leído sobre el gaucho Rivero, la perspectiva de Pablo Hernández y Horacio Chitarroni, la de José María “Pepe” Rosa, y el trabajo de Fermín Chávez son los únicos que develan la cuestión central en el levantamiento malvinero de 1833, que es el de la unidad y coherencia de las luchas sociales y nacionales, de la justicia social y de la soberanía nacional, de las reivindicaciones populares y las patrióticas.
El gauchaje iletrado de entonces, criollos por cuyas venas corría sangre aborigen (de “nuestros paisanos los indios”, gustaba llamarlos San Martín), al igual que el pobrerío de hoy, no podrá explicar cabalmente ni la filiación de los agresores, ni el “significado profundo de la lucha”, pero se dolía ya, y se duele todavía, de la patria y la dignidad agredidas.
Como sostiene “Pepe” Rosa: “Basándolos en interrogatorios en inglés del curioso proceso, nos aclaran que Rivero era un gaucho peleador, tal vez de malos antecedentes y que se juntaba con antiguos confinados. Pero también Martín Fierro era un gaucho peleador, de malos antecedentes, y que se juntaba con matreros como él”.
Lo cierto es que por la misma época en que el analfabeto gaucho Antonio Rivero daba testimonio viviente de ello en las heladas tierras australes, el Padre de la Patria, el general José de San Martín, escribía: “Pocos o muchos, sin contar los elementos, los argentinos saben siempre defender su independencia”.

92 AÑOS DE LA RADIOFONIA

El radioaficionado Enrique Susini y sus tres amigos César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica, a quienes luego se los llamó "Los locos de la terraza" fueron los responsables de la emisión de la ópera Parsifal, considerada la primera transmisión radial del mundo, desde el teatro Coliseo de Buenos Aires en la calle Cerrito y Charcas . Aquel 27 de agosto de 1920, entre las 21 y la medianoche, nació una historia controvertida, curiosa y apasionante que se despliega en estas páginas.

“Una audición llovida del ciclo. Parsifal a precios popularísimos", tituló el diario La Razón del 28 de agosto de 1920 una crónica firmada por el crítico de música Miguel Mastrogiani. La noche anterior se había realizado la primera transmisión radial del mundo, desde el teatro Coliseo: en directo, se emitió la ópera Parfisal, de Wagner, con dirección de Félix Weingartner y la interpretación de la soprano argentina Sara César y el barítono Aldo Rossi Morelli.

"...Y anoche una onda sonora onduló vermicular, de las 21 a las 24, por el espacio, como cubriendo con su sutil celaje de armonías -las más caprichosas, ricas, grávidas de nobles emociones-, la ciudad entera", escribió Mastrogiani.

El responsable de la transmisión fue el médico Enrique Susini, un radioaficionado que un año antes había estado en Francia, interesado por los equipos transmisores utilizados por el ejército francés para las comunicaciones entre los frentes durante la Primera Guerra Mundial. De ese material, Susini trajo a Buenos Aires algunas válvulas Pathé, con las que armó un precario pero eficiente equipo.

Junto a César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica, formó LOR Sociedad Radio Argentina y acordó con los titulares del Coliseo para colocar una pequeña antena en la terraza del teatro. Por esa idea, los cuatro amigos fueron llamados "Los locos de la terraza".

Aquella noche, pocos minutos después de las nueve, unas cincuenta personas -además de los tripulantes de un barco anclado en el puerto de Santos, en Brasil- escucharon Parsifal en las pocas radios de galena que existían. El presidente Hipólito Yrigoyen comentó: “Cuando los jóvenes juegan a la ciencia es porque tienen el genio adentro".

Primera en el mundo

La emisión de la ópera Parsifal del 27 de agosto de 1920 fue una de las tantas transmisiones radiales que por ese entonces se realizaban en forma experimental tanto en la Argentina como en otras partes del mundo. Sin embargo. se la puede calificar de “la primera" en el sentido de que se trató de transmisión de una obra artística completa e inauguró la regularidad y sistematización en el servicio; ambas, condiciones que aún no se habían producido.

Recién el 2 de noviembre de 1920 se emitió en los Estados Unidos el primer programa de radio, que difundió desde Pittsburg los resultados de las elecciones presidenciales.

Radiodifusión o radiotelefonía


A pesar de ser usadas a menudo como sinónimos, las palabras radiodifusión y radiotelefonía no significan lo mismo: la primera constituye un modo de puesta en práctica de la segunda. En el caso de la radiotelefonía propiamente dicha, el emisor se dirige expresa y deliberadamente a un receptor, ya sea individualizable o no, como en el caso de las comunicaciones militares o policiales. En la radiodifusión, en cambio, el destinatario es un público determinado. Por consiguiente, la radiotelefonía permite que el emisor reciba respuesta del receptor; en la radiodifusión, el mensaje que se emite es unidireccional, ya que el receptor no puede responder por medio del mismo canal.

Aniversario con medallas

En agosto de 1970, al cumplirse 50 años de la primera transmisión radiofónica, Susini, Romero Carranza y Guerrico recibieron el homenaje del gobierno nacional, que les entregó medallas recordatorias e instituyó al 27 de agosto como el Día de la Radiodifusión.

Un ‘speaker’ con varias identidades

Enrique Susini y sus tres amigos, un mes después de la primera transmisión, y finalizadas las funciones del teatro Coliseo, realizaron emisiones especiales en las que, además de ser el speaker, Susini cantaba en castellano, francés, alemán, italiano y ruso. Para disimular un elenco tan reducido, se cambiaba de nombre para cada idioma.

Más de la pionera

Un año después de la primera emisión, Radio Argentina ya transmitía regularmente desde varios teatros de la ciudad. El 12 de octubre 1922 se realizó la primera emisión radiofónica de la asunción de un presidente argentino: Marcelo Torcuato de Alvear.

La Radio Argentina de Susini también fue pionera en otros aspectos: fue la primera en Propalar un noticiario, formar un equipo de locutores y ser inscripta como empresa en un registro internacional, al obtener la primer patente de marca en su tipo anotada y reconocida por la UIT en todo el mundo.

En 1922, la antena se trasladó a la terraza de la casa de remates de Guerrico y Williams, en Carlos Pellegrini al 1000.

Las primeras competidoras

En diciembre de 1922, en tres días consecutivos se crearon tres estaciones radiales que salían a competir el aire con Radio Argentina: Radio Cultura -cuyo transmisor funcionó primero en el Plaza Hotel y luego en la esquina de Canning y Alvear (hoy Avenida del Libertad)-, Radio Sud América -que transmitía desde el edificio Roverano, en Avenida de Mayo, frente a La Prensa-, y TCR Radio Brusa, cuyo estudio estaba en la avenida Corrientes al 2000.

En 1923, a las cuatro estaciones de radio instaladas en Buenos Aires se sumó TFF Grand Splendid Theatre, propiedad del ingeniero Antonio Devoto, cuyo estudio funcionaba en la avenida Santa Fe al 1800, en el mismo edificio del teatro Grand Splendid, convertido luego en cine.

La efímera Asociación de Broadcasting

En 1924 un grupo de industriales, comerciantes e importadores del ramo radioeléctrico constituyeron la Asociación Argentina de Broadcasting, con el objetivo de fortalecer el interés público por la radio. Además, la entidad ayudó financieramente a Radio Sud América y Radio Argentina, que pasaban por graves dificultades económicas que ponían en peligro su permanencia en el aire. Esas subvenciones determinaron que ambas emisoras cambiaran sus nombres, pasando a llamarse LOZ Radio Monte Grande de la Asociación Argentina de Broadcasting y LOR Asociación Argentina de Broadcasting, respectivamente. Finalmente, ante la falta de recursos surgidos de la publicidad, ambas emisoras volvieron a entrar en una etapa crítica. A fines de ese mismo año, la ex Radio Sud América desapareció. Radio Argentina, por su parte, recuperó su denominación original y comenzó a funcionar con una sencillez inimaginable: toda la estación dependía de Adolfo Cirulli, un joven de 17 años que cumplía las tareas de anunciador, director técnico, operador y jefe de publicidad.

La Asociación Argentina de Broadcasting fue disuelta en febrero de 1925.

Firpo, Dempsey y Yupanqui

El 14 de septiembre de 1923 marcó lo que sería considerada la gran noche de la radio argentina": el Toro Salvaje de las Pampas, Luis Ángel Firpo, se enfrentó con Jack Dempsey en la pelea del siglo". El combate -el primero en que un boxeador argentino disputaba un título mundial- fue transmitido por Radio Sud América, aunque en realidad sólo se trató de la lectura de cables informativos. Los porteños se reunieron frente a las pizarras del diario Crítica, desde donde siguieron la pelea propalada a través de altavoces.

Para amenizar la espera durante las inevitables interrupciones, actuó un dúo campero de guitarra y voz, integrado por un tal Rodríguez, oficial del Ejército, y un joven de la provincia de Buenos Aires llamado Chavero, quien años más tarde entraría en la cultura popular con el nombre de Atahualpa Yupanqui.

Al finalizar el combate, el locutor enfrentó la indignación de los aficionados exclamando: “¡Luis Ángel Firpo, el futuro campeón mundial de todos los pesos, perdió por KO en el segundo round!".

Aviso “estrictamente morales”

En 1923, el intendente de Buenos Aires, Juan Barnetche, otorgó a Federico Del Ponte, propietario de Radio Cultura, el permiso para instalar una radio para difusión de audiciones artísticas intercalándose avisos de propaganda comercial estrictamente morales". Los primeros avisos emitidos por Radio Cultura fueron de perfume, medias Manon, automóviles Packard y el Trust Joyero, que anunciaba el top de la hora. Por aquellos días el sonido característico se daba golpeando una cacerola, hasta que finalmente el anunciante envió al estudio un gran reloj de pie.

Al principio, los avisos comerciales eran leídos por speakers. Más tarde se produjeron los primeros jingles y eslonganes: Aperital Delor, Geniol, Jabón Federal, "Casa Lamota, donde se viste Carlota", "Casa Muñoz, donde un peso vale dos". La sastrería Belfast, de Esmeralda 55, hablaba de los dos cinco juntitos".

La hora oficial

En los años veinte, Radio Argentina inauguró la costumbre de anunciar los cuartos de hora, las medias horas y las horas emitiendo un gong, que se lograba golpeando una lata de aceite. Poco tiempo después, Radio Cultura incorporó el anuncio de la hora, aunque en este caso el gong se conseguía con el golpe de un martillo contra una sartén colgada en la pared del estudio. En Radio Nacional, el técnico Jenaro Tínelli inventó un sistema compuesto por cinco botellas sincrónicamente cargadas de arena unas y de agua otras.

En todos los casos, se hablaba de la hora "oficial", aunque no era exactamente así. Entre una y otra emisora solían haber importantes diferencias de minutos. Tiempo después, el Observatorio Naval puso en el aire una señal acústica indicadora de las medias horas y las horas en punto. A partir de ese momento, las emisoras comenzaron a utilizar sus rudimentarios gongs para acompañar su señal identificatoria y luego los reemplazaron por xilofones o triángulos.

Los nombres

En 1925, el Ministerio de Marina impuso a las emisoras el uso de características. Así, las emisoras que funcionaban en ese momento pasaron a llamarse LOY Radio Nacional, LOX Radio Cultura, LOR Radio Argentina, LOV Radio Brusa y LOW Grand Splendid. En 1929, estas características fueron cambiadas por dos letras y un número, con lo que nacieron las que se conservan hasta hoy. El 1934 se puso en vigencia la reglamentación que obligaba a las emisoras a intercalar la palabra “radio” entre la características y el nombre de la emisora.

Cursos radiales

En 1925, Radio Cultura emitió el primer curso radial de la historia: se trataba de clases de gimnasia, apoyadas por la revista Radio Cultura, que complementaba las explicaciones del profesor con ilustraciones. Tres años después, las radios Grand Splendid y Telefunken Service incorporaron cursos similares. Grafología por Broadcasting La Nación, radiotelegrafía y baile por Radio Cultura, y guitarra por Radio Mayo eran otras de las ofertas de finales de los años veinte, además de los idiomas: francés por Radio Brusa y radio El Abuelito, e inglés por La Voz del Aire.

"Critica" entró en la radiofonía

En noviembre de 1925, mediante un convenio entre el diario Crítica y LOR Radio Argentina, esta emisora pasó a denominarse LOR Broadcasting de Crítica. Así, el diario de Botana se hizo cargo de la explotación de la radio, manteniendo en la dirección a Susini, Mujica, Guerrico y Romero Carranza. En su portada, el vespertino anunciaba: "Por primera vez en el mundo un diario -debía ser Crítica, aunque La nación compró ese año su propia radio- prolongará sus informaciones en una poderosa estación de radiotelefonía". Poco más de un año más tarde, la emisora volvió a sus dueños originales, quienes de inmediato la vendieron a Radio Prieto.

La radio del abuelito

En 1928, el actor Federico Mansilla se convirtió en director de la flamante LOF El Abuelito, que transmitía desde San Pedrito al 100. En sus comienzos, Mansilla había sido recitador y monologuista y figura principal de una de las primeras compañías que actuaban en Radio Fénix. En esos tiempos, Mansilla personificaba a El abuelito, un anciano que, a través de sus diálogos con su secretario o con "el tío Jorge", ofrecía sabios consejos a los oyentes. Este personaje fue el atractivo principal de la emisora que llevó su nombre. A pesar de haber tenido una muy buena recepción, sobre todo entre el público infantil, LOF El Abuelito desapareció dos años después de su creación.

La elección del modelo

“En los años treinta, la cultura inglesa contaba con un gran prestigio en la sociedad argentina, al tiempo que Gran Bretaña le ganaba la partida a los Estados Unidos en casi todo el mundo. Sin embargo, la actividad radial en la Argentina había nacido y se había estructurado como empresa privada, con emisión centralizada en Buenos Aires y financiada mediante la publicidad, una configuración que reproducía la experiencia estadounidense. Por otro lado, la actividad fue desde su comienzos un foco de gran interés para las grandes corporaciones norteamericanas instaladas en la Argentina. A medida que se ponían en práctica las reglamentaciones que permitían al Estado controlar la actividad radiofónica, los sectores que soñaban con una configuración al estilo de la BBC comenzaron a acallar sus reclamos.

"En los primeros años de la década del treinta, el proceso de industrialización amplió considerablemente el mercado publicitario, con lo que el modelo inglés basado en una entidad nacional de carácter público sin publicidad cedió ante la variante estadounidense, basada en redes privadas financiadas por la venta de espacios."

(De Radio y poder en la Argentina 1920-1953, por Rosa M. B. de Russovich y María Luisa Lacroix. UNLZ.)

Las pioneras de las provincias

La primera emisora nacida fuera de los límites de la Capital Federal fue la actual LT3 Radio Cerealista de Rosario, provincia de Santa Fe, inaugurada el 4 de octubre de 1923. Dos años más tarde se inauguró la primera emisora cordobesa, Radio Lutz y Ferrando. En 1927 comenzó sus transmisiones la antecesora de la actual LT8 Radio Rosario, llamada entonces Radio Colón o Radio Millelot. Ese mismo año nació la radio de la ciudad bonaerense de Azul. En 1928 le llegó el turno a la provincia de Tucumán, con la inauguración de la actual LV7 Radio Tucumán. En 1930 existían ya alrededor de 20 emisoras distribuidas en el interior del país.

El armado de redes

“La emisora que en 1924 se inició como LOY Radio Nacional fue adquirida al año siguiente por un inmigrante dueño de un negocio de receptores, Jaime Yankelevich. Por exigencias de diversas regulaciones su nombre definitivo fue LR3 Radio Belgrano. En los años treinta, las revistas especializadas llamaban "el Palacio" a la sede de la emisora, desde donde se ofrecía una programación dirigida a grandes públicos. Belgrano fue la primera radio que armó comercialmente su red.

"Editorial Haynes, propietaria de un matutino y varias revistas, inauguró en 1935 LRI Radio El Mundo, que rápidamente armó la célebre Red Azul y Blanca, a través de importantes acuerdos con varias emisoras del interior del país.

"Entre 1940 y 1941 se agregó una tercera red, Rades, centralizada en LR4 Radio Splendid, que se benefició con el legalizado tralado al interior de las emisoras capitalinas Sarmiento, Ultra, Cultura y Stentor, a Rosario, Córdoba, Bahía Blanca y Mendoza, respectivamente.

"A pesar de los reparos parlamentarios y las criticas de sectores conservadores representados por el diario La Nación, esas cuatro radios porteñas fueron trasladadas al interior como participantes de Rades, mientras las otras dos cadenas se institucionalizaban con la aprobación gubernamental."

(De Radio y poder en la Argentina 1920-1953), por Rosa M. B. de Russovich y María Luisa Lacroix. UNLZ.)

El primer relato

El 28 de septiembre de 1925 se enfrentaron las selecciones uruguaya y argentina de fútbol, en el estadio de Sportivo Barracas. La transmisión estuvo a cargo de Horacio Martínez Seeber -quien se ocupó de la operación técnica, la locución y los comentarios- y del relator Atilio Cassime, periodista del diario Crítica. Las expectativas se frustraron a los cuatro minutos de juego, cuando el partido debió ser suspendido a raíz de que el público invadió la cancha. Cuatro días después se completo el encuentro, que ganó Argentina dos a uno.

Noticias

Enrique Maroni -autor de las letras de La cumparsita y Cicatrices- inició en 1927, por Radio Splendid, la lectura de diarios. Ya en los años treinta, muchas emisoras radioteatralizaban las noticias: "Ronda policial, por Radio Porteña, ha agregado a la dramatización diaria noticias de policía que tienden a prevenir al público sobre la delincuencia", informaba Antena a comienzos de 1936.

Un año antes había empezado a funcionar la primera agencia radial de noticias, Andi, que también apelaba a la participación de los oyentes premiando la información más importante. Mediante este procedimiento, un vecino de Mataderos transmitió por teléfono el tiroteo que terminó con la vida de El pibe cabeza.

Los grandes diarios -en especial La Prensa- criticaban el rol informativo de las radios, ya que consideraban que se trataba de un derecho fundamental de la prensa escrita.

Hacia las postrimerías de la primera década de funcionamiento de la radiodifusión en nuestro país, un recorrido por el dial porteño permitía sintonizar – de izquierda a derecha- estas quince estaciones:

LS6 Radio del Pueblo
LS8 Radio Sténtor
LS2 Radio Prieto
LR8 Radio París
LS5 Radio Rivadavia
LR9 Radio Fénix
LR4 Radio Splendid
LR3 Radio Belgrano
LR2 Radio Argentina
LR6 Radio La Nación
LR5 Radio Excelsior
LR10 Radio Cultura
LS1 Broadcasting Municipal
LS4 Radio Porteña
LS5 Radio Mayo

martes, 21 de agosto de 2012

Leandro N. Alem, un hombre de honor

Hijo de un almacenero federal rosista, fusilado, colgado en una horca y exhibido al pueblo tras la derrota de Rosas, Leandro y su familia conocieron la pobreza absoluta. Pero no impidió ello que, gracias al gran esfuerzo de su madre, Leandro Alén, luego rebautizado Leandro N. Além, pudiera realizar los estudios secundarios e ir a la Universidad.

Nacido el 11 de marzo de 1842, ya en su juventud decidió entregarse por completo a las causas que consideraba justas, lo que no evitó que siguiera un camino poco lineal. Con apenas 17 años, participó en los ejércitos urquicistas para derrotar a los díscolos bonaerenses, contra quienes guardaba rencor por el asesinato de su padre. Dos años más tarde, sin embargo, se unió a las filas de Mitre, para luchar contra Urquiza, y poco después también participaría de la Guerra del Paraguay, siendo herido en Curupaytí.


Pero cuando no tomaba las armas, Alem, junto a su inseparable sobrino, Hipólito Yrigoyen, diez años menor que él, se abocaba de lleno a la actividad política, ahora en las filas del autonomismo alsinista. Por entonces, escribía numerosas poesías y avanzaba en la carrera de Derecho.

A los 27 años, finalmente recibido de abogado, logró ser incluido en las listas de diputados nacionales del autonomismo. Fracasó en dos oportunidades, pero alcanzó a ingresar a la legislatura provincial en 1872. En sus discursos no cejaba en llamar a la defensa del sufragio universal.

La figura de Alem no dejaba de crecer, por su oratoria y el ímpetu con que defendía las causas que creía justas: participa del sofocamiento del alzamiento mitrista, se enemista con Alsina, forma el Partido Republicano con Aristóbulo del Valle, es electo diputado nacional y rechaza la cesión de Buenos Aires al dominio nacional. 

La intransigencia, el rechazo a los acuerdos de cúpula y el principismo se convierten en su marca registrada, cuando hacia 1890, el régimen del Partido Autonomista Nacional se vuelve fraudulento y da vueltas las espaldas a la ciudadanía. Entonces, forma junto a Mitre, un viejo conocido, la Unión Cívica. 

Pero en verdad, Alem no creía en la legitimidad de los comicios que se desarrollaban entonces y por ello mismo no consideraba que la Unión Cívica debiera tener fines electorales. Por ello mismo, encabezó en julio de 1890 la Revolución del Parque. La derrota y los acuerdos del conservador Mitre con el gobierno nacional, lo llevaron a fundar un nuevo espacio: la Unión Cívica Radical.

Con la UCR convertida en un partido de oposición al régimen, levantisco, en defensa de los principios cívicos, Alem accedió nuevamente a la cámara de Diputados. No fueron pocos los legisladores que lograron ingresar. Sin embargo, la derrota en la Capital fue dura; y sumada a los conflictos internos y a las diferencias cada vez más grades con su sobrino Hipólito, llevaron a un cansado, enfermo y deprimido Alem a tomar una trágica decisión: el 1º de julio de 1896 se quitó la vida de un tiro. Para la historia quedaba su insigne “Qué se rompa, pero que no se doble”.

Para recordar la fecha del nacimiento de Alem, el 11 de marzo de 1842, traemos un fragmento de un discurso brindado el 12 de agosto de 1890, pocos días después de la Revolución del Parque, en que advertía la necesidad de la participación popular y la lucha por altivos ideales.
Fuente: Diego Abad de Santillán, Enciclopedia de historia argentina, TEA, Buenos Aires, T.3, p. 396.
"Es necesario no olvidar que la parte principal de la acción corresponde al pueblo (...) La revolución iba a estallar otra vez, iniciándose más grandiosa de lo que acaba de ser (...) La obra de la Unión Cívica debe ser continuada con la misma actividad y energía del presente, porque el rayo de luz espiritual que el Creador ha impreso sobre nuestras frentes como nación nos impone sagrados y altos deberes en el concierto humano, siendo ésta nuestra tradición gloriosa; y si nuestros padres han contribuido con sus esfuerzos a la conquista del derecho y de la libertad en una gran parte del continente sudamericano, nosotros tenemos el derecho y el deber de enseñar y difundir ese derecho, perfeccionándonos de día en día, constituyendo una fuerza de enseñanza y de fe inspiradora para todos los pueblos, porque nuestra vida política debe ser un certamen de honor y de competencia; y cuando nos hayamos organizado bajo esos severos preceptos morales y hayamos ocupado el puesto que nos está señalado en la marcha del mundo, recién entonces podremos experimentar la dulce y retempladora melancolía que produce la conciencia del deber cumplido en su más alto concepto."
Leandro N. Alem


EL EXODO JUJEÑO


La derrota de Huaqui echó por tierra las esperanzas norteñas de un fácil triunfo por el norte. Los hombres salvados del desastre son recibidas por Pueyrredón en Jujuy y bajan lentamente hasta Salta. En Yatasto los encuentra Belgrano, el nuevo jefe, quien recibe los 8O0 hombres, reliquia del ejército del Norte, sin armas, desmoralizados, incapaces al parecer de luchar, otra vez, contra los hombres de Goyeneche.

"La deserción es escandalosa - escribe al gobierno - y lo peor es que no bastan los remedios para convencerla, pues ni la muerte misma la evita: esto me hace afirmar más y más en mi concepto de que no se conoce en parte alguna el interés de la patria, y que sólo se ha de sostener por fuerza interior y exteriormente".

La tarea que debe realizar es agotadora: reorganizar los cuadros, disciplinar los soldados, abastecer el ejército, dar ánimos a la población, crear, solo, en un puesto donde la improvisación puede ser falta para todos, un ejército armónico, disciplinado, apto para luchar contra los aguerridos regimientos que comandan los españoles. Se vuelve, entonces, ordenancista al extremo. Su rigor, su inflexibilidad, su intolerancia para cualquier falta del servicio, le enajenan la popularidad entre la mayoría, pero salvan á todos y con ello a la patria. Dentro de las rígidas normas que establece en su ejército, se forman hombres que ilustrarán las armas argentinas: Manuel Dorrego, José María Paz, Gregorio Aráoz de Lamadrid, Cornelio Zelaya, Lorenzo Lugones. Son jóvenes entusiastas en cuyas almas arde la llama inextinguible de un patriotismo exaltado.




Goyeneche permanece, mientras tanto, detenido en el Norte por la insurrección cochabambina. Hasta Jujuy se dirige, entonces, Belgrano y en la vieja ciudad celebra, en 1812, el 25 de mayo. Por segunda vez presenta al pueblo y a los soldados la bandera de su creación, que es bendecida al término del tedéum por el deán de la Iglesia Matriz don Juan Ignacio de Gorriti.

Nuevamente el gobierno lo reprende por su actitud; Belgrano dolorido, responde en una nota: "La bandera la he recogido y la desharé...". Otras preocupaciones se suman: el estado sanitario de las tropas es deficiente, el paludismo hace estragos, los efectivos del ejército no aumentan en la cantidad que las circunstancias requieren, y Goyeneche, libre ya su retaguardia, se dispone a entrar en territorio argentino por la puerta grande de Humahuaca.

En agosto de 1812 se produce la invasión del ejército español, compuesto de 3.000 hombres, a las órdenes del general Pío Tristán, primo de Goyeneche y como él, natural de Arequipa. El 23 de agosto de 1812, dispuesta ya la retirada, lanza Belgrano su famosa proclama a los pueblos del norte: "Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, os he hablado con verdad... Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres ...".

Jujuy responde heroicamente al llamado patriótico. Y como en los viejos éxodos de la historia, todo un pueblo marcha con sus soldados - hijos de su seno - guiados por quien, sabedor de que esa es su hora de gloria, va sereno, hacia el campo de las Carreras, donde el drama ha de resolverse luego de treinta días de incertidumbre y duelo. La gente debía llevarse todo lo que podía ser transportado en carretas, mulas y en caballos. Y así lo hizo. Los pobladores siguieron a Belgrano cargando muebles, enseres y arreando el ganado en tropel. Cuando el ejército español llegó a las inmediaciones, encontró campo raso. Las llamas habían devorado las cosechas y en las calles de la ciudad ardían aquellos objetos que no pudieron ser transportados. Todo era desolación y desierto. El éxodo llegó hasta Tucumán, donde Belgrano decidió hacer pie firme. Pero la vanguardia realista había perseguido y hostigado a los patriotas y finalmente las atacó. El 3 de septiembre de 1812 se libró el Comabte de Las Piedras, a orillas del río del mismo nombre. En esta ocasión la victoria fue para los patriotas.
"El Héroe del Éxodo, el general Manuel Belgrano, poseído de un alma blanca y sentimientos magnánimos era un trasunto de la belleza espiritual ática, cuya inteligencia había sido alimentada por la continua y meditada lectura de la filosofía antigua y el clasicismo de Homero o Virgilio, Plutarco o Suetonio." 

En 1920 el profesor Teodoro Saravia así lo definió al creador de la Bandera durante una conferencia que pronunció en el Colegio Nacional de Jujuy conmemorando un nuevo aniversario de la orden impartida por el jefe militar para que los jujeños abandonaran la ciudad sin dejar nada que pudieran aprovechar los realistas que venían avanzando triunfante desde el Alto Perú. A este patriótico episodio se registró el 23 de agosto de 1812. 

Al renunciar Pueyrredón a conducir el Ejército de Norte y retornar Juan José Castelli a la ex capital del virreinato, El gobierno de Buenos Aires designó a Manuel Belgrano para reorganizar la fuerza y marchar hacia el norte. No fue fácil su tarea. Estableció el campamento general en Campo Santo y posteriormente lo traslada a Jujuy donde reorganizó las tropas; atendió los asuntos políticos; levantó el nivel moral y patriótico de los pobladores; esfuerzo que no fue acompañado por el gobierno de Buenos Aires. 

Corría el año 1812. Los realistas estimaban que había llegado el momento adecuado para recobrar lentamente el virreinato del Río de la Plata después del grito de Mayo de 1810. El desastre de Huaqui (río Desaguadero) considerado por los historiadores como producto de un ejército desmoralizado, indisciplinado, sufriendo la falta de recursos, armamentos y diezmado por el paludismo; sin valor combativo regresó a Salta al frente de Juan José Viamonte para luego continuar hacia el sur bajo las órdenes de Juan Martín de Pueyrredón ante la asechanzas de ser atacado y destruido por Goyeneche, jefe realista, nacido en Arequipa (Perú), al frente de cuatro mil se aprestaba a avanzar sobre Buenos Aires en conocimiento que el segundo triunvirato prevalecía serias desavenencias entre sus componentes. 

Es así como el ejército realista inició su marcha desde el Alto Perú debiendo soportar en el trayecto algunos conatos subversivos en Cochabamba obligándolo a distraer su atención sobre el objetivo trazado. Aquí encomendó a operar en toda la zona al general Pío Tristán. 

Ante el eminente peligro que los españoles de recuperaran estas tierras el Triunvirato decidió trasladar la fábrica de armas instalada Tucumán hacia Córdoba Belgrano no lo juzgó conveniente y el taller continúo funcionando en su lugar de origen y, posteriormente, en un colegio religioso de Los Lules. 

A los efectos de buscar un impedimento para que las fuerzas invasoras avanzaran hacia el sur de la actual Bolivia le ordenó a Antonio González Balcarce, en su calidad de jefe de vanguardia, se trasladase hasta Humahuaca y estudiar las posibilidades de apoyar a los patriotas de Cochabamba. En su marcha Balcarce no perdió tiempo en reclutar milicianos formando una caballería gaucha. 

Mientras tanto Belgrano en Jujuy hizo bendecir, en la Catedral, una bandera con el propósito de contagiar el sentido de patria entre los vecinos del lugar. No obstante las medidas adoptadas para contener a los realistas dispusieron que los jujeños abandonaran la ciudad sin dejar nada que pudieran aprovechar sus enemigos. El ejército español venía aplastando todo foco de resistencia patriótica desde Cochabamba y decidió que los jujeños abandonaran la ciudad llevando consigo todo tipo de armas, ganado vacuno, caballares, mulares y lanares; levantar la cosecha de las plantaciones y los comerciantes embalar su mercadería y remitirla a Tucumán. Nada debía quedar para los invasores. 

Este hombre de gran talento también dictó severas sanciones, imponiendo una férrea disciplina llegando al fusilamiento, para todos aquellos que "por sus conversaciones o por hechos, atentara contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese; a los que imperasen desaliento.

Nada detuvo a Manuel Belgrano en su objetivo, episodio que enorgullece al país con el histórico: "Éxodo Jujeño".

Manuel Belgrano fue el último en ausentarse la ciudad deshabitada. Para acosar a las tropas de Pío Tristán quedó en la retaguardia patriota Eustaquio Díaz Vélez. 


El combate de Las Piedras 

En Cobos el hostigamiento adquirió mayor violencia. Los hombres estaban cansados por el duro trajín hasta llegar a desmoralizarlos. Allí el temple de del creador de la Bandera se hizo notar con energía. Mandó a fusilar a dos soldados y aplicarles severos castigos a algunos oficiales. Los realistas envalentonados ante este ejército que se retiraba, el 3 de setiembre de 1812, decidieron cargar sobre la retaguardia.

Inmediatamente Belgrano cambió de posición y atacó a Tristán derrotándolo completamente, dejando en el campo de batalla dos oficiales y cincuenta y ocho soldados muertos, varios heridos, cuarenta prisioneros y ciento cincuenta fusiles. Este combate se lo conoce como el de Las Piedras 

Con esta acción facilitó a Tucumán prepararse para recibir al ejército invasor el 23 del mismo mes en una batalla confusa. Pero las fuerzas del general Belgrano derrotaron completamente al enemigo. 

Los españoles reconocieron la derrota, más no admitieron rendirse, y se retiraron hacia Salta. 

El Éxodo Jujeño debe figurar en los frisos más altos de la veneración popular por la actitud heroica, donde el aporte de cada uno de los jujeños es el sacrificio que pone el sello excepcional de una acción.