martes, 17 de diciembre de 2013

John William Cooke:legendario dirigente político

Nacio en la ciudad de La Plata en el año 1920, fue abogado, profesor de Economía Política especializado en monopolios, fue en 1946 diputado nacional en el Primer Gobierno de Peron, un orador impresionante con gran variedad dialectica,audaz, acido y sumamente inteligente; critica la obsecuencia de los "verticales" por lo cual es excluido de las listas para las elecciones de 1952. 
Con la aparición de la crisis económica de los últimos años del gobierno de Perón, y acercamiento que realiza este hacia los Estados Unidos, comienza a criticar la falta de una dirección revolucionaria dentro del movimiento peronista. 
Luego del golpe de 1955, Cooke es detenido junto a otros lideres peronista en la carcél de Usuahia, de donde escapará en una fuaga cinematografica hacia Chile, y por ordén de Perón, comienza a organizar la Resistencia contra la Dictadura de Aramburu y Rojas, COOKE fue el delegado del Gral Peron en la heroica resistencia peronista.-
Es de los primeros peronistas en apoyar la Revolución Cubana y en el año 1960 se instala en La Habana, se entrena y combate junto a las fuerzas revolucionarias.-
Mantiene reuniones y largas charlas con Ernesto Guevara y Fidel Castro .- Es unos de los principales organizadores de las primeras guerrillas argentinas a la que denomina "Uturuncos". 
Amigo y mentor de algunas acciones programaticas de Salvador Allende
Muere en el año 1968,el “gordo” Cooke fue leal a sus principios, un hobre honrado, digno,talentoso y por sobre todas las cosas fiel al gral Peron.-
Dentro de su ideario podemos mencionar:
Cooke concibe la liberación como una empresa humana consciente donde la negativa intransigencia a la absorción por el sistema importa la construcción contestataria de la iniciativa insurreccional qué solo consolidarse con la toma del poder. Al igual del Che, Cooke plantea que el factor subjetivo introducido en el proceso histórico se transforma en objetividad. Luego, no hay que esperar que las condiciones maduren, hay que crearlas. Reafirma la necesidad de una politica insurreccional de agitación, propaganda, huelga general revolucionaria, estructurando un frente amplio, global y diferenciado pensado como guerra del pueblo y con firme caracter de organización político-militar. 
Tiene clara la idea de la necesidad de un partido revolucionario. El partido deberá ser obrero, independiente y deferenciado del reformismo pactista donde aflore toda la potencialidad revolucionaria del peronismo. 
Una fuerte critica a la razón burocratica. 
Sus principales obras son :
La correspondencia Cooke-Perón.
Peronismo y Revolución
Apuntes para la militancia

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Arturo Jauretche: "EL PROFETA DE LO NUESTRO"

Arturo Martín Jauretche (Lincoln, provincia de Buenos Aires, 13 de noviembre de 1901 – Buenos Aires, 25
de mayo de 1974) fue un pensador, escritor y político argentino. Figura relevante de la Unión Cívica Radical y del peronismo a partir del llamado Dia de la Lealtad en el 17 de octubre de 1945.Después de pasar su niñez y adolescencia en Lincoln se trasladó a Buenos Aires. Simpatizó con el nuevo modelo de integración social promovido por la Unión Cívica Radical, afiliándose al partido en el bando de Hipólito Yrigoyen, los llamados radicales personalistas; fue importante en ello la influencia del poeta y compositor Homero Manzi, que veía en ello una nueva y beneficiosa política de inserción de las clases trabajadoras, con las que el origen rural de Jauretche le hacía simpatizar. De chico su lema fue ayudar a los pobres y a los barrios de clase baja para que pudieran formar parte de la política del país.
En 1928, cuando Yrigoyen asumió su segundo mandato tras el interludio del gobierno de Marcelo T. de Alvear, fue nombrado funcionario, aunque sólo brevemente; dos años más tarde, el ejército promovería el primer golpe de estado de la época constitucional en Argentina, dando inicio a la llamada Década Infame. Jauretche combatió con las armas a los insurrectos, y luego desarrolló una intensa actividad política contra éstos. En 1933, en Corrientes, tomó parte en el alzamiento de los coroneles Roberto Bosch y Gregorio Pomar, quienes no habían participado de la revolución del 6 de septiembre de 1930.
Tras la derrota del alzamiento, fue encarcelado; en prisión escribiría su versión de los episodios en forma de poema gauchesco, al que tituló El Paso de los Libres. La publicaría en 1934 con prólogo de Jorge Luis Borges, de quien sin embargo lo separarían cada vez más marcadamente cuestiones de política social y cultural.El conflicto de Jauretche con la línea dirigente del radicalismo, encabezada por Alvear, no tardó en profundizarse; cuando este último decidió en 1939 levantar la decisión de no presentarse a elecciones para mostrar el desacuerdo del partido con el régimen imperante, un importante grupo de la izquierda del radicalismo decidió formar una agrupación disidente. Junto con Homero Manzi, Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo, Raúl Scalabrini Ortiz, Manuel Ortiz Pereyra y otros fundó FORJA (acrónimo de Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), que desarrollaría los lineamientos del nacionalismo democrático, opuesto a la vez al nacionalismo conservador de los sectores reaccionarios y a la política liberalizadora del gobierno de Agustín P. Justo. Marginados de la esfera política partidaria, los actos de FORJA se realizaron sobre todo a través de manifestaciones callejeras y publicaciones de edición propia (los conocidos como Cuadernos de FORJA).
En ellos criticaban las medidas del gobierno, a partir del pacto Roca-Runciman, y argumentaban que el Banco Central había sido fundado para que los hombres de la finanzas ingleses controlaran el sistema monetario y financiero argentino, que se había conformado la Corporación del Transporte para que los ferrocarriles británicos no tuvieran competencia, que no convenía la ruptura de relaciones con la Unión Soviética, pues ésta podía significar un importante comprador de los productos agropecuarios argentinos. Con respecto a la política interior, aducían que el gobierno de Justo intervenía las provincias donde ganaban partidos opositores al gobierno, y que el salario y la desocupación habían empeorado. Uno de sus principios incondicionales era el mantenimiento de la neutralidad argentina ante la próxima Segunda Guerra Mundial, siendo el único partido que lo apoyaba.
Hacia 1940 Jauretche rompió con Dellepiane y del Mazo, que se reincorporaron a la línea oficial de la UCR. FORJA se radicalizó así, dando lugar a elementos más nacionalistas. Raúl Scalabrini Ortiz, siempre próximo al ideario del movimiento, se afilió a él, formando junto con Jauretche la dupla dirigente. Se apartaría nuevamente hacia 1943, dejando a Jauretche en solitario al frente. Su oposición al gobierno de Ramón Castillo fue vehemente, y aunque se mostró escéptico ante las intenciones de los militares que lo derrocaron, su firme posición de neutralidad frente a la Segunda Guerra Mundial hizo que saludara al gobierno de Pedro Pablo Ramírez con simpatía, y cuando el Grupo de Oficiales Unidos derrocó a su vez a Ramírez por ceder a las presiones estadounidenses y romper relaciones con el Eje, Jauretche se mostró próximo al ascendente coronel Juan Domingo Perón, Secretario de Trabajo y Previsión.
Aunque siempre crítico, adhirió al peronismo desde el 17 de octubre de 1945. Apoyado por Domingo Mercante, gobernador de la provincia de Buenos Aires, y próximo al programa económico de Miguel Miranda, que promovía un proyecto de industrialización acelerada fomentado por el estado, con la idea de emplear los excelentes réditos del modelo agroexportador durante la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial para transformar el perfil productivo del país, fue nombrado presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires en 1946, cargo desde el cual desarrolló una política crediticia generosa con los proyectos de industrialización y que ocuparía hasta 1951 en que fue despedido cuando la Comisión Visca supo que el Banco había otorgado un crédito de 216 millones de pesos a La Prensa para comprar una rotativa.
Producida la Revolución Libertadora que derrocó al presidente Juan Domingo Perón, su sobrino Ernesto Jauretche rememoró que al saber la huida de Perón estaba furioso y vociferaba: "¡Hijo de puta, cobarde de mierda, nos deja solos.
No volvería a aparecer públicamente hasta que en 1955 la Revolución Libertadora derrocara a Perón; exento de las persecuciones políticas por haber estado apartado del gobierno en los últimos años, fundó el semanario El '45 para defender lo que consideraba los 10 años de gobierno popular, criticando duramente la acción política, económica y social del régimen de facto, pero fue clausurado al tercer número. Colaboró en los Semanarios "Azul y Blanco" y "Segunda República" (entre 1955-70). En 1956 publicaría el ensayo El Plan Prebisch: retorno al coloniaje, criticando el informe que Raúl Prebisch, secretario de la Comisión Económica para América Latina (C.E.P.A.L.), había hecho a pedido del régimen de Pedro Eugenio Aramburu. La dureza de su oposición le valdría la persecución política y el exilio en Montevideo.
Desde el extranjero publicó en 1957 Los profetas del odio, un polémico estudio sobre las relaciones de clase en Argentina a partir del ascenso del peronismo en el cual criticaba varias aproximaciones a la historia política argentina que gozaban de considerable ascendiente, en especial la de Ezequiel Martínez Estrada. Estrada, autor de análisis bio-sociológicos en su premiada Radiografía de la pampa de la década del '30 —que, en la línea del Facundo sarmientino, sugería que la geografía argentina imponía a sus habitantes una vida inconexa con el flujo histórico—, había publicado con el título de ¿Qué es esto? un análisis demoledor del peronismo, en el que calificaba a Perón de encantador de serpientes, y sostenía que el modelo político del peronismo había instigado las "bajas pasiones populares", la venalidad y la "pornocracia". Jaureteche interpretó estas alusiones como expresiones de los prejuicios de la clase media intelectual, irritada por la irrupción de actores novedosos en un ambiente político que había sido exclusivo de la burguesía desde la generación del '80; aunque los intereses materiales de esta clase estuviesen ligados al desarrollo de una densa capa de consumidores, sus hábitos le imponían una espontánea reticencia —casi racista; la asimilación de la tilinguería con el racismo es explícita en su obra— hacia los hábitos de las clases populares, una "miopía" que Jauretche criticaría reiteradamente en sus sucesivas obras. También contra la representación que la clase media hacía de la organización peronista como motivada por el "resentimiento" contra los más pudientes se quejaba en una amistosa carta al científico y escritor Ernesto Sabato, en la que afirmaba
Lo que movilizó las masas hacia Perón no fue el resentimiento, fue la esperanza. Recuerde usted aquellas multitudes de octubre del '45, dueñas de la ciudad durante dos días, que no rompieron una vidriera y cuyo mayor crimen fue lavarse los pies en la Plaza de Mayo, provocando la indignación de la señora de Oyuela, rodeada de artefactos sanitarios. Recuerde esas multitudes, aún en circunstancias trágicas y las recordará siempre cantando en coro —cosa absolutamente inusitada entre nosotros— y tan cantores todavía, que les han tenido que prohibir el canto por decreto-ley. No eran resentidos. Eran criollos alegres porque podían tirar las alpargatas para comprar zapatos y hasta libros, discos fonográficos, veranear, concurrir a los restaurantes, tener seguro el pan y el techo y asomar siquiera a formas de vida "occidentales" que hasta entonces les habían sido negadas.
Jauretche, Los profetas del odio
La propuesta de Jauretche era de integración, en la medida en que los intereses comunes de burguesía y proletariado están en el desarrollo de una sólida economía nacional. Esta posición, difícil de reconciliar con el populismo peronista, le granjeó a la vez la enemistad de los liberales y la de la dirigencia del justicialismo; el mismo Perón lo detestaba con cordialidad. En Los profetas del odio esbozaría por primera vez su representación de lo que entendía como la principal oposición al desarrollo nacional, la intelligentsia liberal y cosmopolita, que fascinada con la cultura europea intentaría aplicarla acríticamente a la situación argentina, sin ser consciente de las diferencias históricas y de las distintas posiciones en la articulación internacional de la economía que los continentes ocupan.
El naciente revisionismo histórico se aliaría en la obra de Jauretche con su interpretación de la realidad contemporánea. Aunque autores revisionistas venían propugnando una reinterpretación de la historia argentina —criticando la visión canónica, consagrada sobre todo por Bartolomé Mitre y Sarmiento, que había representado el desarrollo nacional en términos de la oposición entre civilización y barbarie— ya desde la década del '30, no sería hasta que la Revolución Libertadora identificara explícitamente a Perón con Juan Manuel de Rosas que la misma comenzaría a cobrar fuerza. Así como los partidarios de Aramburu habían identificado el golpe contra Perón como "un nuevo Caseros", los historiadores revisionistas recogerían el guante, pero viendo en Caseros el comienzo de un fracaso histórico, que el gobierno de Rosas habría mantenido a raya sintetizando en la medida de lo posible los intereses de las distintas clases:
La Línea Mayo-Caseros ha sido el mejor instrumento para provocar las analogías que establecen entre el pasado y el presente la comprensión histórica (...) ¡Flor de revisionistas estos Libertadores! Así bastó que nos demostrasen que esto era el nuevo Caseros, para que mis paisanos se dieran cuenta, una vez por todas, de lo que fue el otro. Y una dosis un poco masiva de cipayismo para que mis paisanos se anoticiaran definitivamente de lo que significaron las tropas brasileñas desfilando a la vanguardia —más visibles pero menos ruidosas que las espoletas— del otro ejército libertador.
Jauretche, Aprendamos a leer los diarios
La obra de Jauretche —y la intelectualidad forjista en general— fue uno de los ejes claves para la transformación del revisionismo histórico, que de aliarse con el nacionalismo de cuño aristocrático y criollista en las décadas precedentes —cuando la identidad nacional se construía en la oposición simultánea al capital británico y a la inmigración europea, repudiada por la base liberal de la política que le había abierto las puertas del país— pasó a repensarse como expresión de lo popular en sentido amplio, integrando las protestas del movimiento obrero a la tradición montonera. En el gobierno de Perón consideraciones pragmáticas habían detenido el replanteo, preconizado por José María Rosa y otros precursores; caído éste, la politización de la interpretación histórica se haría patente, siguiendo el curso marcado por la profunda radicalización política y cultural de la época.
En 1959 Jauretche publicó Política Nacional y Revisionismo Histórico, donde elaboró su propia posición en el seno de una corriente revisionista profundamente dividida, tanto con respecto a su relación con las bases que lo habían hecho posible en las décadas precedentes como con respecto a las cuestiones propiamente históricas. En esa obra hacía una balance relativamente generoso de la figura de Rosas, a la que consideraba la "síntesis posible" de la situación de la época, y relativamente crítico de los caudillos federales del interior; con ello marcaba su diferencia con la postura de Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós o Rodolfo Ortega Peña, que expresaban a la vez una crítica del rosismo —entendido como una versión atenuada del centralismo del puerto— y un fuerte temor a la raigambre atávica del nacionalismo tradicionalista, en el que veían no pocos rasgos del fascismo. En la división entre revisionistas y críticos del revisionismo, que en buena medida fue transversal a la de izquierda y derecha, Jauretche adoptó decididamente la primera vertiente.
Mientras tanto, y abogando por cualquier medio que permitiera interrumpir la continuidad de la Revolución Libertadora, siguió la línea de Perón, en el marco del acuerdo general del peronismo con la Unión Cívica Radical Intransigente, al propiciar el voto a Arturo Frondizi. Durante la presidencia de Frondizi fue, sin embargo, sumamente crítico con su programa desarrollista y con su impulso a la inversión extranjera, especialmente en materia petrolífera, en conjunto con la ruptura del acuerdo hecho con Perón por el cual bajo su gobierno se garantizaría el levantamiento de la proscripción que se le mantenía desde la Revolución Libertadora. Al no respetarse esto, en 1961 se postuló a senador nacional, en una reñida elección en la que varios candidatos se dividieron los votos del peronismo, consagrándose finalmente el socialista Alfredo Palacios. En la cultura general la banda de rock Los Piojos le escribió un tema llamado San Jauretche, que habla de la sociedad argentina y como la había explicado Arturo Jauretche.
El agotamiento de sus posibilidades políticas indujo a Jaureteche a retomar la pluma, que se caracterizó por su contenido populista; en la década del '60 publicaría con frecuencia e intensidad, tanto en revistas y periódicos como en volúmenes de ensayo que resultarán grandes éxitos de público. En 1962 apareció Forja y la Década Infame, dos años más tarde Filo, contrafilo y punta, y en 1966 El medio pelo en la sociedad argentina, una punzante interpelación a la clase media que tiene inmediata repercusión. Su afinidad con la CGT de los Argentinos lo lleva a sumarse a la Comisión de Afirmación Nacional de la Central.
En 1968 publica su Manual de zonceras argentinas, un listado de ideas negativas sobre su propio país que generalmente tienen los argentinos. Éstas, afirmaba, serían introducidas en la conciencia de todos los ciudadanos desde la educación primaria y sostenidas posteriormente por medio de la prensa. Frases como la sarmientina El mal que aqueja a la Argentina es la extensión, más la dicotomía "civilización o barbarie" (según Jauretche, la madre que las parió a todas las zonceras) y similares, según Jauretche, llevan a la limitación de las posibilidades de la Argentina de realizarse en forma autónoma.
En 1972 publica De memoria. Pantalones cortos. Era el primer tomo de una trilogía que debía rescatar los recuerdos de su vida y las enseñanzas políticas y nacionales que ésta la fue dejando. Este primer tomo, que reúne sus recuerdos de infancia en Lincoln, provincia de Buenos Aires, fue el único que publicó. La muerte le impidió publicar sus continuaciones.
Sobre su capacidad de crear o adaptar términos para definir actitudes políticas, él mismo escribió sobre las palabras cipayo, oligarca y vendepatria:
“Creo haber sido el inventor de la palabra ‘vendepatria’ o por lo menos de su divulgación inicial, desde el semanario Señales. El uso de la expresión ‘oligarquía’ en la acepción hoy popular, así como las expresiones vendepatria y cipayo, las popularicé desde el periódico Señales y en otros de vida efímera en los años posteriores a la revolución de 1930.”

miércoles, 30 de octubre de 2013

Vida y obra de Alfonsín, el presidente de la democracia.

Raúl Ricardo Alfonsín nació el 12 de marzo de 1927 en la localidad bonaerense de Chascomús, como el
mayor de los seis hijos de Raúl Serafín, un comerciante minorista de orígen español, y de Ana María Foulkes, descendiente de alemanes. Estudió en la Escuela Normal Regional de Chascomús y en el Liceo Militar General San Martín, donde tuvo como compañeros de clase a los futuros dictadores Jorge Rafael Videla y Leopoldo Fortunato Galtieri.

En 1949 se casó con María Lorenza Barreneche, con quien luego tendría seis hijos: Raúl Felipe, Ana María, Ricardo Luis, Marcela, María Inés y Javier Ignacio. Al año siguiente, en 1950, se recibió de abogado en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Plata. Fue el mismo año en el que comenzó a militar en el Movimiento de Intransigencia y Renovación de la Unión Cívica Radical. 

Sobre el ocaso del primer gobierno peronista, en 1954, fue electo concejal por Chascomús, pero al año siguiente lo metió preso la Revolución Libertadora. Durante los mandatos de los presidentes radicales Arturo Frondizi y Arturo Umberto Illia pasó primero de diputado provincial, a diputado nacional, a Vicepresidente de bloque y terminó presidiendo el Comité bonaerense de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP). Por reabrir el comité provincial en 1966, en plena dictadura de Juan Carlos Onganía, estuvo preso un breve tiempo.

Sin embargo, sólo comenzó a destacarse en política a principios de los '70, cuando creó el Movimiento de Renovación y Cambio. Se trataba una línea del radicalismo apoyada por la militancia universitaria, con una propuesta socialdemocráta, nacional y popular, pero alejada del peronismo y de la violencia política. Allí conoció a muchos radicales que luego serían célebres, como Federico Storani, Leopoldo Moreau y Enrique "Coti" Nosiglia.

Alfonsín perdió la interna con Ricardo Balbín, aunque consiguió la banca de diputado una vez más en 1973. Con el aumento de la violencia del gobierno de Perón e Isabel, fue uno de los fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Desde allí, en su rol de abogado, defendió a opositores políticos perseguidos y presentó habeas corpus por los desaparecidos, lo que implicaba poner en riesgo su propia vida.

También fue uno de los pocos que se opuso a la Guerra de Malvinas que marcó el principio del fin de la última dictadura militar, lo cual comenzó a cimentar su popularidad: Alfonsín arrasó primero en la interna contra Fernando De la Rua, y el 30 de octubre de 1983 se impuso al candidato peronista Ítalo Luder con el 51,7% de los votos contra el 40% del PJ.

Ni bien comenzó su gobierno, como había prometido en campaña, anuló la autoamnistía dictada por los militares y creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) a fin de investigar los crímenes cometidos por las tres juntas de la dictadura. En 1984 se publicó Nunca Más, el informe de dicha investigación, y a fines del año siguiente se condenó a cinco mandatarios militares a penas que iban de cuatro años a la reclusión perpetua.

Lo que fue en un principio la principal fortaleza de su gestión, terminaría siendo su mayor debilidad. La amenaza de golpe de estado de los militares era constante y lo obligó a firmar la ley de Punto Final, pero no fue suficiente: ante el levantamiento carapintada de Semana Santa de 1987 se vio sin apoyo militar alguno, y para evitar una guerra civil debió promover la ley de Obediencia Debida. Fue el "Felices Pascuas" y el comienzo del declive de su gobierno.

Sin embargo, fue la economía que terminó de sepultar a Alfonsín. Los buenos comienzos del Plan Austral quedaron opacados por la creciente inflación y la falta de fondos estatales. La oposición del peronismo y del propio radicalismo le impidió emprender las privatizaciones que luego se harían en los '90.

El Plan Primavera fue un último manotazo de ahogado que terminó hundido entre la hiperinflación, la corrida contra el dólar, el aumento de la pobreza y los saqueos. Las elecciones presidenciales se adelantaron al 14 de mayo de 1989 y Alfonsín renunció antes de tiempo, el 9 de julio, para ceder lugar al ganador Carlos Saúl Menem. 

La debilidad electoral del radicalismo lo obligó a acordar el Pacto de Olivos con Menem, que permitió la reforma constitucional de 1994 y la posterior reelección presidencial. Para enfrentar la creciente popularidad del menemismo fue el principal impulsor de la Alianza entre la UCR y el FREPASO. Si bien al principio apoyó la unidad del gobierno de De la Rua, se fue distanciando a medida que entraba en el caos de 2001. Ese mismo año fue electo senador por la provincia de Buenos Aires, y votó la presidencia provisional de Eduardo Duhalde.

Desde entonces se dedicó a preservar su salud (sufrió un accidente automovilístico en 1999) y a bregar por la reconstrucción del radicalismo. Fue el protagonista principal del  25º aniversario del retorno a la democracia, una palabra que  ya no se puede separar de su nombre. Queda como parte de su herencia, al igual que el juicio a las juntas, la ley de divorcio vincular o el reconocimiento de la deuda externa.
Falleció a los 82 años, el 31 de marzo de 2009, debido a un cáncer de pulmón y luego que su salud se viera agravada, en sus últimos días, por una neumonía broncoaspirativa.

El Gobierno de Argentina decretó tres días de duelo nacional por el fallecimiento y sus restos fueron velados desde primeras horas del 1 de abril de 2009 en el Salón Azul del Congreso Nacional al que concurrieron además de autoridades y políticos de distintos partidos un número aproximado de 80.000 personas que debió esperar en fila entre cinco y seis horas. Entre las autoridades políticas que participaron del acto se encontraban los ex presidentes Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Fernando De la Rúa y Néstor Kirchner; la presidenta Cristina Fernández no pudo estar presente por encontrarse en la Cumbre del G-20 de Londres.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Coronel Don Martiniano Chilavert:Una vida ejemplar y una muerte honorable...

El coronel Martiniano Chilavert, héroe de Ituzaingó, prestó servicio bastantes años en el Partido Unitario al mando del General Juan Lavalle y sus aliados Colorados en Montevideo. Durante mucho tiempo estuvo haciéndole la guerra al Partido Federal y a su jefe Rosas cuando realmente cayó en si que no estaba atacando a un partido sino a la Confederación Argentina.

Lo refutan estas palabras de Chilavert a Fructuoso Rivera, jefe del Partido Colorado aliado de Lavalle:
“Hace tiempo que veo que la guerra que Ud. hace no es a Rosas sino a la República Argentina, ya que su lucha es una cadena de coaliciones con el extranjero. De resultas de ello Argentina ha sido ultrajada en su soberanía, favoreciendo esto a Rosas ya que la opinión pública ve amenazada la Patria”.

En estos tiempos Chilavert se enteró del combate de la Vuelta de Obligado, en la cual la Confederación Argentina se impuso ante una flota coligada franco británica que atacó el territorio argentino. Así fue que, aunque opositor político decidido de Juan Manuel de Rosas en abril de 1846 le ofreció humildemente sus servicios, “por ser opuesto a mis principios combatir contra mi país unido a fuerzas extranjeras, sea cual fuera la naturaleza del gobierno que lo rige”.

En mayo escribió, al general federal-oriental aliado de Rosas, Manuel Oribe:
“El cañón de Obligado contestó a tan insolentes provocaciones. Su estruendo resonó en mi corazón. Desde ese instante un solo deseo me anima: el de servir a mi patria en esta lucha de justicia y de gloria para ella.”… En esto también, Chilavert compartía las ideas de su formador y líder el general Don José de San Martín.

Chilavert privilegiaba la defensa de la Patria más allá de los intereses de facción. El 11 de mayo del año 1846, Chilavert se dirigía desde San Lorenzo (Río Grande) al general Oribe, pidiendo el honor de servir a su patria, en los términos siguientes:
“En todas las posiciones en que el destino me ha colocado, el amor a mi país ha sido el sentimiento más enérgico de mi corazón. Su honor y su dignidad me merecen religioso respeto. Considero el más espantoso crimen llevar contra él las armas del extranjero. Vergüenza y oprobio recogerá el que así proceda; y en su conciencia llevará eternamente un acusador implacable que sin cesar le repetirá: traidor! traidor! Traidor!”

“Conducido por estas convicciones me reputé desligado del partido al que servía, tan luego como la intervención binaria de la Inglaterra y de la Francia se realizó en los negocios del Plata… Me impuse de las ultrajantes condiciones a que pretenden sujetar a mi país los poderosos interventores, y del modo inicuo como se había tomado su escuadra. Ví también propagadas doctrinas a las que deben sacrificarse el honor y el porvenir de mi país. La disolución misma de su nacionalidad se establece como principio. El cañón de Obligado contestó a tan insolentes provocaciones. Su estruendo resonó en mi corazón. Desde ese instante un solo deseo me anima: el de servir a mi patria en esta lucha de justicia y de gloria para ella.”

“Todos los recuerdos de nuestra inmortal revolución, en que fui formado, se agolpan. Si, es mi patria… anunciándose al mundo por esta verdad: existo por mi propia fuerza. Irritada ahora por injustas ofensas acredita que podrá quizás ser vencida, pero que dejará por trofeos una tumba, flotando en un océano de sangre y alumbrada por las llamas de sus Lares incendiados.”

Al recibir su despacho de Coronel de Artillería de la Confederación, expresó:
“Lo felicito por su heroica resolución, y oro por la conservación del gobierno que tan dignamente la representa, y para que lo colme del espíritu de sabiduría. Al ofrecer al gobierno de mi país mis débiles servicios por la benévola mediación de V.E., nada me reservo. Lo único que pido es que se me conceda el más completo y silencioso olvido sobre lo pasado.”

A comienzos de 1847 regresó a Buenos Aires y se dedicó a reorganizar el cuerpo de artillería. Por supuesto, los unitarios lo llamarían traidor. En cartas a Juan Bautista Alberdi y otros prohombres de la oposición, se defendió con energía; pero no pudo convencerlos de seguirlo.

En 1851 tenía el comando del Regimiento de artillería ligera. En octubre de ese año, con muchos otros jefes, reiteró su adhesión al Gobierno, amenazado por el pronunciamiento de Urquiza.

Organizado el ejército federal por Ángel Pacheco, Chilavert tomó el mando en jefe de la artillería. Integró la famosa junta de guerra que reunió a los jefes federales la noche anterior a Caseros en donde reclamó la batalla contra el invasor, diciendo, que él no sabría dónde ocultar su espada si había de envainarla sin combatir con el enemigo que estaba enfrente y que en cuanto a él, acompañaría al gobierno de su patria hasta el último instante, porque así era cien veces gloriosa para él la muerte al pie de sus cañones combatiendo.

Cuando Rosas se enteró de lo que había acaecido en aquella junta de guerra, le tendió la mano al bravo coronel y le dijo:
“Coronel Chilavert, es Ud. un patriota; esta batalla será decisiva para todos. Urquiza, yo, o cualquier otro que prevalezca, deberá trabajar inmediatamente la Constitución Nacional sobre las bases existentes. Nuestro verdadero enemigo es Brasil, porque es un imperio.”

Chilavert propuso un plan de batalla, pero fue desoído. Ubicó su artillería en el palomar de Caseros donde emplazó treinta cañones que apuntaban directamente a las fuerzas brasileñas a las que le provocó numerosas bajas (Tanto es así, que el nombre de la batalla fue designado para homenajear a los invasores brasileños, ya que los jefes de ambos ejércitos -Rosas y Urquiza- se enfrentaron en Morón, así debió llamarse esa batalla).

En el conflicto que enfrentó a Rosas con Justo José de Urquiza y el Imperio del Brasil, dirigió todas las fuerzas de artillería de la Confederación en la batalla de Caseros. El historiador Adolfo Saldías así relata este hecho épico: “Haciendo fuego contra el grueso de las tropas invasoras brasileñas hasta agotar la munición. La última resistencia fue la de la artillería de Chilavert y la infantería de Díaz (también de origen unitario). Como se agotaron las municiones, mandó recoger los proyectiles del enemigo que estaban desparramados alrededor suyo y disparó con éstos. Y cuando no hubo nada más que disparar, finalmente la infantería brasileña pudo avanzar… y así terminó la batalla.”

Con tan sólo 300 artilleros soportó por todo el tiempo que duró la arremetida de casi 12.000 brasileños, hasta que la impresionante superioridad numérica y el agotamiento de las municiones rindieron al bravo coronel.

Habiendo tenido ocasión de escapar, permaneció sin embargo fumando tranquilamente al pie del último cañón, que él mismo disparó. Al ser tomado prisionero por el capitán de infantería José María Alaman, éste le tomó de la rienda el caballo que aquél montaba, Chilavert le apuntó con su pistola y le dijo: “Si me toca , señor oficial, le levanto la tapa de los sesos, pues yo lo que busco es un oficial superior a quien entregar mis armas”.

Poco después llegó el coronel Cayetano Virasoro, entonces al verlo de poncho de vicuña, Chilavert le expresó:“Señor comandante o coronel, me tiene Ud. a su disposición, previniéndole que sufro de hemorroides y antes de quitarme el caballo, hágame pegar cuatro tiros porque no puedo caminar.” No obstante esto, y contra la voluntad de Virasoro, Chilavert por expresa orden de Urquiza debió hacer una parte del trayecto a pie.

Desde el campo de Caseros fue conducido a Palermo, donde Urquiza había instalado su cuartel general, allí fue reconvenido por Urquiza por su “defección” del bando unitario, a lo que Chilavert respondió “Mil veces lo volvería a hacer”, lo que desató la ira de Urquiza que le espetó “vaya nomás…” y ordenó que se le pegaran cuatro tiros por la espalda, ejecución infamante que a modo de castigo se le propinaba a los cobardes y a los traidores.

El sargento mayor Modesto Rolón afirmó: “Recuerdo que el hombre iba con toda tranquilidad, pues lo llevaba a mi lado. Al llegar al paraje designado, le comuniqué la tremenda orden que portaba. Está bien, me contestó, permítame señor oficial, reconciliarme con Dios -y dio unos cuantos pasos rezando en voz baja- hasta que pasados algunos segundos dijo: estoy pronto, señor oficial, sacó su reloj y pidió lo entregasen a su hijo; se quitó asimismo su pequeño tirador y arrojándolo al suelo, manifestó que había en él algunos cigarros y un poco de dinero. También regaló a los soldados su poncho y sombrero, pidiéndoles no le destrozaran la cabeza.”

Llevado al paredón y cuando un oficial quiso ponerlo de espaldas para cumplir las órdenes de Urquiza, lo rechazó de un violento bofetón y luego mirando fijamente al pelotón les gritó: “tirad, tirad aquí, que así mueren los hombres como yo!”.

El pelotón bajo sus armas. El oficial los contuvo. Sonó un tiro y Chilavert tambaleó y su rostro se cubrió de sangre, pero manteniéndose de pie les repitió a los gritos: “tirad, tirad al pecho!”. El oficial y sus soldados quisieron asegurar a la víctima y se produjo una lucha salvaje, espantosa: las bayonetas, las culatas y la espada fueron los instrumentos de martirio que finalmente vencieron a aquel león. Envuelto en su sangre, con la cabeza partida de un hachazo y todo su cuerpo convulsionado por la agonía, hizo aún ademán de llevarse la mano al pecho.

Esto sucedió el 4 de febrero de 1852, al otro día de la batalla de Caseros y desmentían groseramente la frase de “Ni vencedores ni vencidos” que tan mendazmente había proclamado Urquiza, quien no ahorró sangre de los vencidos y vayan como ejemplo los ahorcados de la división de Aquino; (Esta división estaba compuesta de más de 800 hombres que pertenecían al ejército federal de Manuel Oribe y que al ser derrotado éste, fueron incorporados por Urquiza, de manera forzada al llamado “Ejército Grande”. Los levados al arribar a suelo argentino se sublevaron dando muerte al Cnl Pedro León Aquino, que los comandaba por imposición de Urquiza, y fueron a Luján a reunirse con sus camaradas federales.

Chilavert fue fusilado por un pelotón del batallón mandado por el coronel Cayetano Virasoro. El anciano Francisco Castellote y su hijo Pedro, padre y hermano políticos de Chilavert, fueron a implorar a Urquiza la vida del sentenciado a muerte, pero Urquiza fue insensible al dolor, inclusive le negó cristiana sepultura exponiendo sus restos a la descomposición de su carne, sólo después de unos días les entregó el cadáver destrozado del heroico artillero.

Martiniano Chilavert fue un paradigma de héroe porque a su coraje personal (indispensable en esos tiempos) unió un talento y una preparación profesional y científica que lo convirtió en un artillero de excepción en una época en que no abundaban quienes se dedicaran a menesteres tan complejos. Sin embargo, la historia “oficial” o liberal, como quiera llamarse, puso en práctica su remanido y deleznable método de borrar de sus anales la memoria del héroe ya que para ellos Chilavert “sacó los pies del plato”… y todo porque tuvo la dignidad suficiente para no actuar como un traidor a su Patria.

Actualmente sus restos descansan en el cementerio de La Recoleta, en Buenos Aires, en una bóveda de la familia del coronel Argüello.

viernes, 20 de septiembre de 2013

20 de septiembre: Día Nacional del Caballo



Esta fecha es un homenaje a la participación del equino en la organización histórica, económica y en la vida deportiva de la Argentina.
Se trata de una iniciativa propuesta por la Federación Ecuestre Argentina, que centra el festejo en esta fecha en recuerdo de la llegada de Aimé Félix Tschiffely a Nueva York.Este jinete suizo realizó un intenso itinerario por la geografía americana, en un recorrido que se prolongó desde abril de 1925 hasta septiembre de 1928 y que le permitió demostrar la resistencia de los caballos criollos.

En el establecimiento ¨El Cardal¨ en Ayacucho, perteneciente al Dr. Emilio Solanet, paladín del caballo criollo al que rescató del olvido y el menosprecio. Fue fundador y Presidente de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos, y allí, en ese su establecimiento, nacieron sus famosos MANCHA y GATO. Un 23 de abril de 1925 guiados por el profesor Aimé Tschiffely, partieron desde la Sociedad Rural Argentina en Palermo, estos dos criollitos rumbo a Nueva York. Este audaz caballero nacido en Suiza pero educado en Inglaterra se desempeñaba como profesor de Educación Física e Inglés en el colegio Saint George de Quilmes. Cuenta Don Gilberto Montagni quien se desempeñó como cabañero durante sesenta años en el establecimiento de Emilio Solanet, que cierto día apareció en la estancia un inglés medio loco¨ por Tschiffely que quería dos animales para ir a Estados Unidos.-

El doctor Solanet cedió a su insistencia y le entregó a Gato y Mancha, dos pingos un poco viejos. Pero llegaron justamente porque los caballos eran baquianos y sabían donde debían pisar y que comer, jamás hubiera tenido éxito con caballos jóvenes. Tres años después, el día 20 de septiembre de 1928 cruzaban la Isla de Manhattan para llegar al City Hall donde los esperaba el alcalde de la ciudad Mr. James Walker. ¨Quedé hechizado durante largo rato - expresa Tschiffely- miré a mis Caballitos Criollos y luego a esas enormes moles de Cemento y acero: uno, producto de las llanuras de la Patagonia, áridas y barridas por el viento; las otras, fruto del trabajo de cerebros humanos, de su iniciativa, ciencia y habilidad.

Antes de darme cuenta de ello, hablaba otra vez con mis caballos: Si viejos, esto es Nueva York, pero yo sé que las pampas argentinas los llaman. Tengan paciencia, los llevare de vuelta porque bien se lo merecen¨. Luego recorrieron la Quinta Avenida con el trafico suspendido en honor y llegaron al Cuartel de la Policía cerca del Central Park, donde los caballos fueron alojados.

Con esta hazaña se marco el récord universal alcanzado por los caballos, de altura: 5900 metros, temperatura: 18º C bajo Cero, distancia: 21.500 kms. Cubiertos en 504 etapas a razón de 42,6 km. pr día. Los dos Criollos fueron llevados repetidas veces de un clima extremo a otro, de zonas tropicales a desérticas. En su camino fueron tomando agua y pastos buenos y malos, asimilándolos admirablemente hasta demostrar sus extraordinarias condiciones de sobriedad, resistencia y rusticidad.


El 24 de abril de 1925 se inició en Buenos Aires una de las travesías más famosas del siglo. Dos caballos criollos, Mancha y Gato, guiados por el profesor suizo Aimé Tschiffely recorrieron los 21500 Km (4300 leguas) que separan a la ciudad de Buenos Aires de Nueva York y conquistaron el récord mundial de distancia y altura, al alcanzar 5900 m. s. n. m. en el paso El Cóndor, entre Potosí y Chaliapata (Bolivia).
El viaje se desarrolló en 504 etapas con un promedio de 46,2 Km por día. Los caballos, animales tehuelches comprados al cacique Liempichín en Chubut por Emilio Solanet, a la avanzada edad de 18 años, probaron que la raza criolla tiene ejemplares insuperables para los trabajos de campos, rudo oficio donde las líneas elegantes son inútiles.
Durante el viaje cruzaron varias veces la Cordillera de los Andes, y fue en esos cruces donde mayores dificultades encontraron. El escabroso terreno se eleva a más de 5500 m y la temperatura llega a 18° bajo cero.







El diario La Nación, junto a otros medios, siguió desde sus páginas al valiente aventurero y sus caballos. Algunas de las líneas decían así: "En Huarmey el guía no pudo más, ni sus bestias. Los dos criollos Mancha y Gato se revolcaron, tomaron agua y después se volcaron al pasto con apetitos de leones. De Huarmey a Casma, 30 leguas, calores colosales…¡52 grados a la sombra!… sin agua, ni forraje, arena, arena, arena. Los cascos se hundían permanentemente de 6 a 15 pulgadas en la arena candente…".
Y en la editorial del 23 de septiembre de 1928 quedó patentado el logro: después de más de tres años y cinco meses, Aimé montado en Mancha, su fiel compañero (Gato tuvo que quedarse en la Ciudad de México al ser lastimado por la coz de una mula), logró la hazaña: "Al llegar a la Quinta Avenida de Nueva York llevaba en los cascos de su caballo criollo el polvo de veinte naciones atravesadas de punta a punta, en un trayecto más largo y rudo que el de ningún conquistador, y sobre su pecho, en moño blanco y celeste, bien ganados como una condecoración, los colores argentinos".







Aquellos dos fieles equinos, Gato y Mancha, que hoy descansan en la estancia El Cardal junto a los restos del andariego profesor extranjero que los llevó por horizontes lejanos a la Argentina, son un símbolo de la entrega y la fidelidad del caballo a las causas nobles que hicieron historia

Ya Charles Darwin, en su visita por nuestro territorio, ponderaba la habilidad de los jinetes y la calidad de nuestros caballos, pero un 24 de abril de 1925 el Caballo Criollo entraría en la historia, pues desde Buenos Aires comenzaba una de las travesías más famosas del siglo.

Ayacucho, 1880. Don Felipe Solanet y su señora Emilia G. Testevín fundan la estancia "El Cardal". En 1911, el Dr. Emilio Solanet, selecciona y trae del sudoeste del Chubut un notable lote de padrillos y yeguas indias de las manadas criollas marca del Corazón, célebres animales pertenecientes a la tribu de los indios tehuelches Liempichún.
El propulsor y creador de la raza Criolla: Emilio Solanet, le regala dos caballos al profesor suizo Aimé Félix Tschiffely: Gato (16) y Mancha (15).

Partieron desde la Sociedad Rural, en Palermo.
"Son conocidos los antecedentes de los señores Pedro y Emilio Solanet como criadores del caballo criollo. Trajeron del extremo sur de la república, un lote selecto de yeguas indias, y sobre esta base formaron un plantel de animales cuyos descendientes son los campeones actuales. Salvaron así, una raza útil que desaparecía olvidada entre los indios". La Nación, 20 de Agosto de 1925. Tschiffely estaba convencido de la fortaleza de los rústicos y nada estilizados caballos criollos, y quería demostrarlo.
"Mancha era un excelente perro guardián: estaba siempre alerta, desconfiaba de los extraños y no permitía que hombre alguno, aparte de mí mismo, lo montase... Si los extraños se le acercaban, hacía una buena advertencia levantando la pata, echando hacia atrás las orejas y demostrando que estaba listo para morder... Gato era un caballo de carácter muy distinto.


"Mis dos caballos me querían tanto que nunca debí atarlos, y hasta cuando dormía en alguna choza solitaria, sencillamente los dejaba sueltos, seguro de que nunca se alejarían más de algunos metros y de que me aguardarían en la puerta a la mañana siguiente, cuando me saludaban con un cordial relincho".
Tschiffely tuvo que resignarse a no llevar carpa, ya que las que se podían conseguir por aquellos tiempos eran muy pesadas.

martes, 10 de septiembre de 2013

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO PADRE DE LA EDUCACIÓN

Cuando Domingo Faustino Sarmiento asumió la presidencia de la Nación, en 1868, la realidad del país distaba de ser pujante y alentadora.
La extensa superficie argentina estaba casi incomunicada, con pocos ferrocarriles y escasos telégrafos. Tan sólo el ganado vacuno se paseaba mansamente de un lado a otro, pues ni siquiera había alambrados.
La educación no era fomentada, mucho menos la inmigración, y la misma suerte corría la capacitación científica.
Las Fuerzas Armadas, por su parte, no estaban centralizadas, sino a merced de los caudillos, que se manejaban a su antojo dentro de sus territorios.
Según Sarmiento, estas eran las principales causas de la barbarie que reinaba en el país. Hombre inteligente y enérgico, él tenía el diagnóstico, pero… ¿tenía la cura?
Ponete el traje de prócer, trasladate un siglo y medio hacia el pasado, y enterate cómo la escuela llegó al poder.

La mirada hacia el Norte
Tres años antes de llegar a la presidencia, Sarmiento representaba a nuestro país en los Estados Unidos, bajo el cargo de Ministro Plenipotenciario.
Allí forjó su visión sobre el rumbo que, según él, debía seguir la Argentina. Se maravilló por el funcionamiento de una nación repleta de ferrocarriles, y con inmigrantes que llegaban de todas partes del mundo.
Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue el alto nivel educativo. Era tanta su admiración que luego, cuando llegó a la presidencia, contrató a 65 docentes norteamericanas para que ayudaran a mejorar nuestras escuelas.

De alumno a presidente
En 1868, ya de regreso por nuestros pagos, los miembros del ejército y algunos líderes políticos le propusieron ocupar el cargo de presidente, para reemplazar a Bartolomé Mitre.
En esa época no se votaba como lo hacen hoy tus papás: el voto no era universal, secreto ni obligatorio.
Como había estado mucho tiempo fuera del país, muchos desconocían sus propuestas, pero Sarmiento prometió invertir en educación para civilizar el país. ¿Si cumplió? En 1852, sólo 20 escuelas eran solventadas por el gobierno de Buenos Aires y aun menos en las demás provincias. Para 1874, cuando terminó su mandato, se habían construido 1.117 escuelas públicas e inaugurado más de un centenar de bibliotecas populares.

¡Alambren el país!
La falta de educación era uno de los grandes problemas, pero no el único. Donde más se reflejaba la ausencia del Estado era en el campo: había grandes extensiones de tierra sin deslinde ni propietarios, que eran gobernadas por caudillos.
Para contrarrestar la ausencia estatal, el presidente Sarmiento incentivó la inmigración en las regiones despobladas. Por ejemplo: en Chivilcoy (Buenos Aires), aplicó el modelo de división de parcelas, introdujo nuevos cultivos y recibió a 20.000 extranjeros.

Rumbo a la civilización
El aislamiento generado por la falta de herramientas de comunicación y transporte (barcos de vapor, servicios de correos o telégrafos) era otra de las preocupaciones de Sarmiento como presidente.
El país estaba incomunicado internamente y también externamente. Pero gracias a la visión y pujanza de Sarmiento, la Argentina se convirtió en el país sudamericano con más ferrocarriles. ¡Y no sólo eso! También pasó a la vanguardia en líneas telegráficas, al extender un cable a Europa y a Estados Unidos.
Tampoco se olvidó de la ciencia: en su mandato se creó el Observatorio Astronómico de Córdoba.

Después de seis años como presidente, fue reemplazado por Nicolás Avellaneda. Pasado el tiempo, Domingo Faustino Sarmiento se exilió en Paraguay hasta el día de su muerte: el 11 de septiembre de 1888, fecha en que lo recordamos por ser el presidente que más hizo por la educación. ¡Gracias, maestro!

lunes, 26 de agosto de 2013

93 AÑOS DE RADIO Y REPARACIÓN HISTÓRICA A CARLOS DI SARLI


JUEVES 29 de Agosto, 18 hs
SALÓN DE LOS PASOS PERDIDOS, 
                             CONGRESO DE LA NACIÓN

El CEDICUPO (Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina) tiene el agrado de comunicar su próxima celebración del 93º Aniversario de la Radiofonía y Reparación Histórica de Carlos Di Sarli a realizarse el próximo 29 de Agosto a las 18 hs en el Salón de los Pasos Perdidos en el Congreso de la Nación.
Se trata de una iniciativa del empresario y productor cultural José A. L. Valle que en conjunto con esta entidad, la Diputada Nacional Virginia Linares y la adhesión del presidente de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación Julián Domínguez, han logrado llevar al recinto mayor de la Democracia para darle al medio y las personalidades homenajeadas el marco que se merecen.
Se reconocerá la trayectoria de íconos de la radio, entre ellos Jorge “Cacho” Fontana, Antonio Carrizo, Lionel Godoy, Nora Perlé, Osvaldo Príncipi, Luis Landriscina, Horacio Pagani, Anselmo Marini, Hernan Santos Nicolini, Dante Zavatarelli, Abel Palermo, Marcelo Guaita, Osvaldo Guerra (quien lleva 35 años junto al fútbol de ascenso), Ernesto Pereyra (Pirincho), Donna Caroll, Pedro Domingo Suero (Pelusa), Roberto Quirno y Víctor Buchino, un incansable luchador de nuestra música nacional. Asimismo, se distinguirá a LU2 Radio Bahía Blanca en el año de su 83 aniversario, la Academia Porteña del Lunfardo en su 50º Aniversario y a la Sociedad Argentina de Locutores que cumple 70 años desde su fundación, a programas radiales que han cultivado la cultura argentina durante largas generaciones en todos los ámbitos: deporte, música, política, etc. Algunos de ellos son: “La oral deportiva” (Radio Rivadavia, 80 años ininterrumpidos al aire), “Campeones en el Ring” (Cadena Eco, programa boxístico conducido por Domingo "Mingo” Rafaelli), “Ring side” (La Red, conducido por Carlos Irusta), “El sitio del Tango” (Radio General Belgrano, conducido por Fernando del Priore y Cynthia Semerilla), “Movida de tangos” (FM “La 2x4”, de Claudio Pereyra), “Por la vuelta” (FM “La 2x4”, de Luis Formento), “El Arranque” (FM “La 2x4”, de Luis Tarantino) "Aire de Barrios" (Radio Activa de Concordia, Entre Ríos, conducido por Susana Cristina Barrios).
Asimismo, se llevará a cabo la Reparación Histórica merecida a la figura de Carlos Di Sarli. Para ello, sus hijas y viuda, María Amelia Gómez de Di Sarli, estarán presentes cerrando así el círculo de homenajes al maestro iniciado hace tres años en su ciudad natal que incluyó la Fundación de monumentos y plaqueta en su honor, el Festival Nacional de Tango de Bahía Blanca que lleva su nombre, funciones con su obra en el Festival y Mundial de Tango de la Ciudad de Buenos Aires, la edición de un documental audiovisual con su vida y obra dirigido por Alberto Freinquel y de la primera biografía del músico escrita por Eduardo Giorlandini, Gabriela Biondo y José Valle. La conducción estará a cargo de Juan Imperial y dentro del mismo evento podrá disfrutarse de números artísticos nacionales a cargo de “Muñecas Bravas” (Gaby "la voz sensual del Tango", Geraldine Trenza Cobre y Patricia Malanca), Florencia Albanesi, Roberto Bascoy, Pablo Gibelli, Valeria Cotado con Eduardo Rotela y las parejas de baile de Jesús Velázquez-Mariana Castro y Natalia Gastaminza-Gustavo Rodríguez.

viernes, 23 de agosto de 2013

JOSÉ S. ÁLVAREZ (FRAY MOCHO)

José Seferino Álvarez nació en Gualeguaychú, Entre Ríos, en 1858. Más conocido como Fray Mocho (por
su carácter frontal y bondadoso y porque tenía un hombro más alto que el otro, lo que lo hacía caminar medio ladeado), es el primer escritor profesional de la Argentina. Llegó a ser contemporáneo de Mitre y Sarmiento y escribió ensayos sobre los escritores más representativos de la época, como Quiroga e Ingenieros. Gaucho entrerriano, aprendiz en “Los campos floridos” -una estancia de Gualeguaychú- hasta los doce años, Álvarez representa al narrador oral por antonomasia. De hecho, sus cuentos se destacan por el vívido cuadro de costumbres del 900’ y por la reproducción del habla popular a través de diálogos, que leídos hoy todavía suenan naturales y espontáneos. Fue expulsado del histórico Colegio Nacional de Concepción del Uruguay donde sus padres lo habían enviado para finalizar sus estudios secundarios (que no concluyó), por una revuelta contra el Director. A los 21 años se instala en la Capital Federal y se transforma en periodista, al principio reportero y luego cronista policial, germinales de “Memorias de un vigilante”, uno de sus primeros libros importantes. Su obra puede situarse dentro del realismo criollo junto a la de Roberto Payró (sobre quien también escribió ensayos), derivada del naturalismo francés. Hay una influencia innegable del registro periodístico en sus narraciones, al menos en cuanto a la simplicidad del lenguaje y al hecho de ajustarse estrictamente a la historia. Viaje al país de los Matreros es una de sus obras más trascendentes. Verdadera colección de viñetas populares, describe con precisión diversas zonas de nuestra región y hay retratos admirables, realizados por ño Ciriaco y el Aguará, dos personajes que a la manera de Virgilio con el Dante, conducen al narrador -observador testigo-, por cada una de las historias o leyendas de fogón que el lector va descubriendo simultáneamente. Este procedimiento sumado a la “visualidad” propia del estilo de Fray Mocho nos retrotrae a esa época del culto al coraje (tan propio del criollo), a esas vidas, a esas historias y nos parece estar entre los pajonales, las flores de ceibo o los bañados, en compañía de los diversos animales del campo o del monte, que el texto va nombrando, presenciando una carneada, escuchando relatos de fugitivos perseguidos, constatando ya entonces la pobreza del interior enfrentada a la riqueza y oportunidades de la Capital. Fray Mocho nunca perdió el sentido del humor y ese tono aparece frecuentemente en las viñetas, muchas veces bajo la forma de dichos o refranes, como por ejemplo: “tiene más grasa que chaquetón de gallego”, “Dios lo guarde del agua mansa”; “aquí soy el aguará solitario, allá soy el loro barranquero”. Para este rescate, también seleccionamos textos de su primer libro, escrito en 1885, “Esmeraldas”, llamado así por el color erótico de sus narraciones; aunque leídas hoy resulten naif, no dejan de cuestionar, a través de un erotismo desprejuiciado ciertos valores e hipocresías que en algunos casos siguen vigentes. Además están muy bien escritas, son verdaderamente “picantes”, aún dentro de su inocencia, o, justamente, por su candor. Fue el creador de la célebre revista “Caras y Caretas”, donde aparecieron por primera vez célebres caricaturas de políticos y personajes de la “farándula” y todavía hoy se la sigue editando con ese mismo nombre. No he ofendido a nadie ni a nada, porque no quise dañar y porque tengo un corazón puro (testamentó Fray Mocho en la primera edición de En El Mar Austral (Crónica del sur sin haber viajado nunca al sur, a partir de relatos de marineros, contiene algunas de las descripciones más valoradas por la crítica, publicada fragmentariamente en http://www.tierradelfuego.org.ar/museo/mar-austral.htm). Y poco antes de su muerte le expresó a su mujer: Yo soy duro como el ñandubay de nuestra tierra. No me entra el hacha así nomás….Muero peleando…Mirá, m'hija, hay que jugarle risa a la vida. Le faltaban tres días para cumplir los cuarenta y cinco años, cuando falleció en Buenos Aires, el 23 de agosto de 1903. 

LA CARNEADA
 
Eran del dominio de la estancia, de la cual era asiento la ranchada, cuatro leguas de campo, sin división ninguna con los linderos, cuyas haciendas pastaban mezcladas en los confines, separándose sólo a la voz de los cuidadores en olas horas de repunte –la madrugada- o en caso de alguna recogida, acto que casi nunca se repetía en una semana: estancia había por allí, donde los troperos no llegaban sino una vez al año y solamente para ellos se paraba rodeo de extraordinario.
          En  aquellas alturas era tan conocido el alambrado, como lo es hoy una boleada de avestruces o una corrida de pato: por excepción se hallaba gente que hubiera oído hablar de cosa semejante.
          ¿Campo alambrado?...Si eso parecía no solamente una puerilidad sino también una meticulosidad de tendero metido a campesino: el espíritu criollo, creado y formado en la revuelta y el desorden, se revelaba todavía ante semejantes vallas puestas al capricho.
          Dominaba la creencia de que el hombre, como el pájaro, podía cruzar la llanura sin pedir permiso a nadie: el campo es libre, era la fórmula que expresaba este pensamiento, elevado a la categoría de ley en nuestro pueblo.
          Salimos de la casa –el capataz, dos peones y yo- seguidos por una nube de perros de todo pelaje y catadura, silenciosos y reservados como los gauchos con quienes vivían en comunidad: no eran perros retozones y bullangueros, sino reposados y graves, serios, poco expansivos, como cuadra a seres que miran la vida no como un beneficio, sino como una carga pesada.
          El día comenzaba a apuntar y la claridad rosada de la mañana ganaba terreno por minutos: el pasto brillaba con el rocío y hacía ruido de seda desplegada al rozar con el vaso de nuestras cabalgaduras.
          Mis pulmones estrechos de hombre de ciudad se dilataban y absorbían con delicia aquel buen aire fresco y vivificante, que parecía traer consigo el germen de todas las alegrías.
          Llegamos a los confines del dominio: las vacas pastaban diseminadas en la vasta llanura, quebrando con sus colores variados aquella monotonía del verde en todos sus matices y gradaciones, que castigaba la vista como una obsesión.
          Los peones se abrieron –marcharon una a la derecha y otro a la izquierda- seguida cada uno por los perros que les eran familiares: aquellos que se creían de más mérito, los más encumbrados ante su propio criterio, formaban la corte del capataz y quedaron con nosotros.
           Pronto oímos los gritos de los peones interrumpiendo el silencio del campo, que pesa sobre el ánimo y lo invita a uno a la meditación, a la absorción en sí mismo: el capataz a su vez lanzó un alarido terminado por una nota aguda, era la señal; comenzaba la recogida.
          Las vacas, hasta entonces impasibles, empezaron a moverse hacia el centro del campo apartándose voluntariamente de las del vecino, que las miraban como diciendo no es con nosotras la cosa y seguían filosóficamente su almuerzo, apenas interrumpido; las de la estancia, se movían obedeciendo a la voz de la costumbre y sobre todo, quizás, al miedo de los perros que las conocían y se encargaban de repetirles con sus ladridos y mordiscos, que ninguna vaca debe ser reacia al mandato del amo, ni desoír su voz cuando la llama al rodeo.
          Los toritos nuevos, orgullosos y altivos –como buenos jóvenes- se resistían de repente a la influencia de los perros: se empacaban, se daban vuelta hacia ellos y los desafiaban escarbando el suelo con aire bravío, mientras ensayaban la postura de una cornada furibunda.
          Los perros, acostumbrados a estas paradas falsas, a estas cóleras –simples y sencillos estallidos de un amor propio pueril y de una vanidosa altanería- los atropellaban despreciativos, saltando para agarrarles las orejas y con un buen mordisco enseñarles a conducirse con decencia y compostura.
          Nosotros galopábamos detrás de las filas de vacas que, al trote, y estimuladas por los ladridos y los gritos, se encaminaban hacia la parada habitual, que ya conocían –el rodeo- que no se diferenciaba del resto del campo, sino por ser un peladal circundado de cardo y abrojillo.
          De repente alguno de los perros la emprendía con una vaca que, cuidadosa de su cría, era algo más remisa, o con algún novillo corpulento que orgulloso de su apostura marchaba con menos premura y más coquetería: no faltaba un peón –ganoso de lucirse ante mí como jinete y mozo diablo- que les enderezara el caballo y con una pechada y dos o tres rebencazos, les curara sus veleidades revolucionarias.
          Llegamos al rodeo: allí, la hacienda comenzó a arremolinarse, mientras el capataz, al paso de su caballo, se mezclaba entre ella, la estudiaba, la penetraba con su ojo observador y perspicaz.
          Buscaba no solamente una ajena en buenas carnes –pues allí, según lo observé, todo el mundo era cuatrero y nadie carneaba de lo suyo sino en caso muy excepcional-, sino también algún animal abichado a quien fuera necesario darle vuelta la pisada para curarlo.
          Luego que el capataz encontraba uno, miraba donde pisaba , se bajaba y con el cuchillo daba vuelta la huella que había quedado impresa sobre la tierra humedecida: nadie le hubiese demostrado que este remedio no volteaba la gusanera que roía la carne viva.
          Al fin se hizo la elección: una vaquita overa, de buen aspecto, y que el capataz guiñando un ojo me dijo:
         -Esta no nos ha de apagar el juego!...Tiene más grasa que chaquetón de gallego! 
          Movimientos combinados de capataz y de los peones, la sacaron del rodeo y, flanqueada, la comenzaron a arrear hacia la casa.
          Poco antes de llegar a esta, la vaca quiso volverse; ya era tarde: un lazo zumbó en el aire y la ancha armada, atraída por el peso de la argolla, vino a caer sobre las aspas, cerrándose sobre la frente.
          Quiso huir y se sintió presa; corrió sobre quien la sujetaba, y no pudiéndole alcanzar , se volvió y a la disparada trató de cortar el lazo con un tirón en que emplearía toda su fuerza y todo el peso de su cuerpo, cayendo a muerto.
          Todo fue en vano!
          El enlazador le conocía el juego y su caballo también; el tirón no surtió efecto pues caballo y jinete aflojaron en el primer empuje y pasado él, la cuerda se estiró como si fuera de goma, el caballo empezó a avanzar paso a paso, un poco encorvado, la barriga hinchada por el esfuerzo y la vaca comenzó a ser arrastrada.
            De repente se puso de pie, resuelta, y atropelló al jinete, llevando sus astas bajas como para alzarlas en un momento dado y traspasar a su rival; un segundo lazo silbó en el aire y allí quedó, inmóvil, como clavada.
            Dos fuerzas se la disputaban; no podía avanzar ni retroceder: se tiró al suelo.
          Los enlazadores, desapiadados, se reunieron y comenzaron a tirar en el mismo sentido, arrastrándola.
          Un ancho surco en el suelo fue la última huella de su resistencia.
          Llegados a un lugar aparente, los enlazadores se abrieron uno a la derecha y otro a la izquierda, quedando la vaca en medio: un comedido corrió de la casa con un cuchillo en la mano y, tomando al animal de la cola, le cortó los jarretes con dos tajos seguidos y certeros.
          La vaca, pisando con los garrones quedó en pie y empezó a balar con tono lastimero; los perros, que se habían quedado rezagados, comenzaron a llegar y a acercarse silenciosos, esperando el torrente de sangre humeante que no tardaría en caer y que era su manjar favorito.
          De repente el balido se enronqueció: el degollador prosiguió ahondando la herida y un momento después los lazos se aflojaron, él se hizo a un lado, teniendo en la mano teñida en sangre su cuchillo filoso y la vaca cayó al suelo, pesadamente, después de un último esfuerzo para levantarse.
          Un temblor convulsivo agitó sus miembros y quedó inmóvil.
          Empezó la operación de desollarla; el capataz, hombre más práctico, fue quien se encargó del matambre, que era de honor no llevara un solo tajo, indicio de que el cuchillo había tropezado o temblado el pulso: no era un chimango quien había sacado aquella achura, sino un hombre!
          Pronto no quedó en el lugar de la carneada otro cosa que el charco de sangre coagulada, conservando en su superficie la huella del hocico de todos los perros de la casa, la cabeza con los ojos vidriosos, el cogote y las panzas, cuyo sebo vendrían a picotear los caranchos y las gaviotas.
          Los perros, repletos, satisfechos, dormían la siesta, comenzando una plácida digestión, acostados en hilera, que se extendía hacia la casa, empezando con los más haraganes por orden perfecto de jerarquía.
          Entretanto en la cocina se oían las risas de los peones y de los matreros, mis invitados de la víspera, que mateaban, mientras que en el fuego chirriaban las achuras favoritas, que serían muy pronto el desayuno de sus estómagos, jamás repletos.
          La hacienda comenzó a salir del rodeo, se acercó a la casa, atraída por el olor de la sangre, baló con tristeza sobre los despojos de la que fue su compañera y luego, poco a poco, fue perdiéndose, allá, en la llanura verde y solitaria.

sábado, 17 de agosto de 2013

ANECDOTAS DEL GENERAL JOSE DE SAN MARTÍN

Luego de Chacabuco, San Martín se permitió una venganza humorística contra los realistas . Un fanático fraile agustino, haciendo un juego de palabras, había predicado contra él durante el período de Marcó. "¡San Martín! ¡ Su nombre es una blasfemia!", había exclamado desde el púlpito sagrado. "No le llaméis San Martín, sino Martín, como a Martín Lutero, el peor y mas detestable de los herejes". Llamado a su presencia y con ademán terrible, fulminándolo con su mirada, lo apostrofó: "¡Como! ¡Usted me ha comparado a Lutero, quitándome el San! ¡Como se llama usted?" "Zapata, señor general", respondió el fraile, humildemente. "Pues desde hoy le quito el Za, en castigo, y lo fusilo si alguien le da su antiguo apellido". Al salir a la calle un correligionario le llamó por su nombre. El fraile aterrado, le tapó la boca y prorrumpió en voz baja: "¡No! ¡no soy el padre Zapata, sino el padre Pata! ¡ Me va en ello la vida!".

ESTOS LOCOS
Para probar el temple de sus oficiales organizó una corrida de toros y los echó de lidiadores al circo, en celebración del aniversario del 25 de mayo: Al observar y aplaudir el temerario arrojo con que se portaron, dijo a O´Higgins, que estaba a su lado: "Estos locos son los que necesitamos para derrotar a los españoles".

LOS VINOS DE MENDOZA
Manuel de Olazábal, jefe de escolta del Ejército de los Andes, cuenta que el General lo había invitado a comer junto con Mosquera un amigo colombiano y Antonio Arcos, jefe del Ejército de los Andes. "-Usted verá como somos los americanos que en todo preferimos lo extranjero-"le comentó. A los postres San Martín encargó unas botellas de vino mendocino y luego uno de Málaga. Cuando pidió la opinión a sus invitados, manifestaron su preferencia por el vino español, entonces riéndose, el anfitrión contó deliberadamente que había mandado a cambiar las etiquetas.

SAN MARTIN EL ABUELO
Merceditas entró llorando en la habitación donde se encontraba el abuelo, lamentándose de que le habían roto su muñeca preferida y de que ésta tenía frío. San Martín se levantó, sacó del cajón de un mueble una medalla de la pendía una cinta amarilla y, dándosela a la nieta, le dijo: − Toma, ponle esto a tu muñeca para que se le quite el frío. La niña dejó de llorar y salió de la habitación. Un rato después entró la hija del prócer, madre de Merceditas, y dijo a San Martín: − Padre, ¿no se ha fijado usted en lo que le dio a la niña? Es la condecoración que el gobierno de España dio a usted cuando vencieron a los franceses en Bailén. San Martín sonrió con aire bonachón y replicó. − ¿Y qué? ¿Cuál es el valor de todas las cintas y condecoraciones si no alcanzan a detener las lágrimas de un niño?

UNA VALIENTE MADRE MENDOCINA
Cercano a la ciudad de Mendoza está el campo “El Plumerillo”. Allí, el general San Martín, adiestra los batallones que días después atravesarán la mole andina, en pos de la libertad de Chile. Para la revista final de las tropas, San Martín se ha trasladado a la capital mendocina, vestida de fiesta para recibir al Gran Capitán. Un mendocino:- ¡Qué hermoso es todo esto! ¡Cómo lucen los uniformes de los granaderos! Una mendocina: - ¡Y qué bella se ve la bandera, ofrecida al general San Martín por las damas patricias. ! Un anciano: - ¡Con esta bandera al frente, nuestro ejército no perderá una sola batalla! Relator: - En este momento sale una mujer desde la multitud y se dirige hacia la tropa. En las filas del ejército libertador tiene a su esposo y a tres hijos. La dama mendocina (avanza hacia ellos y los besa).- ¡Qué Dios y la Virgen os protejan! Este escapulario que prendo en cada pecho será un escudo protector. ¡Nada de llanto! ¡Los valientes no lloran; solo saben luchar por su patria! ¡Ya veis: en mis ojos no hay una sola lágrima ! ¡Qué orgullosa estoy por haber dado a la Patria estos cuatro varones! El general San Martín (se acerca a la esposa y madre ejemplar y conmovido, le estrecha fuertemente la mano).- ¡Gracias, noble mujer! ¡Vuestro sacrificio no será en vano! ¿Ahora sé de donde sacan mis soldados tanta firmeza ! ¡Con madres como usted la Patria está salvada!

PREMIO POR OBEDIENCIA
También es conocida su anécdota con el centinela de guardia que tenía orden de no dejar pasar al laboratorio del regimiento con botas herradas y espuelas. Para probarlo, él mismo San Martín fue dos veces con ese calzado y fue detenido por el cabo. Tras ello, se presentó con alpargatas y le dio una onza de oro al soldado, quien había puesto a una institución la ley del lugar por encima de cualquier persona.

MANO BLANCA
Álvarez Condarco había sido enviado por San Martín a explorar los pasos cordilleranos de Uspallata, los Patos y principalmente el campo de Chacabuco. Este fue detenido luego de obtener la información y el general español Marcó lo envió de regreso con una nota en la que decía: "Firmo con mano blanca, no como la de su jefe que es negra". Esto quería decir que San Martín, según el general realista, había traicionado a España volviendo a su patria para darle la independencia.Después de la batalla de Chacabuco, el derrotado Marcó fue llevado ante la presencia de San Martín, que irónicamente lo saludó diciéndole: "General, venga esa mano blanca".

UN FUERTE EN TUCUMAN
Encontrándose San Martín y Belgrano en la Ciudadela, espacio fortificado que San Martín había decidido construir en las inmediaciones de la ciudad de Tucumán, el Libertador le dice al creador de la bandera que en estas fortificaciones los ejércitos realizarán todos los ejercicios. También le confeso que hay que hacer el mayor ruido posible para que los espías españoles vean nuestra preparación y así es que todos los días llegaban contingentes de soldados que entraban a la fortaleza lo que producía el llamado de atención de todos los pobladores que no sabían en realidad que esos mismos soldados eran los que salían del fortín de noche y volvían a la mañana siguiente.

ESTRIBOS DE PLATA.
El granadero Juan Antonio Melián era un gran jinete, acostumbraba cruzar los estribos y montar de un salto a lo gaucho, enterado San Martín de la criolla costumbre le dice al bravo soldado ¿Así cumple los reglamentos de su arma un oficial argentino?. Como castigo le impuso unos días de arresto que Melián cumplió religiosamente. Días antes de culminar su encierro el propio San Martín se presento a la celda donde estaba el detenido y antes de levantar la sanción con gran sabiduría le dijo: “por su bravura y como recuerdo, le regalo a usted estos estribos de plata que yo mismo usé en Bailén. Sírvase de ellos y verá que para cercenar cabezas godas, nada es mejor ni más conveniente que afirmarse bien sobre estribos”.

INDIOS PEHUENCHES
Encontrándose San Martín reunido con el jefe de la tribu de indios Pehuenches en el sur de Mendoza, el General le pide permiso al cacique para poder pasar por sus tierras con el ejército libertador y le ofrece en el mismo instante todo tipo de víveres y regalos. El jefe indio acepta los obsequios y le permite el paso.
San Martín sabía que los indios iban a ir con el cuento a los españoles, los cuales dividieron su ejército para esperar a las tropas Argentinas por el paso previsto.
Pero el grueso del ejército patrio no cruzo por dicho lugar y cuando los españoles tuvieron que enfrentarlos se vieron reducidos en número por la picardía y astucia del Libertador.

ENCUENTRO CON NAPOLEON
Es conocida la destacada actuación de San Martín en la batalla de Bailén en las inmediaciones de Andalucía, tal mérito le valió no sólo una condecoración, sino también su ascenso a Teniente Coronel.
Más haya de dicha victoria Francia logra tomar posesión de toda España y cuenta la historia que ingresando Napoleón Bonaparte a una de las ciudades donde se encontraba San Martín, Napoleón ve el uniforme que vestía el futuro libertador y con una mirada penetrante y tocándolo con el dedo índice le dice “Bailen” reconociendo la bravía del batallón y por otra parte doliéndole el triunfo que las tropas de San Martín le habían propiciado a sus granaderos.

¡QUIERO HABLAR CON EL SEÑOR SAN MARTIN!
El capitán Toribio Reyes, pagador de los sueldos del regimiento, llega a la casa de San Martín, para contarle que se ha gastado el dinero que tenía para pagar a los soldados. Le explica que acude al Señor San Martín, porque no quiere que se entere el general San Martín, de una acción tan vil que ha cometido y para expresarle su arrepentimiento. El libertador le pregunta si el general lo sabe y Toribio le responde que no, entonces le dice: - ¿Cuánto dinero necesita? − 20 onzas, que pienso devolver en cuanto me sea posible - responde. San Martín le da el dinero y le recomienda, que no se entere el General San Martín porque sería capaz de pasarlo por las armas.

EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN
Esperando el momento propicio para entrar en Lima, capital del Perú, San Martín estableció su campamento en Huaral. En Lima contaba con numerosos partidarios de la Independencia; pero no podía comunicarse con ellos porque las tropas del general José de la Serna, jefe realista, detenían a los mensajeros. Una mañana, el general San Martín encontró a un indio alfarero. Se quedó mirándolo un largo rato. Luego lo llamó aparte y le dijo; -¿Quieres ser libre y que tus hermanos también lo sean? -Sí, usía... ¡cómo no he de quererlo! - respondió, sumiso, el indio. -¿Te animas a fabricar doce ollas, en las cuales pueden esconderse doce mensajes? -Sí, mi general, ¡cómo no he de animarme! Poco tiempo después Díaz, el indio alfarero, partía para Lima con sus doce ollas mensajeras disimuladas entre el resto de la mercancía. Llevaba el encargo de San Martín de vendérselas al sacerdote Luna Pizarro, decidido patriota. La contraseña que había combinado hacía tiempo era: “un cortado de cuatro reales” Grande fue la sorpresa del sacerdote, que ignoraba cómo llegarían los mensajes, al ver cómo el indio quería venderle las doce ollas en las que él no tenía ningún interés. Díaz tiró una de ellas al suelo, disimuladamente, y el sacerdote pudo ver un diminuto papel escondido en el barro. -¿Cuánto quieres por todas? Preguntó al indio. .Un cortado de cuatro reales - respondió Díaz, usando la contraseña convenida. Poco después, el ejército libertador, usaba esta nueva frase de reconocimiento. -Con días y ollas... ¡venceremos!