lunes, 29 de julio de 2013

RECORDANDO A DON RICARDO BALBIN



En los primeros meses de 1973, Ricardo Balbín estuvo en Mendoza como parte de la campaña electoral de esos años.

Con tal motivo se realizó un acto público en el que el principal orador sería él. No más de 200 personas asistían ansiosos por escuchar su palabra.

La reunión se llevó a cabo en la playa que existía en calle San Martín, al lado del Diario Los Andes, en cuyo edificio se estaban realizando ampliaciones. Se veían los andamios.

Cuando Balbín había iniciado su discurso, un obrero que trabajaba allí desde un andamio gritó con fuerza: “¡Viva Perón!”. Todos guardamos silencio, como asombrados, pero Balbín se dio vuelta, se dirigió al obrero y con su acostumbrado tono respondió: “¡Que viva Perón!”. Y continuó su discurso.

No mucho tiempo después Balbín fue convocado para decir algunas palabras en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de la Nación, donde se velaban los restos del General Perón. Allí Balbín dijo: "Un viejo adversario despide a un amigo”.


FRASES DE RICARDO BALBIN:

"Bregar es la consigna. En eso estamos todos. Dudar es debilidad, cansarse traición. Hay que seguir. Alguna vez llegará cantando la columna de los fuertes de alma, de los leales de la libertad. No importa quien lleva entonces el palo; lo importante es la bandera"


"El radicalismo no es una improvisación en el país, sino una consecuencia del país. Su larga historia, marca estos matices permanentes, porque es una filosofía que tiene todo lo necesario para adornar lo que se llama el estilo de vida democrático, y que además es coherente."


"La democracia se fortalece en la discrepancia. Las unanimidades son caminos del totalitarismo." "Sin poder distribuido no hay Estado de Derecho, porque el Estado de Derecho necesita el control y está demostrado que el poder no controlado abre los caminos de la corrupción ... Decir que la Constitución no sirvió es justificar un poder ilegítimo. Hay que decir que la Constitución sirve siempre, que a veces no la cumplen, pero no es de ella la falla. Tenemos que buscar una sociedad que la respete, partidos políticos que la definan y que cada afiliado de un partido político argentino sea un vigilante de la Constitución, para que nada la ofenda..."


"Para los radicales el pueblo no es algo que se mire, se valore y se proteja como exterioridad; el pueblo somos nosotros mismos, esa totalidad que sufre y sueña, que protagoniza su quehacer y su destino en cuya entraña sentimos, pensamos y vivimos, sin retacear problemas colectivos. Nunca aprendimos a trepar para contemplarlo desde arriba y dejarle caer frases tutelares, sentimientos de amparo y protección. El pueblo es para nosotros, sujeto de la contingencia creadora en cuyo nudo dramático estamos todos apretados, y no objeto de una terapéutica concebida desde observatorios, formulada desde gabinetes, engendrada, en suma, fuera de su matriz histórica. Lo que no haga el pueblo no se hará por él; lo que el pueblo no diga no se dirá por su cuenta..."


"Fuera de la Constitución sólo hay lugar para la aventura y la incertidumbre... El remedio de nuestra tragedia es únicamente el respeto pleno e irrestricto a la Constitución que es la expresión formal de la voluntad del pueblo, es el acuerdo fundamental de los argentinos, la síntesis de las coincidencias y el único fundamento sólido para una convivencia civilizada..."

lunes, 22 de julio de 2013

Triunvirato

 Hacia mediados de 1811, la situación general no se mostraba muy favorable al movimiento revolucionario. La terrible derrota sufrida por el Ejército patriota en la batalla de Huaqui, posibilitó un avance español sobre los territorios del noreste.
La Banda Oriental se encontraba sitiada por el ejército porteño, pero el Virrey, Francisco de Elío, que residiía en Montevideo, había respondido el asedio con el bloqueo del puerto de Buenos Aires. 

 Buenos Aires: la Recova, Plaza de la Victoria y el Cabildo
En la ciudad Buenos Aires, los graves peligros que acechaban a las Provincias del Río de la plata, debido a los fracasos militares, fueron utilizados por el Cabildo para promover una campaña de desprestigio contra de la Junta Grande y sobre todo de su presidente, Cornelio Saavedra. Este clima fue aprovechado por el Cabildo para establecer un nuevo órgano ejecutivo, el Triunvirato, en sustitución de la Junta. Con este cambio institucional, Buenos Aires se aseguraba para sí las riendas de la revolución.
 
Primer Triunvirato
El 23 de septiembre de 1811, el Cabildo erigió un Triunvirato y designó como integrantes a Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso. En carácter se Secretarios fueron elegidos José Julián Pérez, Bernardino Rivadavia y Vicente López y Planes.
La Junta Grande quedó transformada en el órgano legislativo de la nueva administración, con el titulo de “Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII”, en representación directa del pueblo de las provincias, dictando leyes que el Triunvirato debía aplicar.
Bernardino Rivadavia   
Las buenas relaciones entre estos dos organismos no duraron más que un mes y la ruptura de tan forzada convivencia llegó cuando la Junta Conservadora, a través del dictado del Reglamento Orgánico pretendió subordinar al Triunvirato bajo su autoridad. El Triunvirato no estaba dispuesto a aceptar el reglamento y sometió la aprobación del mismo al Cabildo, como si una institución local estuviera facultada para revisar las leyes dictadas por un órgano de carácter nacional como era la Junta Conservadora. No obstante ello, el Cabildo lo declaró “nulo”.
Días después, el Triunvirato disolvió la Junta Conservadora e hizo evidente el espíritu centralista que dominaba en el mismo, y principalmente en su secretario Rivadavia, autor del decreto que establecía su disolución cuando afirmó que sólo la“tolerancia de la Capital les había permitido gobernar hasta entonces, pero ahora el Pueblo de la Capital reclamaba la reintegración de los derechos que le pertenecían”.
En ausencia de un poder legislativo, el Triunvirato se autorizó a sí mismo para dictar todas las medidas que creyera necesarias sin más límite que su propia prudencia, dictando el denominado “Estatuto Provisional de Gobierno Superior de las Provincias Unidas del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII”. Toda una novedad ya que ninguna institución había detentado tanto poder en el Río de la Plata, ni aún las españolas.
motín de las trenzas
El autoritarismo del Triunvirato quedó aún más patente con la respuesta desmedida ante el “motín de las trenzas” producido en el cuartel de los Patricios. Este cuerpo militar se sublevó contra su nuevo jefe, el General Manuel Belgrano, quien ordenó el corte de la trenza, de allí su nombre, que era un elemento distintivo del soldado patricio. Esta sublevación encerraba otra intención, el nombramiento de Belgrano como Jefe del Regimiento en reemplazo de Saavedra, no solo porque aquél se encontraba desacreditado después de su fracaso en la Campaña al Paraguay sino porque los Patricios advirtieron en esto una maniobra del Triunvirato contra su antiguo jefe. La sublevación fue brutalmente sofocada y sus cabecillas ejecutados.
Como derivación de este suceso, el Triunvirato expulsó de Buenos Aires a los diputados del interior bajo la acusación de enemigos de la patria por haber instigado contra el gobierno y también, suprimió las Juntas Provinciales que administraban las provincias y las reemplazó por funcionarios nombrados desde Buenos Aires.
Además de los hechos mencionados, el Primer Triunvirato dictó un decreto sobre libertad de imprenta que sustituía al dictado por la Junta Grande por uno de igual contenido. Establecía la libertad de publicar las ideas sin censura previa, el castigo que se impondría en caso de ofender la dignidad de la persona, a los principios de la religión católica o al Estado. También legisló sobre la libertad individual, estableciendo el principio de proceso previo y justo para condenar en juicio penal.
Este Triunvirato reorganizó el sistema judicial, creando una Cámara de Apelaciones en reemplazo de la antigua institución hispánica de la Audiencia, que hasta ese momento había sido integrada por oidores criollos nombrados por los órganos ejecutivos que desde el movimiento revolucionario del 25 de mayo de 1810 se habían sucedido en el gobierno del Río de la Plata.
 
Segundo Triunvirato
San Martín se embarca hacia Buenos Aires

A principios de marzo de 1812 arribaron a Buenos Aires José de San Martín y Carlos María de Alvear.
Estos jóvenes criollos que habían hecho sus primeras armas en España fundaron, entre otros, una sociedad secreta que se llamó Logia Lautaro. Esta logia poseía dos objetivos fundamentales: la emancipación de América y la implantación de un sistema republicano. Ellos tenían la convicción, y en especial San Martín -con su acción lo demostró años más tarde- que la independencia requería de un plan continental, para lo cual primero era necesario terminar con los conflictos internos promoviendo entendimientos que permitieran una mejor relación con las provincias y el establecimiento de instituciones políticas que superaran el desorden imperante.
 Ante los magníficos antecedentes militares que poseía San Martín, el Primer Triunvirato le encargó la formación de un cuerpo especial de caballería que se dispondría para las luchas de la independencia. Así nacieron los Granaderos a caballo.
victoria del Gral. Manuel Belgrano
en la Batalla de Tucumán 

 Hacia fines de septiembre de 1812 la situación política en el Río de la Plata había aumentado su gravedad y los triunviros fueron responsabilizados por este descalabro, acrecentado aún más su desprestigio y su fama de déspotas luego de hacer disuelto la Junta Conservadora y expulsado a los hombres de las provincias.
Finalmente, la suerte del nuevo gobierno sería sellada por la campaña al Alto Perú, porque la victoria obtenida por Belgrano en la batalla de Tucumán —actuando en desobediencia de las órdenes impartidas desde Buenos Aires— dejó al descubierto la incapacidad del Triunvirato para dirigir la guerra y un estallido popular pone fin a su mandato.
En la mañana del 8 de octubre de 1812 los Granaderos de San Martín, apoyados por los jóvenes de la Sociedad Patriótica, liderados por Bernardo de Monteagudo, exigieron al Cabildo la destitución del Triunvirato y el llamado a una Asamblea General.
El Cabildo cedió ante las exigencias de los revolucionarios y nombró un nuevo Triunvirato compuesto por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte.
Este nuevo Triunvirato reestableció las relaciones con las provincias y promovió la instalación de la postergada Asamblea donde todos los pueblos habían formado el virreinato se reunieran para decidir el futuro de la Nación naciente. El interior del país recibió con entusiasmo la convocatoria a una Asamblea General Constituyente, que finalmente se reunió; iniciando sus sesiones un 31 de enero de 1813.

martes, 9 de julio de 2013

La Declaración de Independencia de la Argentina



La Declaración de Independencia de la Argentina fue una decisión tomada por el Congreso de Tucumán que sesionó en la ciudad de San Miguel de Tucumán de las entonces Provincias Unidas del Río de la Plata.

Con dicha declaración se hizo una formal ruptura de los vínculos de dependencia política con la monarquía española y se renunció a toda otra dominación extranjera. Fue proclamada el martes 9 de julio de 1816 en la casa propiedad de Francisca Bazán de Laguna, declarada Monumento Histórico Nacional en 1941.

En 1814, el rey Fernando VII regresaba al trono de España. Esta situación les quitó argumentos de acción a los hombres que habían iniciado la Revolución de Mayo e instaurado la Primera Junta bajo la premisa de la Máscara de Fernando VII. Ya no podían actuar en nombre del rey de España porque éste volvía a estar en el poder efectivo. España quería reconquistar sus colonias. Los realistas (los partidarios del colonialismo) habían triunfado en Sipe-Sipe, Huaqui, Vilcapugio y Ayohuma y eran fuertes en el Alto Perú actual Bolivia. Desde allí pensaban atacar las bases de los independentistas, ya entonces al mando de José de San Martín, e invadir todo el territorio de Argentina teniendo como objetivo la ciudad de Buenos Aires.

El 15 de abril de 1815, una revolución terminó con el gobierno unitario de Carlos María de Alvear. Los revolucionarios exigieron la convocatoria de un Congreso General Constituyente. Inicialmente se enviaron diputados de todas las provincias iniciando las sesiones el 24 de marzo de 1816. Cada delegado representaba 15.000 habitantes.

El Congreso se inició el 24 de marzo con la presencia de 33 diputados. Según la decisión de los propios delegados, la presidencia del Congreso era rotativa y cambiaba cada mes.

Varios territorios que habían pertenecido al Virreinato del Río de la Plata no pudieron hacer llegar sus representantes, incluyendo las provincias del Alto Perú que habían recaído ante los realistas. Salvo Córdoba, las provincias de la Liga Federal (Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe) resolvieron no concurrir al Congreso de Tucumán como señal de protesta hacia el Directorio (unitario y pro monárquico) por la no ratificación del Pacto de Santo Tomé, firmado el 9 de abril, por el que éste había reconocido la autonomía de Santa Fe.2

En cuanto al Paraguay, tal territorio actuaba como un estado independiente desde el año 1811, en que se había independizado de España, ante las actitudes hipercentralistas de los sucesivos gobiernos establecidos en Buenos Aires. Los territorios de la Patagonia, Comahue y el Gran Chaco se encontraban bajo el dominio indígena o deshabitados.

En una de sus primeras decisiones, el Congreso nombró Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata a uno de sus diputados, el general Juan Martín de Pueyrredón.

Durante varias semanas se discutieron los alcances de sus atribuciones y su funcionamiento interno, además de tomar decisiones de política nacional e internacional. El cuerpo tenía la facultad de intervenir en casi todos los asuntos que se presentaban a su consideración, lo que provocó interminables debates.

La presión de algunos de sus miembros, y de influyentes dirigentes nacionales —entre ellos el general José de San Martín, gobernador de la Intendencia de Cuyo— hizo que se iniciara la discusión sobre la Declaración de Independencia.

La votación finalmente se concretó el 9 de julio. En ese momento presidía el cuerpo uno de los representante de San Juan, Francisco Narciso de Laprida. Ningún país reconoció en ese momento la independencia nacional.

Las discusiones posteriores giraron en torno de la forma de gobierno que debía adoptarse para el nuevo Estado. La situación de guerra abierta con la monarquía española y la creciente injerencia del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve hizo que, tácticamente, muchos de los que podían tener simpatías por el federalismo, decidieran abroquelarse monolíticamente en una especie de "unitarismo" coyuntural ante los ataques externos.

Las labores del Congreso continuaron en Buenos Aires, donde comenzó a deliberar a principios de 1817, y donde sancionó la Constitución Argentina de 1819. El Congreso fue disuelto en 1820, tras la derrota del Directorio en la batalla de Cepeda, que marcó el inicio de la Anarquía del Año XX.

Declarada por el Congreso de las Provincias Unidas en Sudamérica.

En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a nueve días del mes de julio de 1816: terminada la sesión ordinaria, el Congreso de las Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto y sagrado objeto de la independencia de los pueblos que lo forman. Era universal, constante y decidido el clamor del territorio por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España, los representantes sin embargo consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, pueblos representados y posteridad. A su término fueron preguntados ¿Si quieren que las provincias de la Unión fuese una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? Aclamaron primeramente llenos de santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del país, fixando en su virtud la declaración siguiente:

"Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas, y cada una de ellas, así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, baxo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración." Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.

El 19 de julio, en sesión secreta, el diputado Medrano hizo aprobar una modificación a la fórmula del juramento, con la intención de bloquear algunas opciones que se contemplaban en aquel momento por las que se pasaría a depender de alguna otra potencia distinta a la Española. Donde decía «independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli», se añadió:

"...y toda otra dominación extranjera"

Firmantes de la Declaración de la Independencia

Presidente

Francisco Narciso de Laprida, representante por San Juan

Vicepresidente

Mariano Boedo, representante por Salta

Secretarios

José Mariano Serrano, representante por Charcas

Juan José Paso, representante por Buenos Aires

Diputados

Por Buenos Aires

Dr. Antonio Sáenz

Dr. José Darragueira

Fray Cayetano José Rodríguez

Dr. Pedro Medrano

Dr. Esteban Agustín Gascón

Dr. Tomás Manuel de Anchorena

Por Catamarca

Dr. Manuel Antonio Acevedo

Dr. José Eusebio Colombres

Por Córdoba

Eduardo Pérez Bulnes

José Antonio Cabrera

Lic. Jerónimo Salguero de Cabrera y Cabrera

Por Jujuy

Dr. Teodoro Sánchez de Bustamante

Por La Rioja

Dr. Pedro Ignacio de Castro Barros

Por Mendoza

Tomás Godoy Cruz

Dr. Juan Agustín Maza

Por Salta

Dr. José Ignacio de Gorriti

Por San Juan

Fray Justo Santa María de Oro

Por Santiago del Estero

Pedro Francisco de Uriarte

Pedro León Gallo

Por Tucumán

Dr. Pedro Miguel Aráoz

Dr. José Ignacio Thames

Por Mizque

Pedro Ignacio Rivera

Por Charcas

Dr. Mariano Sánchez de Loria

Dr. José Severo Malabia

Por Chichas (incluyendo a Tarija)

Dr. José Andrés Pacheco de Melo

En esa sesión no estuvieron presentes cuatro diputados:

el coronel José Moldes (Salta), que se encontraba detenido en Salta;

el coronel Juan José Feliciano Fernández Campero (Chichas), que estaba al mando de tropas en el frente de combate;

el presbítero Miguel Calixto del Corro (Córdoba), que estaba realizando una misión diplomática ante José Artigas.

el diputado Juan Martín de Pueyrredón (San Luis), que había viajado a Buenos Aires para asumir el cargo de Director Supremo.

miércoles, 3 de julio de 2013

Hipólito Yrigoyen

Político argentino que alcanzó la presidencia de la República. Cursó sus primeros estudios en el Colegio San
José de los padres bayoneses y más tarde en el colegio de la América del Sur. Ingresó después en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, pero no consta que lograra recibirse con el título de abogado.

La situación económica de su familia le obligó a trabajar desde su temprana juventud en empleos modestos, que desempeñó sucesivamente en una compañía de transportes, en las oficinas de un abogado y luego en el Estado, como escribiente de la contaduría general, en 1870. Dos años más tarde obtuvo el puesto de comisario de policía de una de las parroquias en las que se dividía en el plano político y administrativo la ciudad de Buenos Aires.

También desde muy joven se sintió atraído por la actividad política, y este interés lo indujo a participar en los acontecimientos turbulentos de la revolución encabezada por el general Bartolomé Mitre en 1874, aunque luego apoyó a la facción del gobierno y del candidato a presidente electo Nicolás Avellaneda. En 1877 se alejó del cargo de comisario que todavía ocupaba, al parecer por cuestiones políticas que no quedan del todo claras, y en 1878 logró imponerse como candidato a diputado provincial hasta que los sucesos de 1880 y la federalización de Buenos Aires dieron fin a su mandato.

Sin embargo, en ese mismo año resultó electo en los comicios realizados a fin de sustituir a los diputados que habían quedado cesantes y se desempeñó en el cargo durante dos años, al cabo de los cuales se retiró a la vida privada. En este período atendió a la administración de campos de su propiedad situados en la provincia de Buenos Aires y a la enseñanza en un instituto de estudios superiores.

La llamada "Revolución del 90" lo encontró entre sus más entusiastas protagonistas, y a partir de entonces Yrigoyen ya no volvió a abandonar la vida pública. Durante los sucesos de la revolución, uno de cuyos cabecillas era su tío Leandro N. Alem, Yrigoyen fue propuesto y aceptado por las fuerzas revolucionarias para ocupar el cargo de Jefe de Policía en caso de que se concretase el triunfo y se impusiera un gobierno provisional.

A partir del 90 pasó a ser una figura significativa de la política argentina. El presidente de la república Carlos Pellegrini lo instó a participar en negociaciones entre los partidos políticos en pugna, y el también presidente Luis Sáenz Peña lo invitó incluso a incorporarse a su gabinete, pero Yrigoyen, animado por una férrea intransigencia con respecto al régimen político de la época, rechazó ambos ofrecimientos.

De hecho, 1893 lo encontró nuevamente involucrado en una revolución, esta vez al frente de los sublevados, en su calidad de presidente del Comité Central bonaerense de la recientemente fundada Unión Cívica Radical. Durante los sucesos del 93 Yrigoyen logró involucrar en el movimiento a un importante número de oficiales del ejército, dirigió personalmente las operaciones militares y participó de la ocupación de varias ciudades de la Provincia de Buenos Aires. Fue proclamado por la revolución gobernador de la Provincia, pero renunció al cargo, que fue ocupado por el Dr. Juan C. Belgrano, hasta que el gobierno nacional, encabezado entonces por el Dr. Manuel Quintana, intervino la Provincia.

El sistema electoral vigente entonces en la Argentina daba lugar a abusos y manejos por parte de quienes ejercían el poder político, de modo que el único medio que los radicales vislumbraban para la conquista del poder era la abstención electoral y la lucha armada. Por ello, el 4 de febrero de 1905 explotó una tercera revolución radical encabezada nuevamente por Yrigoyen que logró ocupar parte de la capital y algunas ciudades de la provincia, pero fue finalmente sofocada por el ejército. Yrigoyen resultó entonces proscripto, pero una ley de aministía le permitió volver a hacerse cargo de sus funciones como dirigente del partido radical.

Fue entonces, en 1912, que se sancionó la llamada "Ley Sáenz Peña", que garantizaba el voto universal, obligatorio y secreto para los varones adultos y la representación para la primera minoría, con lo que la Unión Cívica Radical decidió volver a participar de las elecciones. La idea de la elite política gobernante era que la oposición radical habría obtenido en el mejor de los casos la minoría, pero en los comicios del 2 de abril 1916 Yrigoyen resultó electo presidente de la república acompañado en la fórmula por Pelagio B. Luna. Al asumir el cargo el 12 de octubre de ese mismo año, Yrigoyen fue llevado en andas por sus simpatizantes desde el congreso de la nación hasta la casa de gobierno, por una distancia de más de un kilómetro y medio.

La política de Yrigoyen no introdujo novedades sustanciales en la economía argentina, ligada entonces al mercado mundial a través de la exportación de alimentos -sustancialmente cereales y carnes- y la importación de productos manufacturados. Sus preocupaciones eran esencialmente político-institucionales, y por lo demás casi nadie consideraba importante realizar cambios en un modelo económico que había consagrado al país como "granero del mundo".

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) favoreció en principio las exportaciones argentinas a los países beligerantes y activó la producción de manufacturas para reemplazar las importaciones que a causa de la guerra no llegaban regularmente al país. Pero al finalizar el conflicto se vio resentido lo que constituía el "motor" de la economía argentina, al desacelerarse el ritmo de su comercio exterior, lo que puso al gobierno radical ante situaciones de difícil resolución. Yrigoyen no pudo más que seguir una política relativamente restrictiva del gasto público, situación nada fácil por el hecho de que su partido, representante de las clases medias de origen inmigratorio en ascenso, recibía fuertes presiones para premiar fidelidades políticas con cargos y empleos en el aparato del Estado.

Por otra parte, la conflictividad social del momento dio lugar a importantes protestas obreras, conducidas en general por dirigentes anarquistas. La más significativa es la que se produjo en enero de 1919 en la ciudad de Buenos Aires y que se conoce con el nombre de "Semana Trágica". Durante esos días la ciudad fue escenario de tiroteos entre obreros y policías, y por primera vez el ejército tomó parte en la represión. Hubo gran cantidad de víctimas e incluso se organizaron pogroms contra los inmigrantes judíos, acusados de llevar a la Argentina el comunismo que recientemente había tomado el poder en Rusia. Otros hechos de gravedad se produjeron durante las huelgas en la Patagonia en 1921, donde la protesta anarquista fue aplastada por el ejército con notable ferocidad.

En cuanto a la política exterior, el gobierno radical se mantuvo en todo momento neutral, a pesar de que se produjeron algunos incidentes con el gobierno imperial alemán (en 1917 un barco mercante argentino fue hundido por un submarino alemán y el embajador del imperio fue expulsado del país acusado de transmitir mensajes agraviantes para el país) y que el gobierno entabló negociaciones muy ventajosas con los aliados para la venta de productos argentinos. Una delegación argentina presidida por el ministro de relaciones exteriores Honorio Pueyrredón y en la que participaba además el ministro plenipotenciario argentino en Francia Dr. Marcelo T. de Alvear, tomó parte en las sesiones de la Liga de las Naciones inauguradas en 1920. En ellas propusieron ciertas enmiendas al Pacto de la Liga que tendían a limitar su alcance político, lo que suscitó desacuerdos y determinó el retiro de la delegación argentina.

En el plano interno, el primer gobierno de Yrigoyen se decidió a reafirmar su autoridad en relación a las oposiciones surgidas en algunas provincias, acudiendo abundantemente a la intervención federal. Ello se explica por el hecho de que el triunfo en las elecciones de 1916 no había sido aplastante, y la oposición conservaba amplios espacios de poder en las cámaras y en los gobiernos y legislaturas provinciales. Durante este período se produjeron 20 intervenciones que afectaron a las provincias de Mendoza, San Juan, Salta, Jujuy y Tucumán.

En 1928, después del interregno del gobierno del también radical Dr. Marcelo T. de Alvear, Yrigoyen volvió a presentar su candidatura a las elecciones nacionales del 1 de abril de 1928, que ganó esta vez rotundamente: 839.140 votos contra 439.178 de la segunda lista. El partido estaba ya dividido en dos corrientes antagónicas: la "personalista" dirigida por Yrigoyen y la "antipersonalista" capitaneada por Alvear, cuyos candidatos fueron quienes obtuvieron el segundo lugar en las elecciones. Esta vez la diferencia de votos permitió a Yrigoyen la organización de un gobierno de corte más "popular", es decir, integrado en mayor medida por miembros conspicuos de las clases medias en ascenso.

Pero el presidente era ya anciano y pronto las dificultades comenzaron a multiplicarse. Se acusaba al gobierno de despilfarro de los caudales públicos en favor de sus partidarios, a quienes se premiaba con cargos y empleos en el Estado, mientras crecía en el interior del radicalismo la puja por definir quién sería el sucesor de un presidente cuyo fin se vislumbraba próximo. A estas circunstancias se sumaban las crecientes dificultades financieras del Estado en un contexto internacional poco favorable, y en consecuencia la oposición política aumentó, dentro y fuera del partido.

De hecho, las elecciones parlamentarias del 2 de marzo de 1930 arrojaron resultados por demás negativos para el gobierno. El 9 de agosto de 1930 un grupo de radicales opositores declaró que el sistema republicano había sido anulado en los hechos, y la conspiración militar empezó a cobrar forma apoyada por pequeños pero muy activos grupos nacionalistas y por gran parte de la prensa.

El ministro de guerra, general Dellepiane, denunció ante el gobierno lo que era un secreto a voces, es decir, la inminencia de un golpe de estado del que no existían antecedentes inmediatos en la historia argentina, pero al no ser atendido dimitió al cargo. Los estudiantes universitarios exigían la renuncia de Yrigoyen y llegaron a manifestar contra él frente a la casa de gobierno. Así, enfermo, cercado, desprestigiado y carente del mínimo consenso político necesario, Yrigoyen dejó el gobierno en manos del vicepresidente Enrique Martínez, quien decretó el estado de sitio pero no pudo impedir que el 6 de septiembre de 1930 el primer golpe de estado de la Argentina contemporánea interrumpiese el régimen constitucional.

Yrigoyen renunció a la presidencia de la República y fue encarcelado en un regimiento, para ser luego confinado en la Isla Martín García frente a Buenos Aires, hasta que en 1932 quedó en libertad, beneficiado por un indulto del general Agustín P. Justo que, sin embargo, Yrigoyen se permitió rechazar. A su arribo al puerto de Buenos Aires fue recibido por una concurrida manifestación popular, pero poco después se lo obligó a volver a su confinamiento en Martín García. Su segundo regreso a la capital, con permiso por motivos de salud, tuvo lugar en enero de 1933. Poco tiempo después moría y su entierro convocó una multitud.

lunes, 1 de julio de 2013

Fallece Juan Domingo Perón

Tres veces presidente de los argentinos, creador del movimiento peronista, el mayor partido de masas del
mundo occidental, luchó incesantemente por mejorar el destino de los desposeídos y establecer la justicia social, alterando la base productiva agraria y dependiente del país y promoviendo su acelerada industrialización. Creador y nacionalizador de los instrumentos básicos de un Estado industrialista y promotor, en sólo nueve años de gobierno nacionalizó la empresa petrolífera YPF, la red de ferrocarriles, el comercio exterior y los depósitos bancarios, creando Agua y Energía Eléctrica, Gas del Estado, Aerolíneas Argentinas, ELMA. Líneas Marítimas del Estado, la Comisión Nacional de Energía Atómica y el Centro Atómico Bariloche, haciendo particular hincapié en el desarrollo tecnológico como factor clave de la independencia económica. Creó también el CONICET y la Universidad Obrera, estableciendo la gratuidad de toda la enseñanza pública, construyó una inusitada cantidad de escuelas y llevó a cabo una auténtica revolución sanitaria, no sólo en el aumento exponencial de las camas disponibles en el sistema de salud pública sino también en la abrupta reducción de la mortalidad infantil y el exitoso combate contra tres males endémicos: el paludismo, la tuberculosis y la sífilis. A instancias de su esposa Eva Perón se consiguió al fin sancionar el voto femenino, con lo que nuestro sistema electoral fue por primera vez, realmente universal. Tomó antiguos reclamos sindicalistas, anarquistas y socialistas, así como leyes que no se llevaban a la práctica, y adaptándolas a los nuevos tiempos puso en marcha y en efectiva ejecución una formidable legislación social y laboral, dentro de la que cabe mencionar estatuto del peón, los derechos del trabajador, los derechos de la ancianidad, los convenios colectivos de trabajo, la ley de previsión social, la ley de accidentes de trabajo, la ley de vivienda obrera, el sueldo anual complementario, las escuelas sindicales, la ley de creación de la justicia del trabajo, los regímenes de jubilación, las reglamentaciones de las condiciones del trabajo y del descanso, las proveedurías sindicales, introduciendo además, las agregadurías obreras en las delegaciones diplomáticas en el exterior. Pero tal vez el mayor aporte de su obra, la reforma más trascendente de la historia argentina en el siglo XX, fuera la Constitución de 1949, la primera junto a las de México y la República de Weimar en adscribir al constitucionalismo social que concibe al ser humano no sólo como un poseedor de derechos individuales sino fundamentalmente como acreedor de derechos sociales cuya satisfacción debe garantizar ineludiblemente el Estado. La avanzada Constitución de 1949, que sancionaba además la estratégica nacionalización del subsuelo argentino fue absurda e
ilegalmente anulada mediante un decreto presidencial de un régimen de facto ante la algarabía de una constelación de fuerzas y dirigentes políticos superados por la historia. Las transformaciones producidas en tan sólo nueve años de gobiernos fueron tan significativas y de tal magnitud que, mientras fue principal obsesión de todos los gobiernos posteriores a 1955 anularlas y volverlas atrás, al mismo tiempo garantizaron, a pesar de las persecuciones y las campañas de silenciamiento y difamación, la vigencia tanto del movimiento peronista como de su líder, quien pudo regresar al país recién tras 17 años de exilio. La proscripción que pesaba sobre él se prolongó un año más, y fue recién en 1973 que en las elecciones convocadas tras la renuncia a la primera magistratura de su delegado Héctor J. Cámpora, pudo presentarse a elecciones presidenciales, en las que se impuso con más del 60% de los votos. Lamentablemente para el país, su salud se encontraba seriamente deteriorada y su edad era muy avanzada, por lo que pudo gobernar apenas unos meses. El país igualitario, justo, pujante e industrialista que creó sólo pudo ser destruido tras 45 años de dictaduras, masacres, asesinatos y gobiernos débiles y sólo gracias a la defección de hombres de su propio partido.