viernes, 20 de septiembre de 2013

20 de septiembre: Día Nacional del Caballo



Esta fecha es un homenaje a la participación del equino en la organización histórica, económica y en la vida deportiva de la Argentina.
Se trata de una iniciativa propuesta por la Federación Ecuestre Argentina, que centra el festejo en esta fecha en recuerdo de la llegada de Aimé Félix Tschiffely a Nueva York.Este jinete suizo realizó un intenso itinerario por la geografía americana, en un recorrido que se prolongó desde abril de 1925 hasta septiembre de 1928 y que le permitió demostrar la resistencia de los caballos criollos.

En el establecimiento ¨El Cardal¨ en Ayacucho, perteneciente al Dr. Emilio Solanet, paladín del caballo criollo al que rescató del olvido y el menosprecio. Fue fundador y Presidente de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos, y allí, en ese su establecimiento, nacieron sus famosos MANCHA y GATO. Un 23 de abril de 1925 guiados por el profesor Aimé Tschiffely, partieron desde la Sociedad Rural Argentina en Palermo, estos dos criollitos rumbo a Nueva York. Este audaz caballero nacido en Suiza pero educado en Inglaterra se desempeñaba como profesor de Educación Física e Inglés en el colegio Saint George de Quilmes. Cuenta Don Gilberto Montagni quien se desempeñó como cabañero durante sesenta años en el establecimiento de Emilio Solanet, que cierto día apareció en la estancia un inglés medio loco¨ por Tschiffely que quería dos animales para ir a Estados Unidos.-

El doctor Solanet cedió a su insistencia y le entregó a Gato y Mancha, dos pingos un poco viejos. Pero llegaron justamente porque los caballos eran baquianos y sabían donde debían pisar y que comer, jamás hubiera tenido éxito con caballos jóvenes. Tres años después, el día 20 de septiembre de 1928 cruzaban la Isla de Manhattan para llegar al City Hall donde los esperaba el alcalde de la ciudad Mr. James Walker. ¨Quedé hechizado durante largo rato - expresa Tschiffely- miré a mis Caballitos Criollos y luego a esas enormes moles de Cemento y acero: uno, producto de las llanuras de la Patagonia, áridas y barridas por el viento; las otras, fruto del trabajo de cerebros humanos, de su iniciativa, ciencia y habilidad.

Antes de darme cuenta de ello, hablaba otra vez con mis caballos: Si viejos, esto es Nueva York, pero yo sé que las pampas argentinas los llaman. Tengan paciencia, los llevare de vuelta porque bien se lo merecen¨. Luego recorrieron la Quinta Avenida con el trafico suspendido en honor y llegaron al Cuartel de la Policía cerca del Central Park, donde los caballos fueron alojados.

Con esta hazaña se marco el récord universal alcanzado por los caballos, de altura: 5900 metros, temperatura: 18º C bajo Cero, distancia: 21.500 kms. Cubiertos en 504 etapas a razón de 42,6 km. pr día. Los dos Criollos fueron llevados repetidas veces de un clima extremo a otro, de zonas tropicales a desérticas. En su camino fueron tomando agua y pastos buenos y malos, asimilándolos admirablemente hasta demostrar sus extraordinarias condiciones de sobriedad, resistencia y rusticidad.


El 24 de abril de 1925 se inició en Buenos Aires una de las travesías más famosas del siglo. Dos caballos criollos, Mancha y Gato, guiados por el profesor suizo Aimé Tschiffely recorrieron los 21500 Km (4300 leguas) que separan a la ciudad de Buenos Aires de Nueva York y conquistaron el récord mundial de distancia y altura, al alcanzar 5900 m. s. n. m. en el paso El Cóndor, entre Potosí y Chaliapata (Bolivia).
El viaje se desarrolló en 504 etapas con un promedio de 46,2 Km por día. Los caballos, animales tehuelches comprados al cacique Liempichín en Chubut por Emilio Solanet, a la avanzada edad de 18 años, probaron que la raza criolla tiene ejemplares insuperables para los trabajos de campos, rudo oficio donde las líneas elegantes son inútiles.
Durante el viaje cruzaron varias veces la Cordillera de los Andes, y fue en esos cruces donde mayores dificultades encontraron. El escabroso terreno se eleva a más de 5500 m y la temperatura llega a 18° bajo cero.







El diario La Nación, junto a otros medios, siguió desde sus páginas al valiente aventurero y sus caballos. Algunas de las líneas decían así: "En Huarmey el guía no pudo más, ni sus bestias. Los dos criollos Mancha y Gato se revolcaron, tomaron agua y después se volcaron al pasto con apetitos de leones. De Huarmey a Casma, 30 leguas, calores colosales…¡52 grados a la sombra!… sin agua, ni forraje, arena, arena, arena. Los cascos se hundían permanentemente de 6 a 15 pulgadas en la arena candente…".
Y en la editorial del 23 de septiembre de 1928 quedó patentado el logro: después de más de tres años y cinco meses, Aimé montado en Mancha, su fiel compañero (Gato tuvo que quedarse en la Ciudad de México al ser lastimado por la coz de una mula), logró la hazaña: "Al llegar a la Quinta Avenida de Nueva York llevaba en los cascos de su caballo criollo el polvo de veinte naciones atravesadas de punta a punta, en un trayecto más largo y rudo que el de ningún conquistador, y sobre su pecho, en moño blanco y celeste, bien ganados como una condecoración, los colores argentinos".







Aquellos dos fieles equinos, Gato y Mancha, que hoy descansan en la estancia El Cardal junto a los restos del andariego profesor extranjero que los llevó por horizontes lejanos a la Argentina, son un símbolo de la entrega y la fidelidad del caballo a las causas nobles que hicieron historia

Ya Charles Darwin, en su visita por nuestro territorio, ponderaba la habilidad de los jinetes y la calidad de nuestros caballos, pero un 24 de abril de 1925 el Caballo Criollo entraría en la historia, pues desde Buenos Aires comenzaba una de las travesías más famosas del siglo.

Ayacucho, 1880. Don Felipe Solanet y su señora Emilia G. Testevín fundan la estancia "El Cardal". En 1911, el Dr. Emilio Solanet, selecciona y trae del sudoeste del Chubut un notable lote de padrillos y yeguas indias de las manadas criollas marca del Corazón, célebres animales pertenecientes a la tribu de los indios tehuelches Liempichún.
El propulsor y creador de la raza Criolla: Emilio Solanet, le regala dos caballos al profesor suizo Aimé Félix Tschiffely: Gato (16) y Mancha (15).

Partieron desde la Sociedad Rural, en Palermo.
"Son conocidos los antecedentes de los señores Pedro y Emilio Solanet como criadores del caballo criollo. Trajeron del extremo sur de la república, un lote selecto de yeguas indias, y sobre esta base formaron un plantel de animales cuyos descendientes son los campeones actuales. Salvaron así, una raza útil que desaparecía olvidada entre los indios". La Nación, 20 de Agosto de 1925. Tschiffely estaba convencido de la fortaleza de los rústicos y nada estilizados caballos criollos, y quería demostrarlo.
"Mancha era un excelente perro guardián: estaba siempre alerta, desconfiaba de los extraños y no permitía que hombre alguno, aparte de mí mismo, lo montase... Si los extraños se le acercaban, hacía una buena advertencia levantando la pata, echando hacia atrás las orejas y demostrando que estaba listo para morder... Gato era un caballo de carácter muy distinto.


"Mis dos caballos me querían tanto que nunca debí atarlos, y hasta cuando dormía en alguna choza solitaria, sencillamente los dejaba sueltos, seguro de que nunca se alejarían más de algunos metros y de que me aguardarían en la puerta a la mañana siguiente, cuando me saludaban con un cordial relincho".
Tschiffely tuvo que resignarse a no llevar carpa, ya que las que se podían conseguir por aquellos tiempos eran muy pesadas.

martes, 10 de septiembre de 2013

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO PADRE DE LA EDUCACIÓN

Cuando Domingo Faustino Sarmiento asumió la presidencia de la Nación, en 1868, la realidad del país distaba de ser pujante y alentadora.
La extensa superficie argentina estaba casi incomunicada, con pocos ferrocarriles y escasos telégrafos. Tan sólo el ganado vacuno se paseaba mansamente de un lado a otro, pues ni siquiera había alambrados.
La educación no era fomentada, mucho menos la inmigración, y la misma suerte corría la capacitación científica.
Las Fuerzas Armadas, por su parte, no estaban centralizadas, sino a merced de los caudillos, que se manejaban a su antojo dentro de sus territorios.
Según Sarmiento, estas eran las principales causas de la barbarie que reinaba en el país. Hombre inteligente y enérgico, él tenía el diagnóstico, pero… ¿tenía la cura?
Ponete el traje de prócer, trasladate un siglo y medio hacia el pasado, y enterate cómo la escuela llegó al poder.

La mirada hacia el Norte
Tres años antes de llegar a la presidencia, Sarmiento representaba a nuestro país en los Estados Unidos, bajo el cargo de Ministro Plenipotenciario.
Allí forjó su visión sobre el rumbo que, según él, debía seguir la Argentina. Se maravilló por el funcionamiento de una nación repleta de ferrocarriles, y con inmigrantes que llegaban de todas partes del mundo.
Sin embargo, lo que más le llamó la atención fue el alto nivel educativo. Era tanta su admiración que luego, cuando llegó a la presidencia, contrató a 65 docentes norteamericanas para que ayudaran a mejorar nuestras escuelas.

De alumno a presidente
En 1868, ya de regreso por nuestros pagos, los miembros del ejército y algunos líderes políticos le propusieron ocupar el cargo de presidente, para reemplazar a Bartolomé Mitre.
En esa época no se votaba como lo hacen hoy tus papás: el voto no era universal, secreto ni obligatorio.
Como había estado mucho tiempo fuera del país, muchos desconocían sus propuestas, pero Sarmiento prometió invertir en educación para civilizar el país. ¿Si cumplió? En 1852, sólo 20 escuelas eran solventadas por el gobierno de Buenos Aires y aun menos en las demás provincias. Para 1874, cuando terminó su mandato, se habían construido 1.117 escuelas públicas e inaugurado más de un centenar de bibliotecas populares.

¡Alambren el país!
La falta de educación era uno de los grandes problemas, pero no el único. Donde más se reflejaba la ausencia del Estado era en el campo: había grandes extensiones de tierra sin deslinde ni propietarios, que eran gobernadas por caudillos.
Para contrarrestar la ausencia estatal, el presidente Sarmiento incentivó la inmigración en las regiones despobladas. Por ejemplo: en Chivilcoy (Buenos Aires), aplicó el modelo de división de parcelas, introdujo nuevos cultivos y recibió a 20.000 extranjeros.

Rumbo a la civilización
El aislamiento generado por la falta de herramientas de comunicación y transporte (barcos de vapor, servicios de correos o telégrafos) era otra de las preocupaciones de Sarmiento como presidente.
El país estaba incomunicado internamente y también externamente. Pero gracias a la visión y pujanza de Sarmiento, la Argentina se convirtió en el país sudamericano con más ferrocarriles. ¡Y no sólo eso! También pasó a la vanguardia en líneas telegráficas, al extender un cable a Europa y a Estados Unidos.
Tampoco se olvidó de la ciencia: en su mandato se creó el Observatorio Astronómico de Córdoba.

Después de seis años como presidente, fue reemplazado por Nicolás Avellaneda. Pasado el tiempo, Domingo Faustino Sarmiento se exilió en Paraguay hasta el día de su muerte: el 11 de septiembre de 1888, fecha en que lo recordamos por ser el presidente que más hizo por la educación. ¡Gracias, maestro!