martes, 26 de febrero de 2013

Leandro N. Alem, un hombre de honor

Hijo de un almacenero federal rosista, fusilado, colgado en una horca y exhibido al pueblo tras la derrota de Rosas, Leandro y su familia conocieron la pobreza absoluta. Pero no impidió ello que, gracias al gran esfuerzo de su madre, Leandro Alén, luego rebautizado Leandro N. Além, pudiera realizar los estudios secundarios e ir a la Universidad.

Nacido el 11 de marzo de 1842, ya en su juventud decidió entregarse por completo a las causas que consideraba justas, lo que no evitó que siguiera un camino poco lineal. Con apenas 17 años, participó en los ejércitos urquicistas para derrotar a los díscolos bonaerenses, contra quienes guardaba rencor por el asesinato de su padre. Dos años más tarde, sin embargo, se unió a las filas de Mitre, para luchar contra Urquiza, y poco después también participaría de la Guerra del Paraguay, siendo herido en Curupaytí.


Pero cuando no tomaba las armas, Alem, junto a su inseparable sobrino, Hipólito Yrigoyen, diez años menor que él, se abocaba de lleno a la actividad política, ahora en las filas del autonomismo alsinista. Por entonces, escribía numerosas poesías y avanzaba en la carrera de Derecho.

A los 27 años, finalmente recibido de abogado, logró ser incluido en las listas de diputados nacionales del autonomismo. Fracasó en dos oportunidades, pero alcanzó a ingresar a la legislatura provincial en 1872. En sus discursos no cejaba en llamar a la defensa del sufragio universal.

La figura de Alem no dejaba de crecer, por su oratoria y el ímpetu con que defendía las causas que creía justas: participa del sofocamiento del alzamiento mitrista, se enemista con Alsina, forma el Partido Republicano con Aristóbulo del Valle, es electo diputado nacional y rechaza la cesión de Buenos Aires al dominio nacional. 

La intransigencia, el rechazo a los acuerdos de cúpula y el principismo se convierten en su marca registrada, cuando hacia 1890, el régimen del Partido Autonomista Nacional se vuelve fraudulento y da vueltas las espaldas a la ciudadanía. Entonces, forma junto a Mitre, un viejo conocido, la Unión Cívica. 

Pero en verdad, Alem no creía en la legitimidad de los comicios que se desarrollaban entonces y por ello mismo no consideraba que la Unión Cívica debiera tener fines electorales. Por ello mismo, encabezó en julio de 1890 la Revolución del Parque. La derrota y los acuerdos del conservador Mitre con el gobierno nacional, lo llevaron a fundar un nuevo espacio: la Unión Cívica Radical.

Con la UCR convertida en un partido de oposición al régimen, levantisco, en defensa de los principios cívicos, Alem accedió nuevamente a la cámara de Diputados. No fueron pocos los legisladores que lograron ingresar. Sin embargo, la derrota en la Capital fue dura; y sumada a los conflictos internos y a las diferencias cada vez más grades con su sobrino Hipólito, llevaron a un cansado, enfermo y deprimido Alem a tomar una trágica decisión: el 1º de julio de 1896 se quitó la vida de un tiro. Para la historia quedaba su insigne “Qué se rompa, pero que no se doble”.

Para recordar la fecha del nacimiento de Alem, el 11 de marzo de 1842, traemos un fragmento de un discurso brindado el 12 de agosto de 1890, pocos días después de la Revolución del Parque, en que advertía la necesidad de la participación popular y la lucha por altivos ideales.
Fuente: Diego Abad de Santillán, Enciclopedia de historia argentina, TEA, Buenos Aires, T.3, p. 396.
"Es necesario no olvidar que la parte principal de la acción corresponde al pueblo (...) La revolución iba a estallar otra vez, iniciándose más grandiosa de lo que acaba de ser (...) La obra de la Unión Cívica debe ser continuada con la misma actividad y energía del presente, porque el rayo de luz espiritual que el Creador ha impreso sobre nuestras frentes como nación nos impone sagrados y altos deberes en el concierto humano, siendo ésta nuestra tradición gloriosa; y si nuestros padres han contribuido con sus esfuerzos a la conquista del derecho y de la libertad en una gran parte del continente sudamericano, nosotros tenemos el derecho y el deber de enseñar y difundir ese derecho, perfeccionándonos de día en día, constituyendo una fuerza de enseñanza y de fe inspiradora para todos los pueblos, porque nuestra vida política debe ser un certamen de honor y de competencia; y cuando nos hayamos organizado bajo esos severos preceptos morales y hayamos ocupado el puesto que nos está señalado en la marcha del mundo, recién entonces podremos experimentar la dulce y retempladora melancolía que produce la conciencia del deber cumplido en su más alto concepto."

sábado, 23 de febrero de 2013

Firma del Tratado de Pilar


El Tratado Del Pilar se firma el 23 de febrero de 1820. Por este hecho relevante se reconoce al Partido de Pilar como "Cuna del Federalismo" Rubricado en la primitiva capilla Del Pilar, puso fin a la guerra entre las provincias de entre Ríos y Santa Fe contra Buenos Aires.

En la Constitución Nacional se lo incluye como "Pacto Preexistente"

Tratado del Pilar

Convención hecha y concluída entre los gobernadores D. Manuel de Sarratea, de la provincia de Buenos Aires, de la de Sta. Fe Estanislao López, y el de Entre Ríos, D. Francisco Ramírez el día 23 de Febrero del año del Sr. 1820 con el fin de poner término a la guerra suscitada entre dichas provincias, de proveer a la seguridad ulterior y de concentrar sus fuerzas y recursos en un gobierno Federal a cuyo efecto se han convenido en los artículos siguientes.

Artículo 1°

Protestan las partes contratantes, que el voto de la nación, y muy en parlicular, en las Provincias de su mando, respecto al sistema de gobierno que debe regirlas se ha pronunciado en favor de la federación que de hecho admiten. Pero que debiendo declararse por diputados los nombrados por la libre elección de los pueblos se someten a sus deliberaciones. A este fin, elegido que sea por cada provincia popularmente su respectivo representante, deberán los tres reunirse en el Convento de S. Lorenzo, de la provincia de Sta. Fe, a los sesenta días contados desde la ratificación de esta convención. Y como están persuadidos que todas las provincias de la nación aspiran a la regularización de un gobierno central, se comprometen cada una de por sí de dichas partes contratantes a invitarlas y suplicarlas concurran con sus respectivos diputados para que acuerden cuanto pudiera convenirles y convenga al bien general.

Artículo 2°

Allanados como han sido todos los obstáculos que entorpecían la amistad y buena armonía entre las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, y Sta. Fe en una guerra civil y sangrienta por la ambición y criminalidad de unos hombres que habían usurpado el mando de la nación o burlado las instrucciones de los pueblos que representan en congreso, cesarán las hostilidades desde hoy, retirándose las divisiones beligerantes de Sta. Fe, y Entre Ríos a sus respectivas provincias.

Artículo 3°

Los gobiernos de Sta. Fe, el de Entre Ríos por sí, y a nombre de sus provincias recuer­dan a la heroica provincia de Buenos Aires, cuna de la libertad de la nación, el estado difícil y peligroso a que se ven reducidos aquellos pueblos hermanos por la invasión con que los amenaza una potencia extranjera que con respetables fuerzas opone la provincia aliada de la Banda Oriental. Dejan a la reflexión de unos ciudadanos tan interesados en la indepenclencia y felicidad nacional el calcular los sacrificios que costará las de aquellas provincias atacadas, el resistir un ejército imponente careciendo de recursos, y aguardan de su generosidad y patriotismo auxilios proporcionados a lo arduo de la empresa ciertos de alcanzar cuanto queda en la esfera de lo posible.

Artículo 4°

En los ríos Uruguay y Paraná navegarán únicamente los buques de las provincias amigas cuyas costas sean bañadas por dichos ríos. El comercio continuara en los términos que hasta aquí, reservándose a la decisión de los diputados en congreso cua­lesquiera reformas que sobre el particular solicitasen las partes contratantes.

Artículo 5°

Podrán volver a sus respectivas provincias aquellos individuos que por diferencia de opiniones políticas, hayan pasado a la de Buenos Aires o de ésta a aquéllas, aún cuando hayan tomado armas y peleado en contra de sus compatriota, serán repuestos al goce de sus propiedades en el estado que se encontrasen y se echará un velo a todo lo perdido.

Artículo 6°

El deslinde del territorio entre las provincias se remitirá en caso de duda a la resolución del congreso general de diputados

Artículo 7°

La deposición de la antecedente administración ha sido la obra de la voluntad geneal por la repetición de crímenes con que comprometía la libertad de la nación con , otros excesos de una magnitud enorme, ella debe responder en juicio público ante el tribunal que al efecto se nombre. Esta medida es muy particularmente del interés de los jefes del ejército Federal, que quieren justificarse de los motivos poderosos que les impelieron declarar la guerra contra Buenos Aires en noviembre del año próximo pasado y conseguir con la libertad dé la provincia de Buenos Aires la garantía más segura de las demás unidas.

Artículo 8°

Será libre el comercio de armas y municiones de guerra de todas clases en las provincias federadas.

Artículo 9°

Los prisioneros de guerra de una y otra Parte serán puestos en libertad después de ratificada esta convención para que se restituyan a sus respectivos ejércitos o provincias.

Artículo 10°

Aunque las partes contraltantes están convencidas de que todos los artículos arriba expresados son conformes con los sentimientos y deseos del Exmo. Sr.Capitán general de la Banda Oriental D.José Artigas según lo ha expuesto el Sr. Gobernador de Entre Ríos. Que dice hallarse con instrucciones privadas de dicho Señor Exmo. para este caso, no teniendo suficientes poderes en forma se ha acordado remitirle copia de esta acta para que siendo de su agrado entable desde luego la relaciones que puedan convenir a los intereses de la provincia de su mando, cuya incorporación a las demás federadas se miraría como un dichoso acontecimiento.

Artículo 11°

A las cuarenta y ocho horas de ratificado estos tratados por la junta de electores, da principio a su retirada el ejército Federal hasta pasar el Arroyo del medio pero atendiendo el estado de desvastación a que ha quedado reducida la provincia de Buenos Aires por el continuo paso de diferentes, tropas, verificará dicha retirada por divisiones de 200 hombres para que as¡ sean mejor atendidas de viveres y cabalgaduras y para que los vecinos experimenten menos gravámenes. Queriendo que los Sres. Generales no encuentren inconvenientes crear en su tránsito para sí, o para tropas, el gobernador de Buenos nombrará un individuo que con este objeto les acompañe hasta la línea divisoria.

Artículo 12°

En el término de dos días o antes si fue posible, será ratificada esta Convención por la muy honorable Junta de representantes.

Fechado en la Capilla del Pilar a 23 de febrero de 1820

Manuel de Sarratea
Francisco Ramírez
Estanislao López.

La Junta de Representantes electo aprueba y ratifica el precedente tratado.

Buenos Aires a las 2 de la tarde del 24 Febrero de 1820.

Tomás Manuel Anchorena
Antonio José Escalada
Manuel Luis De Olide
Juan José Cristobal De Abchorena Vicente López
Victorio García De Zuñiga
Sebastián De Lezica
Manuel Obligado.

Fuente documental: A.G.N. Sala X-27-7-9 y libro "Francisco Ramirez  el caudillo Enamorado" de José Valle editorial "en un feca"

miércoles, 20 de febrero de 2013

Batalla de Salta:Fue la gesta histórica que allanó el camino hacia la Independencia

El Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano y de Eustoquio Díaz Vélez como mayor general o segundo jefe, derrotó por segunda vez a las tropas realistas del brigadier Juan Pío Tristán, a las que había batido ya en septiembre anterior en la batalla de Tucumán. La rendición incondicional de los realistas garantizó el control del gobierno rioplatense sobre buena parte de los territorios del antiguo Virreinato del Río de la Plata, aseguró la región y permitió a los patriotas recuperar, provisoriamente, el control del Alto Perú.

Antecedentes

Belgrano había aprovechado la victoria patriota de la Batalla de Tucumán, librada los días 24 y 25 de septiembre de 1812, para reforzar el ejército a su mando. En cuatro meses logró mejorar la disciplina de las tropas, proporcionarles instrucción y reclutar suficientes efectivos como para duplicar su número. El parque y artillería abandonados por Tristán en la anterior batalla le había permitido organizarse con mucha mayor soltura. A comienzos de enero, buscando marchar tranquilamente para no fatigar a las tropas, emprendió la vanguardia la marcha hacia Salta. El 13 de febrero, a orillas del río Pasaje, el ejército prestó juramento de lealtad a la Asamblea Constituyente que había comenzado a sesionar en Buenos Aires pocos días antes, y a la bandera albiceleste diseñada por Belgrano. La bandera fue conducida por el mayor general Eustoquio Díaz Vélez, a quien llevaba en medio el coronel Martín Rodríguez y el general Belgrano escoltados por una compañía de granaderos que marchaban al son de música. La ocasión —cuya solemnidad fue empleada hábilmente por Belgrano, como lo había hecho en la bendición de la bandera en Jujuy antes del Éxodo Jujeño— dio lugar al rebautismo del río con el nombre de Juramento.

Tristán, entretanto, había aprovechado la ocasión para fortificar el Portezuelo, el único acceso a la ciudad a través de la serranía desde el sudeste; la ventaja táctica que esto le suponía hubiera hecho el intento imposible, de no ser por el superior conocimiento de la zona que los lugareños concriptos aportaran. El capitán Apolinario Saravia, natural de Salta, se ofreció a guiar el ejército a través de una senda de altura que desembocaba en la Quebrada de Chachapoyas, que les permitiría empalmar con el camino del norte, que llevaba a Jujuy, a la altura del campo de la Cruz, donde no existían fortificaciones semejantes. Aprovechando la lluvia que disimulaba sus acciones, el ejército emprendió la marcha a través del áspero terreno, avanzando lentamente a causa de la dificultad de transportar los pertrechos y la artillería. El 18 se apostaron en el campo de los Saravia, ubicado en esa zona, mientras el capitán, disfrazado de indígena arreador llevaba una recua de mulas cargadas de leña hasta la ciudad, con la intención de informarse de las posiciones tomadas por la tropa de Tristán.

 

Batalla de Salta

El general José María Paz en sus Memorias póstumas describió el orden de batalla:

Nuestra infantería estaba formada en seis columnas de las que cinco estaban en línea y una en reserva, en la forma siguiente: 1° principiando por la derecha, el Batallón de Cazadores a las ordenes del comandante Dorrego, 2° y 3° eran formadas del Regimiento N° 6 que era el mas crecido, una á las órdenes del comandante Forest, y la otra, aunque no puedo asegurarlo á las del comandante Warnes, 4° del Batallón de Castas á las órdenes del comandante Superi, 5° de las compañías del N° 2 venidas últimamente de Buenos Aires, al mando del comandante D. Benito Alvarez, 6° y última compuesta del Regimiento N° 1 al mando del comandante D. Gregorio Perdriel. La artillería que consistía en doce piezas, si no me engaño, estaba distribuida en los claros, menos dos que habían quedado en la reserva.

La batalla

El día 19, gracias a la inteligencia de Saravia, el ejército marchó por la mañana con la intención de acometer las tropas enemigas al amanecer del día siguiente. Tristán recibió noticia del avance, y dispuso sus tropas nuevamente para resistirlo; alineó una columna de fusileros sobre la ladera del cerro San Bernardo, reforzó su flanco izquierdo, y organizó las 10 piezas de artillería con que contaba. En la mañana del 20 Belgrano ordenó la marcha del ejército en formación, disponiendo la infantería al centro, una columna de caballería — al mando de José Bernaldes Polledo — en cada flanco y una nutrida reserva al mando de Manuel Dorrego.

La herida de bala que al inicio de la batalla recibiera Eustoquio Díaz Vélez, segundo jefe de las fuerzas y jefe del ala derecha, mientras recorría la vanguardia de la formación, no fue obstáculo para que volviera al campo. El primer choque fue favorable a los defensores, ya que la caballería del flanco izquierdo encontraba dificultad para alcanzar a los tiradores enemigos por lo empinado del terreno.

Poco antes de mediodía, Belgrano ordenó el ataque de la reserva comandada por Dorrego sobre esas posiciones, mientras la artillería lanzaba fuego granado sobre el flanco contrario. Al frente de la caballería, condujo él mismo una avanzada sobre el cerco que rodeaba la ciudad. La táctica fue exitosa; columnas de infantes al mando de Carlos Forest, Francisco Pico y José Superí rompieron la línea enemiga y avanzaron sobre las calles salteñas, cerrando la retirada al centro y ala opuesta de los realistas. El retroceso de los realistas se vio dificultado por el mismo corral que habían erigido como fortificación; finalmente, se congregaron en la Plaza Mayor de la ciudad, donde Tristán decidió finalmente rendirse, mandando tocar las campanas de la Iglesia de La Merced.

Eustoquio Díaz Vélez (1790-1856)
 Militar nacido en Buenos Aires. Luchó en las Invasiones Inglesas (1806-1807), participó en la Revolución de Mayo y formó parte del ejército que combatió en el Alto Perú. 
Enviado a Santa Fe en 1814 como teniente gobernador, se enfrentó sin éxito con los caudillos Eusebio Hereñú, de Entre Ríos, y Estanislao López, de Santa Fe. En busca de una solución pacífica, 
logró la firma del Pacto de Santo Tomé (1816). Entre 1818 y 1820 se desempeñó como gobernador interino de Buenos Aires.

jueves, 14 de febrero de 2013

Raul Scalabrini Ortiz


Nació en la ciudad de Corrientes cuando el siglo XIX tocaba a su fin (14 de febrero de 1898).Su adolescencia y juventud transcurren bajo la presión del liberalismo conservador predominante.
Varios factores se conjugan, sin embargo, para que Raúl Scalabrini rompa la trama del pensamiento colonial. Por un lado, su militancia juvenil en un grupo llamado "Insurrexit", de ideología marxista, le permite descubrir la importancia de los factores económicos y sociales en el desarrollo histórico. Por otro su permanente deambular por el país (por razones de trabajo viaja a La Pampa, Entre Ríos y Catamarca) lo salvan de encerrarse en una visión porteña y le enseñan cómo viven y cómo sueñan sus compatriotas. A esto se suma un viaje a París, a los veintiséis años, del cual regresa hondamente decepcionado, pues en la "Francia eterna" del "humanitarismo y los derechos del hombre" encuentra un enorme desdén por los latinoamericanos y una antidemocrática xenofobia de "pueblo elegido".
Además, Scalabrini busca auténticamente "su verdad" y no se contenta con la gloria efímera que satisface a sus colegas de la pluma. En este aspecto, su maestro Macedonio Fernández lo orienta hacia una vida profunda, de altruismo y generosidad, donde lo individual se diluya en aras del beneficio colectivo. "Mis días eran extrañamente ajenos los unos a los otros... Les faltaba sometimiento a una sorpresa más grande que ellos mismos. Les faltaba subordinación a una fe".
En esa búsqueda se halla Scalabrini cuando, en octubre de 1929, se desencadena la crisis económica mundial. El capitalismo hace agua por todos lados y millones de hombres son arrojados a la desocupación y al hambre. Los países desarrollados, envueltos en la crisis, amenguan sus efectos, descargándola sobre los países productores de materia prima. En la Argentina se desmorona "el granero del mundo": caen los precios de las exportaciones y baja el peso. Desocupación, hambre, tuberculosis, delincuencia y suicidios señalan el inicio de la Década Infame.
Entonces el verdadero rostro del país vasallo se asoma a los ojos del prensador nacional que sepa verlo. Y mientras el resto de la inteligencia argentina juguetea con metáforas exquisitas, Raúl Scalabrini Ortiz emprende la tarea de demostrar la verdadera realidad nacional. Hasta poco tiempo atrás, también él se había enredado en la metafísica con "El hombre que está solo y espera", pero ahora - 1932 - Scalabrini hunde profundamente el escalpelo del análisis en la patria vasalla e inicia la tarea de toda su vida. El pensamiento nacional, dormido desde hacía décadas, se pone en marcha.
Scalabrini se pregunta en primer lugar ¿Cómo es posible que en un país como la Argentina, productor de carnes y cereales, haya hambre?. De allí pasa a inventariar nuestras riquezas (ferrocarriles, frigoríficos, puertos, etc.) estudiando en cada caso quién es el propietario de los mismos y así llega a la conclusión de que los argentinos nada poseen, mientras el imperialismo inglés se lleva nuestras riquezas a precios bajísimos y nos vende sus productos encarecidos, mientras los ingleses nos succionan a través de seguros, fletes, dividendos, jugosa renta producto de su dominio sobre los resortes vitales de nuestra economía.
Como consecuencia de su participación en la Revolución Radical de Paso de los Libres, Scalabrini es desterrado a Europa en 1933. Desde allá, se aclara aún más el grado de sometimiento argentino al imperio, pues lo que los diarios ocultan en la Argentina, se dice en voz alta en Alemania o Italia, especialmente debido a las rivalidades interimperialistas. "Somos esclavos de los ingleses", se repite una y otra vez Scalabrini, ya absolutamente convencido de que sus cifras son ciertas e irrefutables. Desde Alemania, en 1934, escribe sus primeros artículos en los que aborda en profundidad el problema clave de todo país semicolonial: la cuestión nacional.
Poco después, en 1935, ya de regreso del exilio se lanza decididamente a la lucha contra el imperialismo. Desde el periódico "Señales" y desde FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) condena uno a uno todos los decretos de la entrega. A través de la conferencia, el libro y los artículos periodísticos, no cesa un instante, desde entonces, en denunciar la expoliación imperialista.
A través de las conferencias y los cuadernos de FORJA, Scalabrini se convierte en el gran fiscal de la entrega. Pero por sobre todos estos negociados, él apunta decididamente a la clave del sistema colonial: el ferrocarril. Esos rieles tendidos por el capital extranjero son "una inmensa tela de araña metálica donde está aprisionada la República". Es a través del ferrocarril que nuestra economía se organiza colonialmente para entregar riqueza barata en el puerto de Buenos Aires a los barcos ingleses y es a través del ferrocarril, con sus tarifas parabólicas, que el imperialismo destruye todo intento industrial en el interior, asegurando así la colocación de la cara mercadería importada.
Por esos años, Scalabrini Ortiz se sumerge en la historia nefasta de esos ferrocarriles y paso a paso desnuda la verdad: que los ingleses trajeron capitales ínfimos, que aguaron esos capitales a través de revaluaciones contables dirigidas a inflar los beneficios, concedidos como porcentajes fijos sobre el capital, que quebraron todo intento de comunicación interna que no fuese a dar a Buenos Aires, que subieron y bajaron las tarifas, según sus conveniencias, para boicotear alas industrias nacionales que compitiesen con la mercadería traída de Londres, que obtuvieron miles de hectáreas de regalo junto a las vías, que no cumplieron función de fomento alguna en las provincias pobres, que hundieron unos pueblos y levantaron otros torciendo el trazado de las líneas según sus intereses y los de sus socios: lo oligarcas.
Allí reside, sostiene Scalabrini, el verdadero cáncer de nuestra soberanía y en torno a él han crecido las restantes enfermedades que han terminado por hundirnos: la moneda y el crédito manejado por la banca extranjera, el estancamiento industria, la no explotación de la riqueza minera, ni de la hidroelectricidad, la subordinación a barcos, tranvías y restantes servicios públicos extranjeros, la expoliación de los empréstitos a través del interés compuesto "Somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre",reclaman Scalabrini, Jauretche y sus muchachos de FORJA. Pero el boicot del silencio cae sobre ellos. La superestructura creada por el imperialismo se cierra ahogando a las voces nacionales. Ellos no cejan, sin embargo, y desde las catacumbas van forjando la conciencia nacional. Scalabrini publica en esos años la "Historia de los Ferrocarriles Argentinos" y "Política Británica en el Río de la Plata".
Cuando se desencadena la Segunda Guerra Mundial y ante la presión aliadófila para que la Argentina envíe tropas al frente, Scalabrini Ortiz vuelve a hacer punta contra el imperialismo, publicando el diario "Reconquista". Desde allí defiende la neutralidad y lanza esta consigna: "No osdejéis arrastrar a la catástrofe. Si os empujan, subleváos. Muramos por la libertad de la Patria y no al servicio de los patrones extranjeros". Así convoca a la Segunda Independencia.
Jaqueado por todas las fuerzas de la Argentina ainglesada, "Reconquista" logra vivir ton sólo 41 días. Pero subterráneamente, el pensamiento nacional se va infiltrando y despierta ya muchas conciencias dormidas. Y cuando poco después el Grupo de Oficiales Unidos dé el golpe de estado el 4 de junio de1943, alguien recordará que uno de los libros que esos militares consideran texto obligado para su formación política es "La Historia de los Ferrocarriles" de Scalabrini Ortiz.
Poco después lo conoce personalmente a Juan Domingo Perón, a quien ya le sugiere la nacionalización de los ferrocarriles. El 17 de octubre de 1945, Scalabrini Ortiz forma parte de la multitud que irrumpe en nuestra historia para iniciar una Argentina Nueva. Ese día, se convence de que esos hombres, a los que llama "esos de nadie y sin nada", son los que conducirán al país hacia su nuevo destino: ".... Era el subsuelo de la patria sublevada. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba por primera vez en su tosca desnudez original....Eran los hombres que 'estaban solos y esperaban', que iniciaban sus tareas de reivindicación".
Pocos meses después, Perón derrota en las urnas a los viejos partidos representantes de una Argentina que moría irremediablemente. Scalabrini acompaña el proceso de la campaña electoral desde las columnas del diario "Política" y mantiene estrecho contacto con Perón, ya siendo éste presidente. Presenta entonces varios trabajos atinentes a la nacionalización de los ferrocarriles, pero no acepta cargos en el gobierno. Considera que su lugar está en el llano, opinando, fiscalizando, apoyando, pero, después de tantos años de oposición, no se considera un "hombre de construcción".
Participa así del proceso de la Revolución Nacional y ve caer uno a uno los eslabones de la cadena con que el imperialismo nos sojuzgaba y que él había denunciado sin descanso: los ferrocarriles, los teléfonos, los bancos, la exportación y la importación, el transporte marítimo y el aéreo, los seguros, el gas, etc. Y ve también crecer a ritmo intenso a la industria liviana, asfixiada tantos años por la mercadería importada. Así transcurre esos años estudiando, elaborando ideas.
Una nación económicamente libre, socialmente justa y políticamente soberana deja atrás, como un triste recuerdo, a aquella colonia de los años treinta. Las consignas lanzadas por FORJA, a veces casi con las mismas palabras, son coreados ahora por la multitud.
Pero si bien Perón reconoce en variadas oportunidades, el aporte ideológico de Scalabrini, su gobierno no le brinda el acceso a "los medios" para que difunda su "pedagogía nacional". La burocracia peronista, por su parte, choca con este místico de la política, contumaz crítico de toda desviación o inconducta. Por ello se retrae dela vida pública y se dedica a plantar álamos en las costas del Paraná.
De esa época afirma: "Hay muchos actos y no de los menos trascendentales de la política interna y externa del Gral. Perón que no serían aprobados por el tribunal de ideas matrices que animaron a mi generación…..En el dinamómetro de la política esas transigencias miden los grados de coacción de todo orden con que actúan las fuerzas extranjeras en el amparo de sus intereses y de sus conveniencias". Y agrega: "No debemos olvidar en ningún momento- cualesquiera sean las diferencias de apreciación-que las opciones que nos ofrece la vida política argentina son limitadas. No se trata de optar entre el Gral. Perón y el Arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el Gral. Perón y Federico Pinedo. Todo lo que socava a Perón fortifica a Pinedo, en cuanto él simboliza un régimen político y económico de oprobio y un modo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento vivo del país". Por eso, cuando le proponen participar en un golpe contra el gobierno, rechaza la invitación. Por eso, también, es uno de los primeros en alistarse en la "Resistencia", en setiembre de 1955, a la caída de Perón.
El golpe militar del 16 de setiembre propicia el retorno oligárquico. Ahora han vuelto los hombres de paja del imperialismo, los mismos del los años treinta.
Otra vez los amigos de los ingleses, otra vez los personeros dela oligarquía, otra vez los pactos claudicantes, de nuevo los bancos privados, los tratados vergonzosos, las devaluaciones para engordar las arcas de los ganaderos. Y de nuevo entonces, piensa Scalabrini, hay que plantear como única y absoluta prioridad: la Revolución Nacional. Todo parece volver hacia el pasado y las ideas de Scalabrini se afirman en su vieja lucha. Desde "El Líder", "De Frente" y "El Federalista" se constituye en crítico implacable. Cerrados estos periódicos, escribirá desde mediados de 1956 en la revista "Qué".
La Revolución Nacional, por sobre todo, piensa Scalabrini y así redobla sus esfuerzos para romper el continuismo. Esa posición lo lleva a colaborar con Frondizi y Frigerio entendiendo que debe usar a "Qué" como vocero de sus ideas, más allá de sus diferencias que pueda tener con los teóricos de la burguesía nacional.
Todo el año 1957 Scalabrini ataca semana a semana las medidas retrógradas y pro imperialistas del gobierno. Puede decirse que a través suyo se expresa la Argentina auténtica que se niega a volver al pasado. El 23 de febrero de 1958 el Frente Nacional, que lleva a Frondizi para presidente, aplasta a la reacción en las urnas, pero la entrega del poder es condicionada. Por eso Scalabrini entiende que debe seguir apoyando, aún disintiendo en muchos aspectos, al gobierno frondizista. Por eso también acepta la dirección de la revista "Qué",convertida ahora en revista oficialista.
Durante poco tiempo, sin embargo, permanece en su dirección (menos de tres meses). La publicación de los contratos petroleros en los últimos días de julio de 1958,lo decide a renunciar. Escribe entonces un artículo titulado "Aplicar al petróleo la experiencia ferroviaria" y deja constancia de su disentimiento con los contratos, en especial con lo pactado con la Banca Loeb. No desea, sin embargo, romper frontalmente con el gobierno cuando éste se encuentra jaqueado por los gorilas y prefiere irse calladamente. Por otra parte, ya está preso de un cáncer que lo llevará a la muerte pocos meses después.
Desde esa separación, Scalabrini Ortiz ya no actúa públicamente pero sus amigos y sus familiares saben que una tristeza lo domina por la traición del frondizismo. El 31 de diciembre de 1958, Frondizi anuncia la adhesión de la Argentina al Fondo Monetario Internacional (FMI) y en enero de 1959 se abraza con los banqueros de Wall Street; mientras los tanques derrumban las verjas del Frigorífico Municipal (en la ciudad de Buenos Aires) para sofocar a los obreros en huelga. Pero Scalabrini, ya nada puede decir: está vencido por la enfermedad y después de un período de postración, fallece el 30 de mayo de 1959.
En el cementerio, Jauretche recuerda que Scalabrini fue el maestro, el que les permitió pasar del antiimperialismo abstracto al antiimperialismo concreto, descubriendo la verdadera realidad argentina, como paso previo al intento de transformarla. Por eso concluye su despedida con estas palabras: "Raúl Scalabrini Ortiz …..Tú sabes que somos vencedores… vencedores en esta conciencia definitiva que los argentinos han tomado delo argentino. Por eso hemos venido, más que a despedirte, a decirte: ¡Gracias, Hermano!"

viernes, 8 de febrero de 2013

Martín Miguel de Güemes


Martín Güemes nació en Salta el 8 de febrero de 1.785, pertenecía a una familia noble y adinerada. Cursó sus estudios primarios en su ciudad natal, alternando la enseñanza formal con el aprendizaje de las labores campesinas en las Fincas familiares. A los 14 años se incorporó como cadete de una Compañía del Regimiento Fijo de Infantería de Buenos Aires, iniciando una brillante carrera militar.

En 1805 fue trasladado a Buenos Aires donde comenzó a defender la integridad territorial actuando heroicamente durante las Invasiones Inglesas, actuación por la cual fue premiado y ascendido.

Durante 1.810, al servicio de la causa revolucionaria, se desempeñó eficazmente al mando de un Escuadrón Gaucho en la Quebrada de Humahuaca impidiendo la comunicación entre los opositores al nuevo régimen y los realistas del Alto Perú. El 7 de Noviembre batió a los realistas en Suipacha, único triunfo de las armas patriotas en el intento de recuperar el valioso territorio altoperuano.

Cuando el Ejército Argentino fue derrotado en Huaqui (Junio de 1811) escoltó a su Jefe, Juan Martín de Pueyrredón  a través de la selva oranense y contribuyó salvar los caudales de la Ceca de Potosí, que estaba en poder de los realistas.

En 1.814, al hacerse cargo del Ejército, el Gral. José de San Martín le encomendó el mando de la Avanzada del Río Pasaje (hoy llamado Juramento porque en sus márgenes Belgrano hizo jurar obediencia a la Asamblea del Año XIII y donde se considera que nació como símbolo patrio de los argentinos la Bandera celeste-blanca-celeste) iniciando la Guerra Gaucha. Jujuy y Salta habían sido ocupadas por Joaquín de la Pezuela. Tras siete meses de asedio debió regresar al Alto Perú.

Al año siguiente derrotó completamente al poderoso ejército invasor al mando de Pezuela en Puesto del Marqués, luego de lo cual el pueblo y el Cabildo lo aclamaron Gobernador de la Intendencia (integrada entonces por las ciudades de Salta, Jujuy, Tarija, Orán y distritos de campaña).

En Junio de 1.816 el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, debido a la lamentable situación en que se encontraba el Ejército Auxiliar, le encomendó "la defensa de las Provincias Unidas y la seguridad del Ejército Auxiliar del Alto Perú" que se encontraba en Tucumán reorganizándose después de ser derrotado en Sipe Sipe. Entonces las milicias gauchas al mando del heroico salteño pasaron a desempeñarse como ejército en operaciones continuas, al servicio de la Patria. Por ello considerar a Martín Güemes prócer provincial ó defensor de la frontera Norte es una muestra del desconocimiento de nuestra Historia.

SU MUERTE

Durante el primer semestre de 1821 Güemes suplicó auxilios para equipar la fuerza que debía marchar al Perú a sostener la campaña sanmartiniana. Pero las heridas abiertas por su gestión política y económica a favor de la Independencia, el sostenimiento de la causa –forzosa o voluntariamente- a cargo de los pudientes –ya ex pudientes- de Salta y Jujuy, generaron una enconada oposición. Mientras, el Gral. San Martín ya había desembarcado en las costas peruanas.

A la falta de recursos se sumaron otros obstáculos:

·        Bernabé Aráoz  invadió Santiago del Estero evitando que Felipe Ibarra le enviara apoyo, desestabilizando a Güemes. El Cabildo de Salta autorizó marchar sobre Tucumán, por lo que Güemes hizo retroceder las fuerzas concentradas en Humahuaca y las dirigió a suelo tucumano.

     Güemes se encontraba al Sur de Salta, cuando la vanguardia realista al mando del Coronel Guillermo Marquiegui se aproximó a Jujuy con una importante tropa. José Ignacio Gorriti lo enfrentó el 29 de Abril y tomó prisioneros a Marquiegui, su hermano Felipe, al Cnel. Vigil y a toda la División. Los vencedores fueron recibidos en Salta con gran algarabía.

Olañeta se alejó hacia el Alto Perú dejando parte de la tropa al mando de José María Valdez esperando la oportunidad para marchar sobre Salta, recuperar a los prisioneros (Guillermo y Felipe Marquiegui eran cuñados suyos) y vengar la afrenta.

·        En mayo de 1821, en ausencia de Güemes, los comerciantes se rebelaron y el Cabildo -liderado por ex pudientes- lo depuso del cargo de gobernador y lo condenó al exilio. Este levantamiento es conocido como la Revolución del Comercio. Al recibir el acta de destitución Güemes regresó a Salta, el 31 de Mayo y aplacó la rebelión con su sola presencia.

Al fracasar, los revolucionarios huyeron, unos hacia Jujuy en busca de los realistas, otros hacia Tucumán en busca de Aráoz y otros se ocultaron.

·        Aprovechando las circunstancias Pedro Olañeta ocupó Jujuy y apoyó a los enemigos internos del Prócer. Uniendo resentimientos urdieron un ataque a traición que se concretó con éxito cuando lograron sorprenderlo.

Mientras Guemes reorganizaba el ejército en un campamento cercano a la capital, se trasladó a una casa de la ciudad, propiedad de su hermana y colaboradora, la heroica Macacha. Allí, en la madrugada del 7 de junio de 1.821, fue sitiado por una partida realista que guiada por baqueanos y un comerciante traidor había ingresado a Salta desde el Oeste por un sendero de difícil transitabilidad. Iba al mando del español José María Valdéz, conocido como “Barbarucho” quien con un selecto grupo ingresó subrepticiamente durante la noche, bloqueando la manzana.

Güemes había enviado hacia la plaza a uno de sus ayudantes quien al encontrarse con la partida del rey recibió algunos disparos. Al escucharlos Macacha lo incitó a escapar por una puerta secundaria, Güemes se negó a abandonar la escolta y montando con arrojo su caballo buscó la calle. Por la espalda, una bala le atravesó la región sacro-coxígea-glútea.

Fue auxiliado por sus gauchos y trasladado al monte. Allí, bajo un árbol, soportó una cruel agonía, dejando a la posteridad la última lección de amor y valentía.

Durante diez días, bajo un cebil colorado y recibiendo el cuidado y afecto de sus tropas, acosado por dolores físicos y sin posibilidades de alivio continuó dando órdenes desde un catre. Dos comisiones enviadas por el invasor le ofrecieron atención médica, títulos y honores a cambio de abandonar la lucha. Mientras estaba en pié no había cedido a los ofrecimientos con que intentaron comprarlo, tampoco entonces, en el umbral de la muerte, cedió.

En presencia de la segunda comisión, dos días antes de morir, cortándole la palabra al emisario, ordenó al coronel Jorge Enrique Widt:  ¡Júreme usted, sobre el puño de esta espada, ya mismo y delante de estos señores, que cuando yo muera seguirá la lucha mientras haya un enemigo de la Patria y un salteño dispuesto a dar la vida por la libertad". El coronel hizo el juramento y los emisarios, avergonzados ante quien ni la agonía doblegaba, se retiraron.

El 17 de junio de 1821, a los 36 años,  entregó su alma al Creador mientras Pedro de Olañeta era recibido con honores por los antigüemistas, asumiendo el  Gobierno.

lunes, 4 de febrero de 2013

Parte del combate de San Lorenzo suscrito por el coronel José de San Martín, al Superior Gobierno

San Lorenzo, febrero 3 de 1813
Exmo. Señor:
Tengo el honor de decir a V.E. que en el día 3 de febrero los granaderos de mi mando en su primer ensayo han agregado un nuevo triunfo a las armas de la patria. Los enemigos en numero de 250 hombres desembarcaron a las 5 y media de la mañana en el puerto de San Lorenzo, y se dirigieron sin oposición al colegio San Carlos conforme al plan que tenían meditado en dos divisiones de a 60 hombres cada una, los ataques por derecha e izquierda, hicieron no obstante una esforzada resistencia sostenida por lo fuegos de los buques, pero no capaz de contener el intrépido arrojo con que los granaderos cargaron sobre ellos sable en mano: al punto se replegaron en fuga a las bajadas dejando en el campo de batalla 40 muertos, 14 prisioneros de ellos, 12 heridos sin incluir los que se desplomaron, y llevaron consigo, que por los regueros de sangre, que se ven en las barrancas considero mayor numero. Dos cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas, y una bandera que pongo en manos de V.E. y la arrancó con la vida al abanderado el valiente oficial Don Hipólito Bouchard. De nuestra parte se han perdido 26 hombres, 6 muertos, y los demás heridos, de este número son: el capitán D. Justo Bermúdez, y el teniente Manuel Díaz Vélez, que avanzándose con energía hasta el borde de la barranca cayó este recomendable oficial en manos del enemigo.
El valor e intrepidez que han manifestado la oficialidad y tropa de mi mando los hace acreedores a los respetos de la patria, y atenciones de V.E.; cuento entre estos al esforzado y benemérito párroco Dr. Julián Navarro, que se presentó con valor animando con su voz, y suministrando los auxilios espirituales en el campo de batalla: igualmente lo han contraído los oficiales voluntarios D. Vicente Mármol, y D. Julián Corvera, que á la par de los míos permanecieron con denuedo en todos los peligros.
Seguramente el valor e intrepidez de mis granaderos hubieran terminado en este día de un solo golpe las invasiones de los enemigos en las costas del Paraná, si la proximidad de las bajadas no hubiera protegido su fuga, pero me arrojo a pronosticar sin temor que este escarmiento será un principio para que los enemigos no vuelvan a inquietar a estos pacíficos moradores.
Dios guarde a V.E. muchos años. San Lorenzo, febrero 3 de 1813