sábado, 6 de diciembre de 2014

Lisandro de la Torre

Lisandro de la Torre, el político que enfrentó en soledad la corrupción y los negociados de la década infame
, nació en Rosario el 6 de diciembre de 1868. Su padre, Don Lisandro, había comenzado a amasar una fortuna como comerciante y la consolidó como estanciero. Su madre, doña Virginia Paganini, culta y enérgica, hablaba a la perfección el francés e intentaba que en la casa de los De la Torre se hablaran las dos lenguas con soltura.
La conflictiva vida de Lisandro registra su primer incidente muy precozmente: en la pila bautismal. El cura Pantaleón Galloso, un conservador que se había negado a casar a una pareja porque habían contraído matrimonio civil, se negó a bautizar al pequeño porque su nombre no figuraba en el santoral. Los padres insistieron y finalmente acordaron llamarlo Nicolás Lisandro.
Cursó sus estudios primarios y secundarios en Rosario y al egresar del Colegio Nacional, se trasladó a Buenos Aires para estudiar derecho. A los 20 años se graduó como abogado con su tesis sobre el gobierno municipal y regresó a Rosario donde tomó contacto con los círculos políticos opositores a la política de Juárez Celman, que pronto confluyeron en la formación de la Unión Cívica en 1889. En julio de 1890, se trasladó a Buenos Aires y participó activamente junto al sector de Leandro N. Alem en la Revolución del Parque. Contará años más tarde: "Yo estuve en muchas de las interioridades de la Junta Revolucionaria debido a la amistad que, a pesar de mi juventud, me mostraban Del Valle y Alem, y actué como centinela del gobierno revolucionario en su despacho del Parque y vi con mis ojos muchas cosas que no aparecen en los partes, que podrían vincularse a trascendentales acontecimientos posteriores"
Tras la derrota de la Revolución, De la Torre apoyó a Alem, participó en 1891 en la conformación de la Unión Cívica Radical y fue el puntal del nuevo partido en la provincia de Santa Fe. Durante la revolución radical de 1893, el alzamiento de los hombres de Alem contra el fraude y la corrupción del régimen, Lisandro fue el jefe de operaciones en su provincia natal. Junto a un grupo de correligionarios se apoderó de la jefatura de policía de Rosario y avanzó con sus fuerzas, incrementadas por el apoyo popular hacia la Capital de la provincia, donde llegó a proclamarse a don Leandro como presidente del nuevo gobierno revolucionario. Pero en el resto de las provincias sublevadas, los revolucionarios fueron derrotados. Al quedar aislados, los radicales de Santa Fe debieron deponer su actitud.
El espíritu siempre inquieto y cuestionador de De la Torre, lo llevó a preguntarse si habían empleado el método correcto. Necesitaba tiempo para escribir y pensar y se retiró a administrar un campo que le había regalado su padre. Pero el retiro voluntario duró poco. A fines de 1895, Aristóbulo del Valle, el otro referente de los cívicos, lo convocó a Buenos Aires para dirigir un nuevo periódico, El Argentino, destinado a levantar un movimiento electoral contra la candidatura de Roca. De la Torre encaró la tarea con entusiasmo. Pero en enero de 1896, Del Valle murió inesperadamente y en julio del mismo año Alem se suicidó. El radicalismo quedó acéfalo. De la Torre propuso una alianza con los mitristas para derrotar a Roca pero se encontró con la firme oposición del nuevo líder radical, Hipólito Yrigoyen, y decidió apartarse de las filas radicales en estos términos: "El Partido Radical ha tenido en su seno una actitud hostil y perturbadora, la del señor Yrigoyen, influencia oculta y perseverante que ha operado por lo mismo antes y después de la muerte del Doctor Alem, que destruye en estos instantes la gran política de la coalición, anteponiendo a los intereses del país y los intereses del partido, sentimientos pequeños e inconfesables" 
Su indignación con la política de Yrigoyen lo llevó a retar a duelo al sobrino de Alem. Yrigoyen no sabía esgrima y contrató a un profesor para la ocasión. De la Torre, en cambio, era un experto. El duelo se concretó el 6 de septiembre de 1897 y duró más de media hora al cabo de la cual, paradójicamente, De la Torre presentaba heridas en la cabeza, en las mejillas, en la nariz y en el antebrazo, mientras que Yrigoyen resultó ileso. A partir de entonces, De la Torre comenzará a usar su barba rala para disimular las marcas de aquella disputa con Don Hipólito.
Tras el duelo y la ruptura con la nueva conducción radical, De la Torre volvió a Rosario y fundó un nuevo diario: La República, desde donde expondrá sus ideas, cada vez más distanciadas de las de Yrigoyen. De la Torre irá abriendo un nuevo espacio político a la derecha del socialismo y a la izquierda de los conservadores, que se plasmará en 1908 en la conformación de un nuevo partido político: la Liga del Sur. El movimiento surgía para defender los intereses de los departamentos sureños de la provincia de Santa Fe olvidados por los sucesivos gobiernos provinciales. De la Torre pronunció un enérgico discurso en el acto de proclamación de "la Liga", definiéndola como "un acto de protesta y de defensa propia contra la absorción irritante y expresión de fe en las propias actitudes para realizar los fines del gobierno libre. Así surge a la escena esta poderosa agrupación popular. La Liga del Sur no es la liga del sur contra el norte; la Liga del Sur es la concentración de voluntades de los habitantes del sur en defensa de su autonomía y en contra del localismo absorbente de la ciudad capital. Mañana podrá existir la Liga del Norte con la misma bandera" .
A poco de fundada, la Liga comenzó a crecer, incorporando en sus filas a figuras influyentes de la provincia, como el Dr. Ovidio Lagos, director del diario La Capital de Rosario.
La Ley Sáenz Peña, de voto universal, secreto y obligatorio, que ponía fin a décadas de fraude electoral, fue sancionada el 10 de febrero de 1912 y aplicada por primera vez en las elecciones de gobernador y diputados nacionales en Santa Fe en abril de ese año. De la Torre fue electo diputado nacional por la Liga del Sur. Presentará numerosos proyectos de ley, entre los que se destacan el que solicitaba la adquisición de tierras por el estado para distribuirlas entre pequeños y medianos productores; el que dio origen a la fundación de la Facultad de Ingeniería de Rosario y hará oír su voz en todos los debates decisivos, lo que proyectó su figura a nivel nacional.
Se acercaban las elecciones nacionales de 1916 y todo parecía indicar que el triunfo sería para los radicales. De la Torre se propuso crear una alternativa política de centro derecha. Así nació el Partido Demócrata Progresista, que quedó constituido en un meeting en el Hotel Savoy de Buenos Aires el 14 de diciembre de 1914. Dijo entonces: "Después de la disolución de los antiguos partidos, participamos del deseo general de crear uno nuevo, no para que haga vivir situaciones y partidos del pasado, sino que inspirados en la alta tradición del espíritu argentino, pueda armonizar con las exigencias presentes y futuras de nuestra sociedad, todo lo que debe ser conservado como vínculo de solidaridad entre las anteriores y las nuevas generaciones" Y en clara alusión a la falta de experiencia en la administración pública de sus adversarios radicales agrega: "Queremos que ocupen los principales puestos nacionales ciudadanos que hayan dado pruebas suficientes de aptitud para realizar los anhelos permanentes de orden institucional, de progreso económico, de continuidad en la labor de cultura moral e intelectual, fundados a costa de tantos sacrificios de las generaciones anteriores"
La convención nacional del PDP eligió a Lisandro de la Torre como candidato a presidente para las anheladas elecciones de 1916. Su compañero de fórmula fue el entrerriano Alejandro Carbó, de amplia labor en el terreno educativo, que provenía de las filas del Partido Autonomista Nacional. El nuevo partido cerró su campaña en el histórico local del Frontón Buenos Aires, donde se realizó allá por 1889 la primera reunión pública de la Unión Cívica. Lisandro confiaba en lograr el apoyo de las fuerzas conservadoras, pero éstas desconfiaban de él por su paso por el radicalismo y su amistad con Alem. Tanto el decisivo Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires, como el presidente Victorino de la Plaza le negaron su adhesión. El triunfo sería para la fórmula radical encabezada por su viejo adversario, Hipólito Yrigoyen, y Pelagio Luna. El radicalismo llegaba al gobierno y se iniciaba una nueva etapa en la vida política argentina.
De la Torre explicó en una carta los motivos del fracaso electoral: "Las clases media y proletaria no se conforman con quedar libradas a los beneficios que puedan derivarse del "bienestar general". Quieren saber concretamente qué propósitos tienen los partidos políticos sobre las cuestiones que a ellas les interesan: participación de los obreros en las utilidades de las fábricas, limitación de las grandes ganancias y de las grandes fortunas, pensiones a la vejez, seguro de desocupación y otros puntos semejantes. No caben ya equívocos sobre las cuestiones sociales y del trabajo, por más que los conservadores argentinos no lo comprendan todavía”
La incapacidad de las fuerzas conservadoras de articular un partido político moderno e integrado a la problemática nacional tendrá nefastas consecuencias. Estos sectores se irán apartando de la política institucional y acercando cada vez más a la vía autoritaria de acceso al poder a través del golpe de estado.
En octubre de 1920, tuvieron lugar las elecciones para constituyentes con el objetivo de reformar la Constitución provincial de Santa Fe. Los radicales obtuvieron 36 convencionales y los demócratas progresistas 24. La labor de la convención transformó a la nueva carta magna en una de las más avanzadas y progresistas de la época. Eliminó a la religión católica como credo del estado, dedicó un capítulo especial a los derechos laborales, creó la Corte Suprema de Justicia y un Jury de enjuiciamiento para los magistrados. El gobernador de la provincia, el radical alvearista Enrique Mosca, futuro candidato a vicepresidente por la Unión Democrática en 1946, rechazó todo lo actuado por la convención. De la Torre denunció el atropello del gobierno radical y lo calificó como "las conveniencias públicas entre factores poderosos: el presidente de la República, el gobernador, el clero católico, representante de los inmensos intereses conservadores y antidemocráticos de la sociedad".
En las elecciones de 1922 se produjo el recambio radical: Marcelo Torcuato de Alvear reemplazó a Hipólito Yrigoyen. Llegaba al gobierno el sector más conservador del radicalismo. De la Torre fue electo nuevamente diputado nacional y desde su banca promoverá proyectos de ley de fomento de las cooperativas y de expropiación de frigoríficos extranjeros.
La vida privada de De la Torre era un misterio aún para sus amigos más cercanos. No se le conocieron noviazgos ni compañías femeninas. Sólo trascendió que mantenía una respetuosa amistad con su comprovinciana Elvira Aldao de Díaz.
En 1926, en vísperas de terminar su mandato legislativo, desanimado y sintiéndose muy solo con sus ideas, De la Torre anunció su retiro definitivo de la política. Se retiró a su estancia de Las Pinas en el límite de Córdoba con La Rioja. Allí lo irán a buscar en septiembre de 1930 los enviados de su viejo amigo, el general José Félix Uriburu, que se preparaba a derrocar a Hipólito Yrigoyen con el apoyo de los sectores conservadores. Uriburu le ofrece el ministerio del interior en el futuro gobierno. De la Torre lo rechaza porque, según dice, "el programa de Uriburu es más amenazador que el de Yrigoyen. El general desconfía de la capacidad del pueblo para gobernarse, no cree en la elevación moral de los hombres políticos y atribuye a las instituciones libres vicios orgánicos que la conducen a la demagogia. Yo creo exclusivamente en el gobierno de la opinión pública"
El llamado de los golpistas, que consuman sus planes el 6 de septiembre de 1930, inaugurando el nefasto ciclo de los golpes de estado en Argentina, saca a De la Torre de su retiro político. Regresó a Buenos Aires y tomó contacto con sus viejos compañeros de ideas y con la dirigencia del Partido Socialista. De estas reuniones surgió la Alianza Demócrata Socialista, que llevará a las elecciones nacionales del 8 de noviembre de 1931 la fórmula Lisandro De la Torre-Nicolás Repetto, que enfrentará al oficialismo representado por el binomio Agustín P. Justo-Julio A. Roca (hijo). El programa de la Alianza contemplaba las aspiraciones de las clases media y obrera en una época de crisis mundial y creciente desocupación y se adelantaba en sus postulados al New Deal llevado adelante a partir de 1933 por el presidente Franklin Delano Roosevelt en los Estados Unidos, base del estado benefactor que florecerá en distintas partes del mundo entre las décadas del 30 y del 40.
Pero la oligarquía en el poder retomó las viejas prácticas del fraude electoral, al que denominaron patriótico, porque, según sus ejecutores, se hacía para salvar a la patria del gobierno de la "chusma". Se consumó un escandaloso fraude en todo el país. Como en las épocas previas a la Ley Sáenz Peña, volvieron a votar los muertos, se quemaron urnas y se colocaron matones en las mesas de votación. Con estos métodos, la Alianza fue derrotada y asumió la presidencia el general Justo. De la Torre, presionado por sus amigos, aceptó ocupar una banca en el Senado de la Nación en representación del Partido Demócrata Progresista, que había triunfado en Santa Fe.
En 1932, en Ottawa, Canadá, ante la crisis, Inglaterra se reunió con sus colonias y ex colonias para reorganizar su comercio exterior. El Reino Unido decidió adquirir los productos que antes compraba a la Argentina, en Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
En los sectores ganaderos exportadores argentinos hubo un gran desconcierto: la metrópolis los había abandonado. El gobierno de Justo, fiel representante de los sectores ganaderos exportadores, envió a Londres al vicepresidente Julio A. Roca (hijo) para tratar de llegar a algún acuerdo.
Hubo una cena de recepción donde Roca dijo sin ruborizarse que la Argentina era desde el punto de vista económico una parte integrante del imperio británico. Otro miembro de la delegación, director de los FFCC ingleses en Argentina no se quedó atrás y dijo a su turno que "la Argentina es una de las joyas más preciadas de su graciosa majestad".
Finalmente se firmó un tratado con el ministro de Comercio británico, Sir Walter Runciman.
Por el pacto Roca–Runciman, Inglaterra sólo se comprometía a seguir comprando carnes argentinas siempre y cuando su precio fuera menor al de los demás proveedores. En cambio, la Argentina aceptó concesiones lindantes con la deshonra: liberó los impuestos que pesaban sobre los productos ingleses y se comprometió a no permitir la instalación de frigoríficos argentinos.
Se creó el Banco Central de la República Argentina con funciones tan importantes como la emisión monetaria y la regulación de la tasa de interés, en cuyo directorio había una importante presencia de funcionarios ingleses. Finalmente, se le otorgó el monopolio de los transportes de la Capital a una corporación inglesa.
De la Torre denunció el acuerdo en el Senado por escandaloso y promovió el debate.
"El gobierno inglés le dice al gobierno argentino ‘no le permito que fomente la organización de compañías que le hagan competencia a los frigoríficos extranjeros’. En esas condiciones no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones. Los dominios británicos tienen cada uno su cuota de importación de carnes y la administran ellos. La Argentina es la que no podrá administrar su cuota. No sé si después de esto podremos seguir diciendo: "al gran pueblo argentino, salud"
Dos años más tarde, en mayo de 1935, acusó por fraude y evasión impositiva al frigorífico Anglo. Aportó pruebas que comprometían directamente a dos ministros de Justo: Pinedo, ministro de Economía, y Duhau, ministro de Hacienda.
De la Torre probó cómo se ocultaba información contable en cajas selladas por el Ministerio de Hacienda y demostró hasta dónde llegaba la impunidad de los frigoríficos ingleses tras la firma del pacto Roca-Runciman. Las entradas para el debate se agotaban y la gente hacía largas colas para escuchar y alentar a Lisandro.
Las denuncias hicieron evidentes las conexiones del gobierno con otros negociados. El nivel de las discusiones en el senado fue subiendo de tono hasta que se decidió hacer callar a De la Torre. Un matón del Partido Conservador, el ex comisario Ramón Valdez Cora, atentó contra la vida del senador y mató a su amigo y compañero de bancada Enzo Bordabehere. Se dio por terminado el debate.
Pero el ataque a De la Torre no había terminado. El gobierno de Justo decretó la intervención a la provincia de Santa Fe, derrocando al gobierno demócrata progresista de Luciano Molinas. De la Torre se mostró abatido y confesó su voluntad de abandonar la política. Una de sus últimas intervenciones en el Senado tuvo lugar en ocasión del debate del proyecto de Ley sobre represión del comunismo. Dirá entonces: "El peligro comunista es un pretexto, es el ropaje con que se visten los que saben que no pueden contar con las fuerzas populares para conservar el gobierno y se agarran del anticomunismo como una tabla de salvación. Bajo esa bandera se pueden cometer toda clase de excesos y quedarse con el gobierno sin votos. Yo soy un afiliado a la democracia liberal y progresista, que al proponerse disminuir las injusticias sociales trabaja contra la revolución comunista, mientras los reaccionarios trabajan a favor de ella con su incomprensión de las ideas y de los tiempos"
Terminado el debate, De la Torre presentó su renuncia al Senado y se retiró a su casa de la calle Esmeralda 22, de la que sólo salía para brindar alguna conferencia o participar en homenajes a viejos amigos de ideas como Aníbal Ponce. En 1938, sus amigos le prepararon un cumpleaños sorpresa. De la Torre cumplía 70 años y se lo notaba muy apesadumbrado. Hacía pocos días había fallecido su madre y comenzaba a rondar por sus ideas el fantasma de Alem. Lentamente, comenzó a despedirse de sus allegados y de sus cosas más queridas hasta que, al mediodía del 5 de enero de 1939, puso fin a su vida disparándose un balazo al corazón.
Junto a su cadáver se encontró una carta dirigida a sus amigos: "Les ruego que se hagan cargo de la cremación de mi cadáver. Deseo que no haya acompañamiento público ni ceremonia laica ni religiosa alguna. Mucha gente buena me respeta y me quiere y sentirá mi muerte. Eso me basta como recompensa. No debe darse una importancia excesiva al desenlace final de una vida. Si ustedes no lo desaprueban, desearía que mis cenizas fueran arrojadas al viento. Me parece una forma excelente de volver a la nada, confundiéndose con todo lo que muere en el Universo. Me autoriza a darles este encargo el afecto invariable que nos ha unido. Adiós”

martes, 25 de noviembre de 2014

CARLOS SAAVEDRA LAMAS

Nació en Buenos Aires, el 1° de noviembre de 1878, siendo sus padres Mariano de Saavedra Zavaleta y Luisa Lamas. Era nieto de doctor Mariano Saavedra, que fuera senador, diputado, y gobernador de la provincia de Buenos Aires durante dos periecos y bisnieto de Coronel e Saavedra, presidente de la Primera Junta de Gobierno. Su madre era hija del político y diplomático uruguayo Andrés Lamas, que fuera ministro de Relaciones Exteriores, de Gobierno y de hacienda de su país, ejerciera el periodismo y tuviera singular protagonismo durante las negociaciones previas a la guerra de la Triple Alianza. Sus raíces familiares arrancaban desde los a albores de la conquista de América.
Realizó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Lacordaire, y los universitarios en a Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Ares, donde en 1903 obtuvo modal medalla de oro por su tesis sobre "El Régimen municipal de la Capital Federal". Se destacó en el campo docente: profesor de Derecho Público Provincial y de Historia Constitucional en la Facultad de Ciencia Jurídicas y Sociales de La Plata; profesor la carrera de Sociología en la Facultad d Filosofía y Letras de Buenos Aires; profesor de Finanzas, de Economía Política y Derecho Constitucional en la Facultada Derecho y Ciencias Sociales.
En el periodo 1941-1943 fue rector de la Universidad de Buenos Aires, y más tarde, profesora Legislación del trabajo. Antes de cumplir los treinta años, Saavedra Lamas resultó elegido diputado nacional (1908-1912), legislador de la provincia de Buenos Aires (1912-1915). Fue el primer presidente i la Comisión de Negocios Constitucionales y, posteriormente, de la de Presupuesto y Hacienda en la legislatura.
De su labor surgió un proyecto de ley sobre la importación del azúcar, que establecía una medida proteccionista. También elaboró proyectos sobre sistema fiscal y régimen ferroviario. Su pensamiento conservador no le impidió tener una excelente relación con  legisladores de otras corrientes políticas, como Juan B. Justo.
En 1915 asumió como Ministro de Justicia e Instrucción Pública durante presidencia de Victorino de la Plaza. Así el 9 de julio de 1916 representó al presidente en la conmemoración del Centenario de la Independencia, celebrada en San Miguel de  Tucumán. Durante el gobierno de T. de Alvear (1922-1928), intervino código del Trabajo, basado en el proyecto de Joaquín V. González de comienza siglo XX.
Propuso transformar en Ministerio al entonces Departamento Nacional  Trabajo. Por su conocimiento desplegado en esa área fue elegido en 1928 presidente de XI Conferencia Internacional del Trabajo (OIT) ; era la primera vez que un argentino llegaba a esa destacada posición.
Recibió importantes condecoraciones de los gobiernos de Bolivia, Perú, Holanda Francia, Alemania. Brasil y el Vaticano. Su labor de publicista registra mas de treinta títulos, muchos de ellos de significativa importancia. Murió en Buenos Aires el 7 de mayo de 1959, a los 80 años.
Su etapa como ministro de Relaciones Exteriores del presidente Agustín P. Justo calificada como de las más activas y jales en la historia de la política exterior argentina. Hábil diplomático, supo mediar en el sangriento conflicto militar entre Paraguay y Bolivia por el Chaco donde se había descubierto petróleo, se extendía con toda crudeza desde junio de 1932, y evitó la injerencia estadounidense en la zona, firmándose el 12 junio de 1935 el protocolo de Buenos s, que puso fin a la guerra. Justamente su mediación recibió en 1936 el premio Nobel de la paz.
Ese mismo año ocupó en inebra, Suiza, la presidencia de la Asamblea de la Sociedad de Naciones y deslumbró en  la conferencia pro Consolidación de Paz en América, a la que asistió el presidente Franklin D. Roosevelt. Asimismo, hábil en la política de acercamiento al Brasil, entre los mandatarios Agustín P. Justo y Getúlio Vargas. Defendió la neutralidad del país en la guerra civil española (iniciada en 1936), tema muy delicado la cantidad de españoles que residían la Argentina.
También se desempeñó como vicepresidente y luego presidente de la Academia de Derecho y Ciencias Sociales (1952- 1954). destacan sus trabajos: Economía colonial, asalariados de la República Argentina, Tratados Internacionales de tipo social; Por la paz las Américas y Las huelgas en las minas de carbón de Inglaterra.
Entre sus condecoraciones figuran la Gran Cruz de la Legión de Honor de Francia, la orden del Cruceiro Do Sul de Brasil y la orden al Mérito Civil de Chile. Saavedra Lamas falleció en la Capital Federal durante los agitados tiempos de la presidencia de Arturo Frondizi, el 5 de mayo de 1959. Sus restos fueron sepultados con honores en el cementerio de la Recoleta.
FIRMA DEL TRATADO DE PAZ, BOLIVIA-PARAGUAY: "Luego de la firma en Buenos Aires del tratado de fin del conflicto parecía como si la paz necesitara de la canción inmortal, para constituirse, al fin, en una realidad, el himno comenzó a escucharse. Arriba, mirando hacia el cielo americano, ondeaban junto a la nuestra, las banderas de Bolivia y Paraguay. Otra vez hermanas, como ayer. Esa noche, la capital argentina se pobló de rumores jubilosos, que parecieron encontrar resonancias en lo mejor del espíritu de sus ciudadanos. Mientras tanto, el cable transmitía esta grata nueva a las alborozadas poblaciones de La Paz y Asunción, que se dieron a demostraciones entusiastas, aun antes de conocerse las bases del acuerdo. Es que, lo importante, era terminar con el estéril derramamiento de sangre; cerrar la arteria abierta, cauterizarla, y a partir de entonces, en mesa redonda, dictaminar lo que en justicia correspondía. Manifestaciones con banderas nacionales recorrieron las calles de las ciudades y pueblos de la tierra guaraní y el altiplano. Y, bajo ese signo augural, se inició otra era de comprensión entre pueblos, sin diferencias y sin rencores, anhelosos de forjar en la paz su destino. Los años darían fe de la buena voluntad que asistió a los hombres que actuaron en las negociaciones de paz, y al sincero y mutuo deseo de que aquellos ideales fructificaran para felicidad de las naciones americanas."

martes, 14 de octubre de 2014

Un día como hoy pero de 1943 Se prohibía absurdamente el lunfardo en las radios

Por resolución de la dependencia de Radiocomunicaciones Nº 06869 el gobierno de facto del general Pedro Pablo Ramírez prohíbe el uso del lunfardo y la difusión de temas musicales que contuvieran palabras de ese origen. La medida obligó a la modificación a veces ridícula de las letras de algunos tangos y a la mofa de los chuscos porteños, que dieron en rebautizar "La ladrona" a la céntrica calle Larrea. 

Cuando Juan Perón acababa de triunfar en las elecciones de febrero de 1946, fue visitado por una delegación de poetas y escritores encabezada por Homero Manzi y Alberto Vacarezza, quienes pretendían que el nuevo gobierno reviera la absurda medida. Fueron recibidos afablemente por el presidente electo, que saludó en primer lugar a Vacarezza: "¿Cómo le va, don Alberto? Me enteré de que lo pungaron en el bondi", con lo que quedó todo dicho.

HISTORIA DEL LUNFARDO
Según ha establecido Soler Cañas, el primer vocabulario lunfardo en nuestro medio, se publicó el 6 de julio de 1878 en el diario La Prensa, bajo el título El dialecto de los ladrones. El autor anónimo del mismo -que él reprodujo ("Antología del Lunfardo", Cuaderno 28 de Crisis, Cielosur Editora S.A., Buenos Aires 1976)- mencionó como fuente de información de la nueva lengua que se incuba en el seno mismo de Buenos Aires, a un comisario de la Policía de la Capital (hoy Policía Federal Argentina) que no identificó, consignando 29 voces y locuciones con sus respectivas traducciones. Entre las primeras figura lunfardo=ladrón, con lo que. apareció por primera vez escrita la expresión como comprensiva del delincuente que hurta o roba, más tarde ampliada a estafador (cuentero), y luego a malviviente en general, pasando después el nuevo léxico a ser utilizado por el compadrito (Individuo del suburbio porteño provocativo, pendenciero, vanidoso, valentón, de actuar afectado y vestimenta llamativa -pantalón a la francesa, saco corto y ajustado ribeteado con trencilla, pañuelo largo anudado al cuello, sombrero de ala ancha y baja adelante, y botines de taco militar) bonaerense, y más tarde por el bajo pueblo, para luego avanzar sobre el centro de la ciudad, terminando por ser una forma coloquial y popular porteña de comunicación, en constante aumento y desarrollo en todas las clases sociales, a punto de que quienes no lo usan en su habla, al menos lo comprenden en gran parte. Así dejó de ser exclusiva jerga delincuente e irradió al Gran Buenos Aires, a las principales ciudades del interior del país, y al Uruguay.
Su extraordinaria difusión en nuestro medio y aún su condición de exportador de vocablos al resto de América Hispana y Portuguesa, ha dado lugar a que la Real Academia Española, se viera obligada a registrar referencias a él, actualmente en la siguiente forma (REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Española, Madrid 1984, Vigésima Edición, 2 tomos, Talleres Gráficos de la Editorial Espasa Calpe):
LUNFARDISMO. Palabra o locución propia del lunfardo.
LUNFARDO. Argent. Ratero, ladrón.// 2. Argent. Chulo, rufián.// 3. Jerga que originariamente empleaba, en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, la gente de mal vivir. Parte de sus vocablos y locuciones se difundieron posteriormente en las demás clases sociales y en el resto del país.
Inicialmente la R.A.E. definición la voz lunfardo solo como: "Argent. Ratero, ladrón. Argent. Chulo, rufián, Caló o jerga de la Argentina". Ello dio lugar a que del Valle, considerándola deficiente, elaborara otra de mayor amplitud y precisión, que fue publicada en el diario Democracia del 5 de febrero de 1953, que remitió al Secretario Perpetuo de la Real Academia Española, D. Julio Casares, quien al acusar recibo el 23 de marzo siguiente, ampliado el 11 de abril del mismo año, le adelantase sería incluida en la edición 18ª. del Diccionario grande, lo que en efecto ocurrió en 1956, consignándose en el mismo: Argent. Ratero, ladrón. 2. Argent. Chulo, rufián 3. Lenguaje de la gente de mal vivir, propio de Buenos Aires y sus alrededores, y que posteriormente se ha extendido entre algunas gentes del pueblo (Del VALLE, Enrique Ricardo, Lunfardología, Editorial Freeland, Buenos Aires 1966, pp. 43_44, y Comunicación M 10 de la Academia Porteña del Lunfardo), con la variación que consignamos en el párrafo anterior, para la 20ª. edición de 1984.
En cuanto al origen de la voz lunfardo, Villanueva ha precisado que deriva del dialecto romanesco (de Roma), del vocablo Lombardo que significa ladrón, corrompido en Lumbardo, y éste en Lunfardo (VILLANUEVA, Amaro, El Lunfardo, en revista "Universidad" N° 20, abril-junio 1962 de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe 1962, pp. 13-42). El nombrado autor expresa haber encontrado en el Vocabulario Romanesco de Filippo Chiappini, (Edizione postuma delle Schede a cura di Bruno Migliorini, Seconda Edizione, Roma 1945: Lombardo, Lombardare, verbo attivo, Rubare. Lombardo. Ladro.)
Después de la publicación anónima citada en el primer párrafo, sigue cronológicamente Benigno B. Lugones, quien en el diario La Nación publicó el 17 de marzo y el 6 de abril de 1879, sus artículos Los Beduinos Urbanos, y Los Caballeros de la Industria, ambos con el subtítulo de Bocetos Policiales, en los que registró 54 voces del que llamó caló de los Ladrones. De ellas 12 habían sido dadas por el autor anónimo antes citado, con lo que aumentó el léxico de los lunfardos con 42 nuevos términos. Gobello, nos ha dado ordenadas alfabéticamente las voces utilizadas por Lugones (GOBELLO, José, Vieja y Nueva Lunfardía, Editorial Freeland, Buenos Aires 1964, pp. 14-15) y además ha reproducido por primera vez textualmente los dos artículos citados.
Lugones, era por entonces integrante del personal de la Policía de la Capital, y se ha dicho que la publicación de que fue autor dio lugar en la Jefatura del coronel José Ignacio Garmendia, a que el Oficial 1º Máximo Paz, a cargo interinamente de la jefatura, de la Institución.
El diario La Nación, a raíz de ello comentó desfavorablemente la medida y reprodujo una carta de Lugones del 14 de octubre de 1879 en la que el mismo precisó que la arbitrariedad de que había sido objeto, y que atribuyó a Garmendia, no a Paz, se debió -sin que constara en documentos oficiales- a la publicación el día 5 anterior, en el número 18 de la Revista Literaria, de un artículo en el cual, tomando rasgos de distintos empleados de Policía, presentó un comisario y un oficial que siendo tipos ideales son la caricatura de algunos vicios de que adolece el personal de nuestra Policía. Continuaba diciendo que se le había destituido del puesto que había ocupado durante seis años (Diario "LA NACIÓN" del 15 de octubre de 1879).
Buscando en el Centro de Estudios Históricos Policiales "Comisario Inspector Francisco L. Romay, de la Policía Federal Argentina, antecedentes al respecto, hemos hallado las siguientes constancias de ingresos y egresos de Lugones (CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS POLICIALES "Comisario Inspector Francisco L. Romay", Carpeta N° 44):
LUGONES BENIGNO 1875 Febrero 26. Nombrado Oficial Escribiente
LUGONES BENIGNO 1876 Agosto 24. Dejó su empleo
LUGONES BENIGNO 1878 Agosto S. Nombrado Oficial de Mesa
LUGONES BENIGNO 1879 Octubre 14. Renunció de Oficial de Mesa
Es decir que su baja figura oficialmente como consecuencia de una renuncia al cargo y no como separación o cesantía, y que su antigüedad en la Institución fue menor de 3 años, sumadas las dos permanencias que constan. Deducimos, que posiblemente renunció ante la amenaza de ser dejado cesante, sanción de que debía ser objeto pues como integrante de la Policía, no podía ridiculizarla como lo hizo, en el procedimiento ficticio que relató en la Revista Literaria aludida. En el relato se refirió al requerimiento de un comerciante a un oficial inspector, para la detención de dos responsables de un gasto impago, pues los mismos había comido en su fonda sin tener dinero para ello -CIRCULO CIENTÍFICO LITERARIO, Revista Literaria N° 18 del 5 de octubre de 1879, Una Historia Verosímil - Comentarios al Código Penal, Buenos Aires. Ridiculizó asimismo al Comisario que dijo habría llegado a pagar de su bolsillo el gasto de aquellos, ante una supuesta desautorización del Jefe y el temor de una acción judicial contra él), procedimiento que era el del caso, con lo que se reveló -pese a su condición de policía- desconocedor de las disposiciones entonces vigentes, lo que se explica pues por sus funciones era un policía de escritorio.
Sigue luego un relato anónimo, publicado el 11 de febrero de 1887 en el diario La Nación intitulado Caló Porteño y el subtítulo Callejeando, que Soler Cañas ha reproducido. El mismo contiene un supuesto diálogo entre dos compadritos en un apartado barrio portero, uno de los cuales alardea que nunca lo podrán llamar lunfardo, pero empleando él y su interlocutor, abundantes expresiones lunfardas, las que han sido explicadas por Gobello. De las 46 vertidas en el diálogo sólo figuran 6 de las enumeradas anteriormente, con lo que el nuevo léxico se enriqueció con 40 voces nuevas.
La aparición dos años más tarde de un libro de Piaggio, incluyendo el texto anterior, probó su autoría que ya había anticipado Soler Cañas, pues en nota de pie de página, Piaggio consignó que para escribirlo debió confeccionar un pequeño diccionario de argentinismos del pueblo bajo que lamentablemente extravió. Agregó asimismo que él daría la acepción de muchos términos que quizá no puedan adivinarse sino por los porteños y no por todos sino por los muy porteños (PIAGGIO, Juan A., Tipos y Costumbres bonaerenses, Buenos Aires 1889, citado por Soler Cañas en Orígenes de la Literatura Lunfarda, Buenos Aires 1965, pág. 39).
En 1888, Drago expresó, aunque ya implícitamente estaba dicho por los autores anteriores, que la palabra lunfardo designaba al mismo tiempo la jerga y a los que se valían de ella. En su trabajo que reprodujo la conferencia que dictara en el Colegio Nacional el 27 de junio, incluyó 34 expresiones, entre ellas 8 hasta entonces no divulgadas, ensanchando en esa forma la jerga que calificó de lenguaje pintoresco y cínico, destinado como dicen los mismos criminales a ocultar sus comunicaciones a los extraños, citando conceptos de Lombroso en el sentido de que todos los gremios y oficios, como las diversas capas sociales, y aun los diferentes géneros de literatura, tienen sus modos peculiares de expresión. Al referirse a las voces por él empleadas, agradeció la amabilidad del comisario Ignacio Socas, por haberle facilitado la ocasión de hablar con algunos de los principales y más conocidos lunfardos (DRAGO, Luis María, Los hombres de Presa, con introducción del doctor Francisco Ramos Mejía, 2ª. edición, Félix Lajouane Editor, Buenos Aires 1888, pp. 101-110).
En 1896, en el libro Los que viven de lo ajeno, anónimo, del que Soler Cartas dio a conocer el fragmento El scruchante artillero, los autores, dos periodistas desconocidos, utilizaron y además explicaron numerosas expresiones lunfardas.
Bajo el seudónimo de "Fabio Carrizo", José S. Alvarez: en 1897, en el Capítulo XIV intitulado Mundo Lunfardo, de su conocido libro, empleó 34 expresiones de similar filiación, ampliando los vocabularios ya conocidos en otros 20 términos (CARRIZO, Fabio, Memorias de un Vigilante, Biblioteca del Pueblo, Buenos Aires 1897, pp. 83-143).
Este periodista, también conocido como "Fray Mocho", se había desempeñado como titular de la Comisaría de Pesquisas de la Policía de la Capital desde el 16 de octubre de 1896 al 3 de agosto de 1897, habiendo hecho preparar bajo su dirección la Galería de Ladrones, verdadero tratado de Criminología que mereció la atención de la cátedra a cargo del doctor José María Drago en la Universidad de Buenos Aires, pues incluyó en sus dos tomos la nómina de 200 profesionales de delitos contra la propiedad con sus respectivas fotografías, filiaciones, antecedentes policiales y judiciales y sus "modus vivendi" (RODRÍGUEZ, Adolfo Enrique, Historia de la Policía Federal Argentina 1880-1916. pp. 76-77 120 y 122).
El mismo año de 1897, apareció el primer Diccionario Lunfardo_Español de Dellepiane, que amplió considerablemente el vocabulario hasta entonces recogido, pues utilizando sólo 60 de los 119 dados anteriormente, registró 441 voces y 179 locuciones lunfardas, poniendo así en evidencia que el nuevo lenguaje había hecho carrera.
Dellepiane calificó a las jergas delincuentes de todos los países, incluyendo el nuestro, como lenguaje especial enteramente propio, en el sentido de que ha sido formado por ellos mismos y de que no trasciende, por lo común, fuera de la atmósfera del delito, y a pie de página acotó que: No debe confundirse las voces lunfardas, las creadas por los criminales para su uso propio, pero que a veces suelen popularizarse, con los argentinismos.
Siguió al anterior el Novísimo Diccionario Lunfardo que el diario Crítica desde el 15 de septiembre de 1913, fecha de su primer número, publicó hasta su terminación el 17 de enero de 1915, diariamente en la página 5 y que alcanzó a contener numerosas entradas. Inicialmente anónimo, luego dejó de serlo, mencionándose como autor a Rubén Fastrás, periodista posteriormente identificado como José Antonio Saldías, y que aparentemente no alcanzó a publicarse en volumen independiente como reiteradamente anunció Crítica que ocurriría.
Soler Cañas, ha dejado bien aclarado que la autoría del Novísimo Diccionario Lunfardo, fue de Saldías y no de Juan Francisco Palermo, también periodista del mismo diario, como se conjeturó en diversas oportunidades. Ello lo determinó en virtud de los aportes de Felipe González Cadavid (Los Cronistas Pintorescos -Caras y Caretas- de octubre de 1915), de Amaro Villanueva (Los Lunfardos, año 1962), de Samuel Eichelbaum (referencias verbales a Villanueva), y de las comprobaciones personales de él posteriores al año 1960, a raíz de las cuales halló en Crítica del 3 de octubre de 1913 un dibujo en el que un ciudadano leía un libro con la inscripción en su tapa: "La Ilusión de Fastrás -Ver editado el diccionario lunfardo- y cinco avisos de los días 4, 8, 13, 29 y 30 de diciembre del mismo año, anunciando la aparición de la primera edición del N.D.L. de Rubén Fastrás, y una rectificación de éste acerca de un concepto vertido en el diccionario que se venía publicando, del 11 del mismo mes y año.
Al respecto hemos hallado una prueba terminante que corrobora la autoría de -Rubén Fastrás-, de fecha anterior a la citada, que hasta ahora ha pasado desapercibida. En efecto Crítica en su número del 2 de diciembre de 1913 (página 5), al reproducir vocablos de la letra 'T" del N.D.L., incluyó la voz Fastrás en la siguiente forma:
FASTRAS. Servidor de ustedes, que por modestia no se hace su biografía. Se dice también de los castañazos.
Consecuentemente, a partir de ese momento el Novísimo dejó de ser anónimo. En cuanto a la identificación de Fastrás como seudónimo de Saldías, ilustra con gran amplitud la Comunicación de Soler Cañas.
En orden cronológico de aparición posterior, debemos mencionar los diccionarios lunfardos de Villamayor de 1915 y el de autor anónimo que publicó la Revista de Policía de esta ciudad entre el 1 de junio de 1922 y el 1 de mayo de 1923, de aparición quincenal, que hasta ahora ha permanecido ignorado pues no se ha hecho de él mención alguna, pese a integrarse de 1521 entradas de voces, sin contar las numerosas locuciones. Si bien en el prólogo de su presentación intitulado El Idioma del Delito, su nombre fue el de DICCIONARIO DEL DELITO, reconociendo que los principales elementos de él habían sido tomados de la obra del doctor Dellepiane que llevó el primer nombre, pero por la cantidad de vocablos de su contenido, excedió en mucho al mismo.
Es ésta también ocasión propicia para consignar el hallazgo del hasta ahora esquivo Diccionario Lunfardo de Palermo, anunciado por éste en 1920 en Crítica y en su libro El corazón del arrabal, en el que adelantó que se trataría de un volumen de 400 páginas de 12 x 16 cm., que contendría más de 6.000 voces lunfardas y 100 biografías de delincuentes y paseanderos de fama, con prólogo de Félix B. Basterre e ilustraciones de 0. Soldatti. Decimos esquivo, porque los especialistas han llegado a considerar que no se publicó, por no conocerse ningún ejemplar.
Cabe destacar, que por atención del comisario (R) Ricardo Grajinera, integrante de la Comisión Honoraria del Centro de Estudios Históricos Policiales "Comisario Inspector Francisco L. Romay tuvimos ocasión de examinar el N° 8 de la revista Gaceta Policial de Buenos Aires, del 25 de agosto de 1926, en cuya página 9 aparece un fragmento del titulado Diccionario Lunfardo de Palermo, transcribiendo palabras de las letras "A" (el final de ellas) y "B" (el comienzo de las mismas). Por la misma vía nos enteramos de que en la Biblioteca Nacional existía la colección aunque incompleta.
Fue así posible en la Hemeroteca del citado repositorio, hallar los números 1 a 11 inclusive de la aludida revista, existiendo otros posteriores que llegan al Nº 59 pero con muchos faltantes. A partir del Nº 5 del 9 de julio de 1926, comenzó a publicarse bajo el título de Diccionario Lunfardo por Juan Bautista Palermo (Quique), con dedicatoria: A Natalio Botana, que planta árboles, tuvo hijos y concibió -Crítica":cuna de este volumen (IFP) el comienzo del diccionario tan buscado.
En el número 11, la publicación del diccionario se interrumpe y no vuelve a aparecer en los números que existen, lo que hace pensar que no se reanudó, pero ello será posible sólo determinarlo, cuando se hallen, por la consulta de los números faltantes, como así determinar si hubo números posteriores al 59. El contenido de lo publicado va de las palabras Abacorso (escrito que se eleva al Juez pidiendo la inmediata excarcelación del detenido. Lo mismo que Habeas Corpus), hasta Bronca (enojo, impaciencia), con un total de 363 voces (La Academia Porteña del Lunfardo, lo publicó en la Comunicación Académica N° 1168, del 25 de mayo de 1988).
Continuando, tenemos que el 16 de abril de 1930, la Revista de Policía que en los años 1922_1923 había dado cabida en sus páginas al anónimo Diccionario del Delito, vuelve a ser noticia con la publicación del Código Internacional de Delincuentes que hasta ahora era ignorado y que hemos exhumado. El mismo fue descubierto por el Inspector de la Policía Marítima de Recife (Pernambuco-Brasil) Oscar Pinagé que lo dio a conocer mencionando haberlo obtenido de un ladrón portugués de nombre Alberto Pinto expulsado como indeseable por la Policía de Río de Janeiro, que arribó a Recife en el trasatlántico "Almirante Yaceguay" donde Pinagé, ocultándose bajo el nombre de Pretozine, lo entrevistó recibiendo de Pinto la versión giria-portuguesa del Código, que se apresuró a copiar, la que previo fotocopiado hemos remitido a la Biblioteca de la Academia Porteña del Lunfardo.
Según Pinagé, el Código fue confeccionado por nueve individuos "poco recomendables", de ellos 3 de nacionalidad española, 2 italianos, 2 portugueses, 1 chileno y 1 francés, cuyos nombres dio, los que tuvieron la idea de concretarlo, ante la necesidad de disponer de un lenguaje convencional y secreto de comunicación entre ellos, en virtud de que habían dejado de serlo para las policías, las jergas usadas hasta entonces.
Previa una reunión que realizaron en una taberna de Lévida, nació en París en el año 1926 el mismo, a manera de diccionario integrado por 463 voces ideadas por ellos, y colocando cada uno en sus respectivos idiomas la traducción, que en portugués envió Pinagé a nuestra Revista de Policía.
También la hizo conocer a Edmond Locard, el célebre técnico policial francés que la difundió en la revista Detective, destacando la tendencia natural frente de la necesidad (de los delincuentes) de confiar su secreto a un seguro confidente, sin que se lo comprendan los indiscretos. El Código fue asimismo difundido en Francia por la Revue de Criminalistique.
Posteriormente Gobello y Payet, Cammarota, Casullo, Caparelli con Diccio y Kruizenga. Gobello, Dis, Vaccaro, Escobar y Tino Rodríguez han elaborado nuevos diccionarios lunfardos, prueba evidente de la importancia que se atribuye a esa forma de expresión popular porteña, que con anterioridad originara el 21 de diciembre de 1962, la fundación de la Academia Porteña del Lunfardo, con la finalidad principal del estudio de las peculiaridades del habla de la ciudad de Buenos Aires y de otras argentinas y rioplatenses, como así fomentar y auspiciar los estudios e investigaciones relativos a los porteñismos y lunfardismos y a las voces y giros del habla popular de las áreas antedichas.
Nuestro lunfardo y las jergas en uso, no son idiomas ni dialectos, sino solamente léxicos de voces y locuciones que aunque disponen de sustantivos, verbos y adjetivos, carecen de artículos, preposiciones, pronombres, adverbios y conjunciones, por lo que se ven obligados a utilizar los de la lenguaje española, al igual que el ordenamiento y disposición a que deben someterse las palabras, lo mismo que su sintaxis.
Por no ser voces cultas, no tienen generalmente cabida en los diccionarios de la lengua, por lo que hemos seguido el ejemplo de incluir no sólo los vocablos lunfardos, sino también los del lenguaje popular, vulgar y jergal, como asimismo los de origen extranjero que han logrado extraordinaria difusión en nuestro medio, en ocasiones con la grafía de su pronunciación, y en otras con las de su escritura correcta.
Jergas del hampa y de otros orígenes que mencionaremos, existen en todos los países del mundo y a veces en regiones limitadas de los mismos y aún en determinadas ciudades, y dentro de ellas, hasta en barrios.
Es de aclarar que respecto del pisco, faite y chulla, Del Valle ha hecho alusión a ellos en 1966, como equivalentes a nuestro compadrito, más que con referencia a jergas delincuentes.
Respecto de las procedencias de las voces que integran el léxico lunfardo, ellas son múltiples y en un principio lo forman españolismos, italianismos, galicismos, anglicismos, germanismos, lusitanismos, brasilerismos, chilenismos, bolivianismos, centroamericanismos, gergalismos de diversas procedencias, aborigenismos (guaraní, quichua, araucano, mapuche) y ruralismos.
Pero el vocabulario se ha enriquecido considerablemente mediante el vesre o inversión silábica, regular o irregular, tanto de voces correctas como jergales y con el uso de onomatopeyas, juegos de palabras, paranomasias, reduplicaciones, parasíntesis, empleo de nombre de marcas y de apellidos, homofonías, derivaciones nominales y verbales, restricciones y ampliaciones de significados, tropos (sinécdoques, metonimias y metáforas), figuras de dicción o metaplasmos (epéntesis, paragoges, prótesis, aféresis, apócopes, síncopes y metátesis), concatenaciones, cambios de géneros, anagramas, polisemias, cambios involuntarios, cambios de sentido, asuntos éstos que ha desarrollado en amplitud Teruggi, al que nos remitimos, por exceder su tratamiento el carácter simplemente introductorio a nuestro Lexicon.
En cuanto a la razón de ser de esta recopilación de voces lunfardas (antiguas y modernas), y también populares, jergales y extranjeras, con indicación de su procedencia, y que no suelen tener cabida en los diccionarios de la lengua, pero que se utilizan corrientemente, va de suyo que tiene por finalidad actualizar al personal policial, no solo en el conocimiento del lenguaje utilizado por los delincuentes y su entorno, sino también respecto de formas de expresión populares y de diversos sectores de la población.
Finalmente, para una mayor información, las voces difundidas entre los años 1878 y 1959, van seguidas -cuando ello ha sido posible- de las iniciales de quienes las registraron por primera vez con intención lexicográfica aunque ellas sean anteriores en su uso, pero sin traducirlas, en versos, letras de tango o relatos, o lo fueron por otros autores con esa intención, en vocabularios anexos. En todos los casos, las abreviaturas de nombres y apellidos y los seudónimos han sido explicados, lo que permite conocer la antigüedad aproximada de los vocablos, que en algunos casos ya han caído en desuso, por la lógica evolución de todo léxico.

miércoles, 8 de octubre de 2014

VIDA DEL GENERAL JUAN DOMINGO PERÓN

El General Juan Domingo Perón fue electo Presidente de la República Argentina en 1946, 1951 y 1973. En
todos los casos llegó a tan alto cargo por medio de elecciones democráticas.
La vida política de Perón tiene, por ello, dos excepcionalidades en América Latina: llegar tres veces a la Presidencia de la Nación y, aún siendo militar, las tres veces mediante el voto popular.
Fue fundador y jefe político del Movimiento Justicialista que aún hoy, a 30 años de su muerte, continúa siendo la fuerza política mayoritaria de la República Argentina (Partido Justicialista).
Perón dejó escritas múltiples obras (La Comunidad Organizada, Conducción Política y Modelo Argentino para un Proyecto Nacional, entre otras), donde expresa su filosofía y doctrina política, y que continúan siendo textos de consulta en el plano académico, aplicados a la vida política argentina y continental.
Infancia y primera juventud
Perón nació en Lobos (Provincia de Buenos Aires) el 8 de octubre de 1895. Fue hijo de Mario Tomás Perón, pequeño productor agrícola-ganadero, y de Juana Sosa, y nieto de uno de los médicos más célebres de su tiempo, el profesor Tomás L. Perón. Su familia es de origen sardo por vía paterna y castellana por vía materna. Su infancia y primera juventud las vivió en las pampas bonaerenses y en las llanuras patagónicas del sur de la Argentina, donde se trasladaron sus padres en 1899 en busca de trabajo. Estos escenarios de grandes espacios abiertos y de vida rural incidieron en su formación cultural que algunos biógrafos han denominado "criollismo". Perón deseaba ser médico como su abuelo, pero finalmente, en 1911, ingresó al Colegio Militar de la Nación, situado en los alrededores de la ciudad de Buenos Aires, y egresó en 1913 con el grado de subteniente del arma de Infantería.
Vida Militar
Como oficial joven ocupó diversos destinos militares dentro del país mientras fue ascendiendo en su carrera. Teniendo el grado de Capitán redactó trabajos sobre Moral Militar, Higiene Militar, Campañas del Alto Perú, El Frente Oriental de la Guerra Mundial de 1914. Estudios Estratégicos", que fueron adoptados como textos de estudio en las academias del Ejército.
En 1929 contrajo matrimonio con Aurelia Tizón en la Iglesia castrense Nuestra Señora de Luján, pero su esposa murió muy joven, en setiembre de 1938.
En 1930 ya era miembro del Estado Mayor del Ejército y Profesor Titular de "Historia Militar" en la Escuela Superior de Guerra. Continuó publicando textos militares y también redactó un estudio sobre el idioma de los indios araucanos, originarios de la región patagónica, bajo el título Toponimia Patagónica de Etimología Araucana (1935).
En 1936, con el grado de Mayor del Ejército, fue nombrado Agregado Militar en la Embajada Argentina en la República de Chile. Ese año ascendió al grado de Teniente Coronel. En 1937 publicó el estudio La Idea Estratégica y la Idea Operativa de San Martín en la Campaña de los Andes.
En 1939 integró la Misión de estudios en el extranjero que el Ejército Argentino envió a Europa, con residencia en Italia. Se especializó en Infantería de Montaña (alpinismo y esquí). Regresó a principios de 1940, luego de recorrer España, Alemania, Hungría, Francia, Yugoslavia y Albania. Fue destinado al Centro de Instrucción de Montaña (Mendoza) y en 1941 ascendió al grado de Coronel.
A partir de 1943 su vida militar comenzó a converger hacia la política, que lo iba a absorber totalmente hasta su muerte.
Vida Política

El 4 de junio de 1943, Perón participó en la Revolución militar que terminó un proceso de fraude y corrupción política, iniciado con el golpe militar de 1930, que había desplazado del poder al Presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, perteneciente al partido Unión Cívica Radical. Perón tenía el grado de Coronel y formaba parte de un grupo de oficiales organizados en una especie de logia denominada GOU (Grupo Oficiales Unidos) que sostenía un pensamiento nacionalista y de recuperación ética.
En el gobierno militar, Perón comenzó ocupando cargos menores. En octubre de 1943, solicitó desempeñarse en el Departamento Nacional del Trabajo, un modesto organismo dedicado a los asuntos laborales y sindicales. El joven coronel inició, desde este lugar, su contacto con la clase trabajadora argentina, adentrándose en sus problemas y necesidades. Convirtió al modesto organismo en Secretaría de Trabajo y Previsión, amplió sus facultades y asumió su nueva titularidad el 10 de diciembre de 1943.
Desde allí impulsó la organización de los trabajadores en sindicatos, transmitiéndole al movimiento obrero una visión reivindicatoria y nacional del trabajo y promovió una legislación protectora inspirada en los principios de justicia social, difundidos, entre otras fuentes, por las Encíclicas papales.
A principios de 1944 conoció a María Eva Duarte que sería su esposa y a quién la historia ha inmortalizado con el nombre de Evita.
Por su desempeño en la Secretaría de Trabajo y Previsión comenzó a crecer la popularidad de Perón en la clase trabajadora, lo cual despertó desconfianza en muchos de los mandos del Ejército, que mantenían una concepción conservadora y elitista de la sociedad argentina. A tal punto llegó esta situación que, pese a estar desempeñando en 1945 los cargos de Vicepresidente y Ministro de Guerra del Gobierno Militar, el Coronel Perón fue obligado a renunciar a todas sus funciones el 10 de octubre de ese año. El día 13 fue llevado detenido a la Isla Martín García (situada en el Río de La Plata, frente a la ciudad de Buenos Aires).
Una vez conocida por los trabajadores la noticia de la detención de Perón, se declaró una huelga general espontánea en todo el país. Contingentes obreros comenzaron a marchar hacia la Casa de Gobierno, en la ciudad de Buenos Aires, cubriendo la Plaza de Mayo con una multitud que reclamaba su libertad.
Fue el 17 de octubre de 1945. Al anochecer de ese día y ante la presión popular, Perón fue puesto en libertad y convocado por los propios gobernantes militares a hablar a la multitud para calmarla.
Perón así lo hizo, pidió su retiro del Ejército y convertido en ex-militar se lanzó a la vida política. Tenía 50 años de edad.
Ese mismo mes de octubre contrajo matrimonio con Eva Perón.
El gobierno militar, debilitado por los acontecimientos, convocó a elecciones presidenciales para el 24 de febrero de 1946. Perón, con apenas cuatro meses de tiempo, presentó su candidatura con la fórmula Perón-Quijano y organizó sus bases políticas de apoyo que fueron los trabajadores, sectores independientes y desprendimientos progresistas de los partidos tradicionales como la Unión Cívica Radical, el Partido Conservador y el Partido Socialista. Su adversario fue un frente político denominado "Unión Democrática", conformado por los sectores más conservadores de la sociedad en alianza con la izquierda internacionalista, como el Partido Comunista, y apoyado abiertamente por el embajador de los Estados Unidos de Norteamérica, señor Spruille Braden. La disyuntiva fue "Braden o Perón".
Perón triunfó en las elecciones con el 52 por ciento de los votos y asumió la Presidencia de la Nación el 4 de junio de 1946. Ya en el Gobierno fundó el Movimiento Peronista. Comenzó una gestión de fuerte preocupación nacional y social.
En 1949 se reformó la Constitución Nacional mediante elección democrática de constituyentes y se incorporaron al máximo texto jurídico los nuevos derechos sociales, como también el voto femenino, que había sido aprobado en 1947, que reivindicaba a la mujer hasta entonces marginada de la vida política argentina.
En 1951 la formula Perón-Quijano fue reelecta por un nuevo período de seis años con el 62 por ciento de los votos.
En 1952 murió Eva Perón, "Evita", afectada por un cáncer. Se creó en torno a Perón un gran vacío afectivo.
En 1953 Perón planteó, en diversas exposiciones públicas, su pensamiento sobre la política exterior basada en los conceptos de "continentalismo" y "universalismo" con proyección al siglo XXI. Tomó las primeras decisiones concretas encaminadas a impulsar la integración latinoamericana y propuso a Chile y a Brasil echar las bases de una unión subregional que se denominaría ABC. Este proyecto es el antecedente del actual MERCOSUR instalado 30 años después.

El 16 de setiembre de 1955 el Gobierno constitucional de Perón fue derrocado por un golpe militar apoyado por los sectores más reaccionarios de la sociedad. Comenzó un largo período de proscripción política del Movimiento Justicialista, persecución a sus integrantes mediante fusilamientos, cárcel y destierro. Perón debió exiliarse. Este cruento período se extendió por 18 años, durante los cuales las Fuerzas Armadas asumieron el control político del país.
Perón se exiló en países latinoamericanos, conoció a una joven argentina, María Estela Martínez, “Isabel”, que se convertiría en su tercera esposa, y a partir de 1960 se trasladó a España donde vivió en Madrid hasta que pudo regresar a su patria por primera vez el 17 de noviembre de 1972 y, definitivamente, el 20 de junio de 1973.
El gobierno militar presidido por el Gral. Lanusse convocó a elecciones presidenciales para el 11 de marzo de 1973, pero proscribió a Perón. El Movimiento Justicialista ganó las elecciones con el 49,59 por ciento de los votos con la fórmula Cámpora-Solano Lima designada por Perón. Una vez en el gobierno, el presidente Cámpora renunció al cargo y se convocó a nuevas elecciones presidenciales sin proscripciones para el 23 de setiembre de 1973. El Movimiento Justicialista propuso la fórmula Perón-Perón (Juan Domingo Perón y su esposa Isabel Martínez de Perón), que obtuvo el triunfo con más del 60 por ciento de los votos.
Perón ya tenía 78 años y estaba enfermo. Murió el 1º de julio de 1974, mientras estaba en ejercicio constitucional y democrático de la Presidencia de la Nación por tercera vez.

viernes, 19 de septiembre de 2014

19 de septiembre de 1968, Muere John William Cooke

Abogado, diputado nacional, periodista y escritor, director del semanario De Frente, abandonó su nacionalismo inicial para convertirse en el principal propagandista de la política insurreccional del proscripto peronismo. Delegado personal de Perón y la única persona a la que el líder justicialista nombró "heredero" de la conducción de su movimiento político, organizó la Resistencia Peronista y ofició de nexo entre Perón y Frondizi para la firma del pacto que llevaría a este último a la Presidencia de la Nación. Influido por la revolución cubana fue el gran teórico de la izquierda peronista. Había nacido en la ciudad bonaerense de La Plata el 14 de noviembre de 1920.

Frases De John William Cooke
Una revolución requiere partido revolucionario, jefes revolucionarios y mito revolucionario, por un lado, y la ocasión, por el otro.
En un país colonial las oligarquías son las dueñas de los diccionarios.
¿Qué somos, desde el punto de vista de nuestra orientación? Lo único que es posible: un partido de izquierda. Los que dicen que eso de izquierdas y derechas no tienen razón de ser es porque son reaccionarios; para el resto de la gente, la palabra izquierda tiene un significado muy claro, y doblemente claro en Argentina, donde la izquierda fue cipaya, es decir, no fue de izquierda, pero ya la confusión se desvaneció.Los pactos políticos entre fracciones adversas son siempre de mala fe, aunque sean convenientes.
La oligarquía se inventa un enemigo comunista para aplastarnos a nosotros, que somos el enemigo real.




Como toda organización política, estamos luchando por el poder; como toda organización revolucionaria, necesitamos todo el poder para desde allí realizar nuestro programa.
El nacionalismo sólo es posible como una política antiimperialista consecuente.
Toda revolución es el final de un proceso, y hasta que se cumpla ese proceso, solamente se anotan parciales.
Un clima de rebeldías individuales puede durar indefinidamente. Solamente cuando la rebeldía está coordinada y encausada en un movimiento de liberación, adquiere la eficacia necesaria para luchar con éxito.

Los partidos políticos tradicionales no forman parte del Frente de Liberación por la sencilla razón de que están en la trinchera enemiga. No desean terminar con la opresión sino cambiar la mentalidad de los oprimidos.
No hay política nacionalista sino bajo la conducción de la clase trabajadora, que movilice la voluntad nacional tras la empresa revolucionaria de cambiar el orden social existente y asegurar sus bases mediante el desarrollo independiente, hasta desplazar del poder a las clases dominantes, la toma del poder por los trabajadores y la construcción nueva.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Cornelio Saavedra (1759 - 1829)

Cornelio Judas Tadeo Saavedra nació en la Villa Imperial de Potosí el 15 de septiembre de 1759. Las
difíciles condiciones climáticas de aquella zona llevaron a la familia Saavedra a regresar a Buenos Aires, de donde era oriundo el padre, Don Santiago de Saavedra.
Cornelio cursó estudios en el Real Colegio de San Carlos destacándose por su inclinación por la filosofía. Pero no pudo concluir sus estudios y tuvo que dedicarse a las tareas rurales.
En 1797, inició su carrera en la función pública como regidor. Su destacada actuación le valió, dos años más tarde, la designación de procurador y, en 1801, la de alcalde de primer voto.
Las invasiones inglesas parecen descubrir en Saavedra una nueva vocación: la militar. Dice en sus memorias: "Este fue el origen de mi carrera militar. El inminente peligro de la patria; el riesgo que amenazaba nuestras vidas y propiedades, y la honrosa distinción que habían hecho los hijos de Buenos Aires prefiriéndome a otros muchos paisanos suyos para jefe y comandante, me hicieron entrar en ella".
Durante las invasiones inglesas el cuerpo de Patricios, el más importante de la capital virreinal, lo eligió como comandante. Desde 1808 participó en las reuniones de la jabonería de Vieytes y en la casa de Rodríguez Peña, en la que se destacaba por su moderación y una prudencia que a muchos de sus compañeros les resultaba excesiva. Cumplió un papel destacado en los hechos de mayo. En la reunión de comandantes del 20 de mayo negó su apoyo a Cisneros. Dos días después, en el Cabildo Abierto del 22, votó a favor de la destitución del virrey.
Fue designado presidente de la Junta formada el 25 de mayo, pero su nuevo cargo no parecía agradarle demasiado, según lo cuenta en sus memorias: "Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. A pesar de mis reclamos no se hizo lugar a mi separación. El mismo Cisneros fue uno de los que me persuadieron aceptase el nombramiento por dar gusto al pueblo. Tuve al fin que rendir mi obediencia y fui recibido de presidente y vocal de la excelentísima Junta (...) Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos".
El presidente Saavedra chocará muy pronto con su secretario de Guerra y Gobierno, Mariano Moreno.
Moreno encarnaba el ideario de los sectores que propiciaban algo más que un cambio administrativo. Se proponían cambios económicos y sociales más profundos. Pensaban que la revolución debía controlarse desde Buenos Aires.
Saavedra, en cambio, representaba a los sectores conservadores favorables al mantenimiento de la situación social anterior y era partidario de compartir las decisiones de gobierno con las otras zonas del territorio.

El 5 de diciembre de 1810, se produjo una fiesta en el regimiento de Patricios. Uno de los asistentes que había tomado algunas copas de más, el capitán Atanasio Duarte, propuso un brindis "por el primer Rey y Emperador de América, Don Cornelio Saavedra" (jefe del regimiento) y le ofreció una corona de azúcar que adornaba una torta a doña Saturnina, esposa de Saavedra.
Al enterarse del episodio, el secretario Moreno decretó el destierro de Atanasio Duarte diciendo que "... un habitante de Buenos Aires ni ebrio ni dormido debe tener expresiones contra la libertad de su país"; prohíbió todo brindis o aclamación pública a favor de cualquier funcionario y suprimió todos los honores especiales de que gozaban los miembros de la junta. La pelea entre Moreno y Saavedra estaba desatada.
Moreno, preocupado por los sentimientos conservadores que predominaban en el interior, entendió que la influencia de los diputados que comenzaban a llegar sería negativa para el desarrollo de la revolución y se opuso a su incorporación al ejecutivo. Triunfó la posición encabezada por Saavedra y Moreno se vio obligado a renunciar y a alejarse del país, encabezando una misión diplomática en diciembre de 1810. Murió misteriosamente en alta mar el 4 de marzo de 1811.
Ante la desaparición de Moreno, Saavedra creyó ver fortalecido su poder. El 5 y 6 de abril los saavedristas Joaquín Campana y Tomás Grigera movilizaron a los sectores suburbanos hacia la Plaza de la Victoria con el apoyo de los Patricios, los Pardos y Morenos contra el sector morenista de la Junta. A las tres de la mañana entregaron un petitorio en el Cabildo que decía entre otras cosas: "El pueblo de Buenos Aires desengañado a vista de repetidos ejemplos, de que no sólo se han usurpados sus derechos, sino que se trata de hacerlos hereditarios en cierta porción de individuos, que formando una fracción de intriga y cábala, quieren disponer de la suerte de la Provincias Unidas, esclavizando a las ambiciones de sus intereses particulares la suerte y la libertad de sus compatriotas".
Se proponían deponer al sector morenista y crear un ejecutivo fuerte en manos de Saavedra. Pero Saavedra no aceptó el mando. Cuenta en sus memorias: "Pedí, supliqué y renuncié todos mis cargos, incluso el grado de Brigadier". Pero se llegó a una transacción seguramente sugerida por el Deán Funes: Vieytes, Rodríguez Peña, Larrea y Azcuénaga marcharían al destierro y serían reemplazados por tres saavedristas –entre ellos, Campana-, el regimiento de la Estrella sería disuelto y su jefe, Domingo French, confinado, como no podía ser de otra manera junto a Antonio Beruti. Saavedra continuaría como presidente de la Junta. Pero el desastre de Huaqui en el Alto Perú precipitó las cosas. Saavedra debió marchar al Norte a fines de agosto de 1811 y su ausencia fue aprovechada por sus adversarios. A los ocho días de haber llegado a Salta se le hizo saber su separación del ejército y de la presidencia de la Junta, y se le ordenó entregar las tropas a Don Juan Martín de Pueyrredón. El sector morenista recuperaba el control de la situación y creaba un nuevo poder ejecutivo: el Triunvirato.

El 6 de diciembre de 1811, los Patricios se sublevaron en defensa de su antiguo jefe. Pidieron que volviera Saavedra y que renunciara el coronel Belgrano, designado como nuevo comandante del regimiento.

El Triunvirato arma una doble estrategia. Por un lado, negociar y, por otro, rodear el cuartel para intervenir en cualquier momento. Hubo varios mediadores, entre ellos, Juan José Castelli, el orador de la revolución, que estaba arrestado en el propio cuartel tras haber sido sometido a juicio por la derrota del Desaguadero. También mediaron el vehemente adversario de Castelli en el debate del Cabildo Abierto del 22 de mayo, el Obispo de Buenos Aires, Benito Lue y Riega, y el Obispo de Córdoba, Rodrigo de Orellana. Pero todo fue inútil. Los Patricios se mantenían firmes en sus demandas.

Uno de los amotinados, el soldado de origen inglés Richard Nonfres, en un rapto de exaltación, comenzó a proferir insultos y disparó un cañonazo contra las tropas que estaban apostadas frente al regimiento. Cuenta Domingo Matheu que "...un maldito inglés, soldado del cuerpo, pegó fuego a un obús cargado a metralla y mató a uno e hirió a seis".

La respuesta no tardó en llegar. El saldo del combate fue de 8 muertos y 35 heridos. Pero Rivadavia y el Triunvirato no iban a dejar las cosas así. Instruyeron un proceso sumario. Por "razones de seguridad" fueron expulsados los diputados del interior. El Deán Funes fue detenido sospechado de complicidad con los rebeldes. Los implicados negaron durante el juicio toda intención política y recordaron sus planteos iniciales. Pero nadie les creyó y en la sentencia se hablaba de un "movimiento popular que se tramaba".

A veinte de los implicados se los condenó a cumplir penas que iban de cuatro a diez años de prisión en Martín García. Once sargentos, cabos y soldados fueron fusilados a las ocho de la mañana del 10 de diciembre de 1811 y sus cuerpos colgados en la Plaza de la Victoria "para la expectación pública". Entre los muertos estaba el inglés Ricardo Nonfres, quizás el autor del primer disparo de una guerra civil que iba a durar casi 60 años.

Esta derrota selló la suerte de Saavedra. Se intentó confinarlo en San Juan, pero, alertado a tiempo, Saavedra cruzó la cordillera de los Andes y arribó a Chile acompañado por su hijo Agustín de 10 años. En 1814 decidió volver a la patria ante la cercanía de los ejércitos realistas que amenazaban Coquimbo. Mientras volvía a cruzar la cordillera, su esposa Doña Saturnina Otárola apela al gobernador intendente de Cuyo, José de San Martín, para lograr el reingreso de su marido. San Martín accedió fijándole residencia en San Juan. Saavedra fue enviado escoltado hacia Buenos Aires para estar presente en el juicio que se había iniciado y tras la revolución del 15 de abril de 1815, el Cabildo le devolvió su grado militar. Sin embargo, al asumir el poder Álvarez Thomas el cargo de Director Supremo, lo conminó a abandonar Buenos Aires e instalarse en Arrecifes.

En 1818, el Congreso Constituyente puso término a las causas en su contra y el director Pueyrredón dictó un decreto confiriéndole el empleo de brigadier general de los ejércitos de la Nación, con una antigüedad retroactiva al 14 de enero de 1811. A fines de ese año fue designado Jefe de Estado Mayor, en reemplazo del general Antonio González Balcarce, que había marchado a incorporarse al ejército libertador de Chile. Desempeñando ese cargo, inspeccionó las tropas en Santa Fe, Martín García y en Luján y concretó negociaciones de paz con los indios ranqueles.

Durante el período de la anarquía, se retiró a Montevideo, de donde regresó al constituirse el gobierno de Martín Rodríguez, en octubre de 1820. En 1822 se le otorgó el retiro absoluto del Ejército. Siendo ya un anciano, ofreció sus servicios en ocasión de la guerra con el Brasil. El gobierno, por medio del ministro de guerra, Coronel Marcos Balcarce, le hizo saber que agradecía el ofrecimiento y que, llegado el caso, sería aceptado con la consideración que se debía a su avanzada edad. Murió en Buenos Aires el 29 de marzo de 1829. En Diciembre de ese año el gobernador de Buenos Aires, Juan José Viamonte, trasladó los restos de Saavedra a la Recoleta y le brindó un homenaje. En el decreto decía:

"El primer comandante de Patricios, el primer presidente de un gobierno patrio, pudo sólo quedar olvidado en su fallecimiento por las circunstancias calamitosas en que el país se hallaba; pero después que ellas han terminado, sería una ingratitud negar al ciudadano tan eminente el tributo de honor debido a su mérito y a una vida ilustrada con tantas virtudes que supo consagrar entera al servicio de la patria."

viernes, 29 de agosto de 2014

El pensamiento de Juan Bautista Alberdi

Juan Bautista Alberdi nació en Tucumán el 29 de agosto de 1810. En 1816, mientras iniciaba sus sesiones el Congreso de Tucumán, ingresaba a la escuela primaria. En 1824, con 14 años llegó a Buenos Aires y comenzó a estudiar en el Colegio de Ciencias Morales. No se llevaba bien con el medieval régimen disciplinario del Colegio, que incluía encierros y castigos corporales y logró que su hermano Felipe lo sacara de allí. Mientras trabaja como empleado en una tienda, leía apasionadamente a Rousseau, estudiaba música, componía y daba conciertos de guitarra, flauta y piano para sus amigos. En 1831, retomó sus estudios en la carrera de Leyes pero no abandonó sus gustos musicales y, en 1832, escribió El espíritu de la música y se trasladó a Córdoba, donde pudo recibirse de Bachiller en Leyes.
Desde 1832 un grupo de jóvenes intelectuales venía reuniéndose en la librería de Marcos Sastre. Alberdi se incorporará a este grupo, compuesto entre otros, por Juan María Gutiérrez y Esteban Echeverría, que fundará el 23 de agosto de 1835 el Salón Literario, un verdadero centro cultural y de difusión de las nuevas ideas políticas, vinculadas al romanticismo europeo.
En 1837 Alberdi publicó una de sus obras más importantes Fragmento Preliminar al estudio del derecho, donde hacía un diagnóstico de la situación nacional y sus posibles soluciones. Durante ese mismo año data la publicación de La Moda, gacetín semanal de música, poesía, literatura y costumbres. Aparecieron 23 números y en sus artículos, Alberdi, que firmaba bajo el seudónimo de "Figarillo", intentaba burlar a la censura del rosismo y dejaba deslizar frases como esta: "los clamores cotidianos de la tiranía no podrán contra los progresos fatales de la libertad".
Junto a Esteban Echeverría y Juan María Gutiérrez fundó la Asociación de la Joven Generación Argentina, siguiendo el modelo de las asociaciones románticas y revolucionarias de Europa. Este grupo de intelectuales pasará a la historia como la "Generación del 37". La mazorca comenzó a vigilarlos de cerca y a perseguirlos. Alberdi llegó a Montevideo en noviembre de 1838 y colaboró en publicaciones como El Grito Argentino y Muera Rosas. De ese período son también sus dos obras de Teatro: La Revolución de Mayo y El Gigante Amapolas, una sátira sobre Rosas y los caudillos de la guerra civil.
En mayo de 1843 partió con Juan María Gutiérrez hacia París, la Meca de todos los románticos de la época. Llegó en septiembre y visitó al general San Martín con quien mantuvo dos prolongadas entrevistas. Quedó muy impresionado por la sencillez y la vitalidad del viejo general que lo abrumó con preguntas sobre la patria.
A fines de 1843 decidió, como Sarmiento, radicarse en Chile. Allí vivirá por 17 años. En un artículo publicado en El Comercio de Valparaíso dirá: "Los Estados Unidos no pelean por glorias ni laureles, pelean por ventajas, buscan mercados y quieren espacio en el Sur. El principio político de los Estados Unidos es expansivo y conquistador".
Al enterarse del triunfo de Urquiza sobre Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852, escribe Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina y se lo envía a Urquiza que le agradece su aporte en estos términos: "Su bien pensado libro es, a mi juicio, un medio de cooperación importantísimo. No ha podido ser escrito en una mejor oportunidad". La obra será una de las fuentes fundamentales de nuestra Constitución Nacional sancionada el primero de mayo de 1853.
Dirá comentando el texto: “Reconociendo que la riqueza es un medio, no un fin, la Constitución argentina propende por el espíritu de sus disposiciones económicas, no tanto a que la riqueza pública se grande, como bien distribuida, bien nivelada y repartida; porque sólo así es nacional, sólo así es digna del favor de la Constitución, que tiene por destino el bien y prosperidad de los habitantes que forman el pueblo argentino, no de una parte con exclusión de la otra”. 1
Mantendrá ardientes polémicas con Sarmiento en torno a Urquiza, a quien decide brindarle todo su apoyo. El gobierno de Paraná lo nombra "Encargado de negocios de la Confederación Argentina" ante los gobiernos de Francia, Inglaterra, el Vaticano y España. El 15 de abril de 1855 partió hacia Europa. Visitó los Estados Unidos, donde se entrevistó con el presidente Franklin Pierce y luego viajó a Gran Bretaña, donde conoció a la reina Victoria. Finalmente llegó a París para quedarse por 24 años. Regularizó las relaciones con el Vaticano y consiguió el reconocimiento de nuestra independencia por la reina Isabel II de España.
Tras la derrota de Urquiza en Pavón Alberdi fue despedido por Mitre de su cargo y reemplazado por Mariano Balcarce. Hacía dos años que no cobraba su sueldo y el nuevo gobierno se negaba a pagarle le adeudado y mucho menos a costear su viaje de regreso. Comentó entonces: "el mitrismo es el rosismo cambiado de traje".
Tuvo que quedarse en París. Sus únicos y escasos ingresos provenían del alquiler de una propiedad en Chile.
Durante la Guerra de la Triple Alianza, Alberdi, como José Hernández y Guido Spano, apoyará decididamente la causa paraguaya y acusará a Mitre de llevar adelante una "Guerra de la Triple Infamia" contra un pueblo progresista y moderno. Bajo la profunda impresión que lo produjo el conflicto publicó en 1872 El Crimen de la Guerra, uno de los más notables alegatos antibelicistas que se hayan escrito, que cobra hoy, en el mundo de la “guerra preventiva” una notable actualidad. "De la guerra es nacido el gobierno militar que es gobierno de la fuerza sustituida a la justicia y al derecho como principio de autoridad. No pudiendo hacer que lo que es justo sea fuerte se ha hecho que lo que es fuerte sea justo.(…) El ‘derecho de la guerra’, es decir, el derecho del homicidio del incendio, de la devastación en la más grande escala posible. (…) Estos actos son crímenes por las leyes de todos los países del mundo. La guerra los sanciona y los convierte en actos honestos y legítimos, viniendo a ser la guerra el derecho del crimen. (…) El castigo de los gobernantes que han provocado y comenzado la guerra, como reparación de su crimen de lesa humanidad, sería más justo y más eficaz como medio de prevenir su repetición, que lo serán jamás las indemnizaciones pecuniarias que, debilitando al pueblo, afirman y robustecen el poder de los opresores”. 2
Agudo observador de la realidad argentina escribió: “La dificultad no consiste en saber cómo pagar la deuda, sino en cómo hacer para no aumentarla. (…) En los países nuevos en que la habilidad abunda más que el juicio, se da frecuentemente el nombre de empréstitos para obras públicas a lo que en realidad son obras públicas para empréstitos. Así tan pronto como el empréstito es conseguido, la obra pública queda sin objeto. Cuanto más irrealizable mejor sirve la obra a su objeto, que es el empréstito en sí mismo, no la obra”. 3
En 1879 una alianza entre Roca y Avellaneda lanzó la candidatura de Alberdi a diputado nacional. Llegó a Buenos Aires el 16 de septiembre de aquel año y tuvo una participación decisiva en los debates parlamentarios sobre la Ley de Federalización de Buenos Aires, que le dio finalmente una Capital Federal a la República. El senado, bajo la presión mitrista, rechazó el proyecto de publicación de sus obras completas y su nombramiento como embajador en Francia. Le estaban cobrando su militancia contra la guerra del Paraguay, entre otras cosas. Cansado y humillado decidió alejarse definitivamente del país.
Partió rumbo a Francia el 3 de agosto de 1881 confesándole a un amigo "lo que me aflige es la soledad". Murió en Nueilly-Sur-Seine, cerca de París el 19 de junio de 1884.

Referencias:
1 Juan Bautista Alberdi, Obras Completas, Tomo IV, Buenos Aires 1887.
2 Juan Bautista Alberdi, El Crimen de la Guerra, Buenos Aires, Editorial Sopena Argentina, 1957.
3 Juan Bautista Alberdi, Obras completas, Tomo VIII, Buenos Aires, 1887.

viernes, 22 de agosto de 2014

La muerte del general Lavalle y el destino de su cadáver

Después de la derrota sufrida en Famaillá el 19 de septiembre de 1841, el general don Juan Lavalle mandó ensillar, y con los 200 hombres que le quedaban se retiró hacia Jujuy.
Al llegar a Salta conoció a Damasita Boedo, hermana del coronel Boedo, una hermosa joven rubia, de ojos azules, que no llegaba a los 25 años de edad, y, enamorado de ella, se la llevó en su retirada.
En la madrugada del 7 de octubre hizo alto sobre el río Sauce, desde donde destacó al comandante don Pedro Lacasa hacia Jujuy, llegando él ese mismo día por la noche. En Jujuy encontró que las autoridades habían fugado hacia la quebrada de Humahuaca, dejando acéfalo el gobierno.
A las 02.00 horas del día 8, el general Lavalle hizo acampar a sus tropas en unos potreros de alfalfa en los suburbios de la ciudad, en el lugar llamado La Tablada.
El general llegó enfermo, después de una marcha de dieciocho leguas en quince horas al tranco, los disgustos del día y el abatimiento que se había apoderado de su espíritu al ver derrumbarse todas las posibilidades de seguir la lucha.
Ocupó una casa en la ciudad en la que había estado alojado el doctor don Elías Bedoya, en calidad de enviado del general la noche del 8 de octubre, con su secretario don Félix Frías, el teniente don Celedonio Álvarez con ocho hombres de su escolta y su ayudante Lacasa, que era ese día el edecán de servicio; por supuesto que también iba Damasita con el general.
En medio del profundo silencio de la noche comenzó a despuntar el alba del sábado 9 de octubre de 1841. En la madrugada trágica, una partida federal con unos 30 hombres, al mando del teniente coronel Fortunato Blanco, llegó al paso de sus cabalgaduras cerca de la casa donde se alojaba Lavalle.
Al ruido, salió Damasita, e interrogada por el paradero de Lavalle, contestó que, efectivamente, habíase alojado allí, más que, en ese momento, se encontraba en el campo de La Tablada.
Cerróse la puerta de calle enseguida; Lacasa, que se hallaba durmiendo en la habitación de enfrente, ala derecha, en compañía de Félix Frías, se despertó y prestamente salió al zaguán, y por la puerta que no se había cerrado todavía alcanzó a divisar una partida de federales.
Rápidamente dio la voz de:
–¡A las armas!
Las huestes enemigas parecían completamente desorientadas y no aprovecharon la circunstancia favorable de hallarse abierta la puerta de calle.
Ignoraban, por otra parte, que en ella se encontraba el general Lavalle. Lacasa hizo poner de pie a los soldados que se encontraban en el patio y corriendo al fondo de la casa se dirigió al general para pedirle órdenes. No era Lavalle un hombre de intimidarse lo más mínimo por este suceso, y antes de tomar medidas, inquirió:
–¿Qué clase de enemigos son?
–Son paisanos –respondió Lacasa.
–¿Como cuántos?
–Veinte o treinta.
–No hay cuidado entonces; vaya usted, cierre la puerta y mande ensillar, que ahora nos hemos de abrir paso.
La puerta de calle fue cerrada con precipitación, lo que produjo aún mayor recelo en la fuerza enemiga, que viendo en ello una señal de resistencia, decidió echarla abajo por algún procedimiento.
Lavalle salió al segundo patio cubierto con una bufanda de vicuña, dado lo temprano de la hora y estado de salud. De valor personal, temerario y de acuerdo a su costumbre, no es extraño que se presentara en el momento de peligro sin ceñir su espada.
El acero que lo acompañó en las guerras de la independencia lo extravió su asistente en la batalla de Famaillá, por lo cual su secretario le obsequió una espada que fue la que le acompañó hasta su muerte.
Quería disponerlo todo por sí mismo con su arrojo y su intrepidez ante el peligro.
Pero ahora no se trataba de combatir con 97 granaderos contra 500 soldados enemigos, como en Río Bamba, o 100 contra 300, como en Pasco; ahora era una escaramuza, una especie de búsqueda policial inquiriendo de qué se trataba.
Al llegar a la siguiente puerta, que estaba cerrada, el general observó la partida por el ojo de la cerradura; en ese momento sonó un balazo..., luego dos más, tirados contra la fuerte y tosca puerta de cedro que guardaba la entrada principal de la casa. Este fuego sin dirección, hecho por la patrulla federal contra la casa, tuvo una virtud que ellos no soñaron. Una de las balas penetró por la cerradura e hirió mortalmente al general Lavalle, quien se dobló hacia adelante. La bala, que luego conservaría el general don Bartolomé Mitre como una reliquia, se alojó en su garganta.
La herida era mortal. El general cayó cerca del zaguán. Su sangre, que manaba en abundancia, empapó su bufanda de vicuña.
El autor de su muerte era un mulato llamado José Bracho, quien luego habría de conocerse entre algunos federales como el "héroe de la cerradura".
Lacasa, que había precedido a su jefe penetrando en la habitación, salió precipitadamente y encontró a Lavalle en el suelo en los estertores de la agonía. Luego quedó inmóvil, con los ojos abiertos hacia la puerta del zaguán que habría de ser famosa, y por donde su arrojo había pensado buscar la libertad en una arremetida audaz.
Nada podía ser más inesperado que el trágico fin del jefe que los había llevado a tantas batallas.
Algunos corrieron a incorporarse al grueso de las fuerzas que no lejos de allí estaban al mando de Pedernera, quien desde aquel momento tuvo que asumir el mando de las huestes, cada vez más diezmadas.
Estando en los preparativos para continuar la retirada, con el cadáver del general, se presentó Damasita al general don Juan Esteban Pedernera, quien al verla le dijo:
–Mire usted, Damasita: el general ya ha muerto; me parece por lo mismo que su presencia aquí ya no tiene objeto. Seguramente que usted desea volver al seno de su familia, y si esto es así, le haré dar todos los recursos necesarios para que usted regrese a su casa.
Pero ella, que era de un alma entera, replicó con admirable entereza:
–Señor general: cuando una joven de mi clase pierde una vez su honra, no puede volver jamás a su país. Prepáreme usted una mula para seguir yo también adelante, y vivir y morir como Dios me ayude.
En casa del general don Juan Gregorio de Las Heras, a los pocos días de la muerte del general Lavalle, se hallaban reunidos el general Deheza, el coronel De la Plaza y el general don Mariano Necochea. Al tener conocimiento de la tragedia, el último dijo:
–¡Pobre Juan! Los malos ejemplos de don Simón le habían trastornado la cabeza.
–El terreno estaba bien preparado –agregó otro de los presentes.
El cadáver permaneció bastante tiempo tirado en el suelo, hasta que el general Pedernera dispuso que fuese levantado.
Así cayó el bravo general don Juan Galo de Lavalle, el héroe de Río Bamba, el magnífico soldado de Nazca, el rey de los arenales de Moquehuá.
Su cuerpo inanimado fue colocado en su hermoso tordillo y la caravana triste y silenciosa comenzó su santa peregrinación hacia la catedral de Potosí, tras el jefe muerto, puesto a la vanguardia para evitar que cayese en poder de las fuerzas de Oribe, que lo ansiaban tenazmente para llevar su cabeza a Rosas.
A veinticuatro leguas de Jujuy, como la descomposición del cadáver del general dificultaba la marcha, dispusieron descarnarlo, y el coronel don Alejandro Danel practicó esta penosa operación.
Con el propósito de disecar mejor los huesos, fueron tendidos al sol sobre el techo de un rancho. Inesperadamente un cóndor descendió vertiginosamente de las nubes y apoderándose del cúbito del brazo derecho de Lavalle, remontó a las alturas.
Aquel cóndor, expresión de gallardía y fiereza de esos inmensos dominios solitarios y agrestes de la montaña y el espacio, tal vez quiso levantar en alto llevando y mostrando como trofeo el hercúleo brazo sableador del ínclito granadero de San Martín.
La caravana hizo 163 leguas. El 22 de octubre de 1841, a las 21:00, llegó a Potosí, siendo recibida por el presidente de Bolivia, quien dispuso que los restos del general Lavalle fueran depositados en la Catedral.
Damasita Boedo marchó con la caravana a Bolivia; llegó a Chuquisaca, y allí volviéronse locos los coyas más engreídos y retobados de amor por ella, y, conocedores de la aventura de que había sido objeto y por quien ahora peregrinaba sola en el extranjero, pretendieron reemplazar a Lavalle en la posesión de tan peregrina beldad. Pero no pudieron. La joven no había nacido para los coyas.
Un chileno cargó al fin con ella. Era Billinghurst, ministro plenipotenciario de Chile. Bajo su amparo pasó a Chile, donde vivió con el lujo y la holgura que le prodigaba su generoso amante; y lo que fue más tachable en ella es que regresó a Salta, punto de la tierra donde tan bizarramente había protestado ante el cuerpo del general Lavalle no volver jamás por culpa del muerto y causa de su deshonra.
Pero abandonó su juveni1 rubor, volvió a la tierra de los suyos, que había hecho votos de no volver; deslumbró e incitó la envidia por sus trajes riquísimos y sus chales de seda con que se paseó por las calles, se zarandeó por paseos y se arrodilló en los templos, resplandeciendo todavía al lado de sus sedas y sus joya su amabilísima hermosura.
Volvió a Chile, donde murió.
En 1858, los restos del general Lavalle fueron trasladados a la Capital, y actualmente descansan en el cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires, y el epitafio de su tumba encierra el postrer y eterno homenaje del pueblo argentino:
"Granadero: vela su sueño y si despierta dile que su Patria lo admira."