sábado, 24 de mayo de 2014

Revolución de Mayo

Se conoce como Revolución de Mayo a la serie de eventos revolucionarios que sucedieron en mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Aires, por aquel entonces capital del Virreinato del Río de la Plata, una dependencia colonial de España. Como consecuencia de la revolución fue depuesto el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y reemplazado por la Primera Junta. 
La Revolución de Mayo inició el proceso de surgimiento del Estado Argentino sin proclamación de la independencia formal, ya que la Primera Junta no reconocía la autoridad del Consejo de Regencia de España e Indias, pero aún gobernaba nominalmente en nombre del rey de España Fernando VII, quien había sido depuesto por las Abdicaciones de Bayona y su lugar ocupado por el francés José Bonaparte. Aun así, los historiadores consideran a dicha manifestación de lealtad (conocida como la máscara de Fernando VII) una maniobra política que ocultaba las auténticas intenciones independentistas de los revolucionarios. La declaración de independencia de la Argentina tuvo lugar durante el Congreso de Tucumán el 9 de julio de 1816. 
Los acontecimientos de la Revolución de Mayo se centraron en una semana conocida como la Semana de Mayo, transcurrida entre el 18 de mayo, cuando se confirmó de manera oficial la caída de la Junta de Sevilla, hasta el 25 de mayo, fecha de asunción de la Primera Junta. 

Cronología de la Semana de Mayo 

La Semana de Mayo es la semana que transcurre entre el 18 y el 25 de mayo de 1810, que se inició con la confirmación de la caída de la Junta de Sevilla y desembocó en la destitución de Cisneros y la asunción de la Primera Junta. 

El 14 de mayo arribó al puerto de Buenos Aires la goleta de guerra británica HMS Mistletoe procedente de Gibraltar con periódicos del mes de enero que anunciaban la disolución de la Junta de Sevilla al ser tomada esa ciudad por los franceses, que ya dominaban casi toda la Península, señalando que algunos diputados se habían refugiado en la isla de León en Cádiz. La Junta era uno de los últimos bastiones del poder de la corona española, y había caído ante el imperio napoleónico, que ya había alejado con anterioridad al rey Fernando VII mediante las Abdicaciones de Bayona. El día 17 se conocieron en Buenos Aires las noticias coincidentes llegadas a Montevideo el día 13 en la fragata británica HMS John Paris, agregándose que los diputados de la Junta de Sevilla habían sido rechazados estableciéndose una Junta en Cádiz. Se había constituido un Consejo de Regencia de España e Indias, pero ninguno de los dos barcos transmitió esa noticia. Cisneros intentó ocultar las noticias estableciendo una rigurosa vigilancia en torno a las naves de guerra británicas e incautando todos los periódicos que desembarcaron de los barcos, pero uno de ellos llegó a manos de Manuel Belgrano y de Juan José Castelli. Éstos se encargaron de difundir la noticia, que ponía en entredicho la legitimidad del virrey, nombrado por la Junta caída.11 


También se puso al tanto de las noticias a Cornelio Saavedra, jefe del regimiento de Patricios, que en ocasiones anteriores había desaconsejado tomar medidas contra el virrey. Saavedra consideraba que, desde un punto de vista estratégico, el momento ideal para proceder con los planes revolucionarios sería el momento en el cual las fuerzas napoleónicas lograran una ventaja decisiva en su guerra contra España. Al conocer las noticias de la caída de la Junta de Sevilla, Saavedra consideró que el momento idóneo para llevar a cabo acciones contra Cisneros había llegado.12 El grupo encabezado por Castelli se inclinaba por la realización de un cabildo abierto, mientras los militares criollos proponían deponer al virrey por la fuerza. 

Viernes 18 de mayo 

Ante el nivel de conocimiento público alcanzado por la noticia de la caída de la Junta de Sevilla, Cisneros realizó una proclama en donde reafirmaba gobernar en nombre del rey Fernando VII, para intentar calmar los ánimos. Cisneros habló de la delicada situación en la Península, pero no confirmó en forma explícita que la Junta había caído, si bien era consciente de ello.13 Parte de la proclama decía lo siguiente: 
En América española subsistirá el trono de los Reyes Católicos, en el caso de que sucumbiera en la península. (...) No tomará la superioridad determinación alguna que no sea previamente acordada en unión de todas las representaciones de la capital, a que posteriormente se reúnan las de sus provincias dependientes, entretanto que de acuerdo con los demás virreinatos se establece una representación de la soberanía del señor Fernando VII.14 

El grupo revolucionario principal se reunía indistintamente en la casa de Nicolás Rodríguez Peña o en la jabonería de Hipólito Vieytes. Concurrían a esas reuniones, entre otros, Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Juan José Paso, Antonio Luis Beruti, Chiclana, Darragueira, Thompson, Juan José Viamonte. Otro grupo se reunía en la quinta de Orma, encabezado por fray Ignacio Grela y entre los que destacaba Domingo French. 

Algunos criollos se reunieron esa noche en la casa Rodríguez Peña. Cornelio Saavedra, quien se hallaba en San Isidro, fue llamado de urgencia y concurrió a la reunión en la que se decidió solicitar al virrey la realización de un cabildo abierto para determinar los pasos a seguir por el virreinato. Para esa comisión, fueron designados Castelli y Martín Rodríguez.15 

Sábado 19 de mayo 
Tras pasar la noche tratando el tema, durante la mañana (sin dormir) Saavedra y Belgrano se reunieron con el alcalde de primer voto Juan José de Lezica y Castelli con el síndico procurador, Julián de Leyva, pidiendo el apoyo del Cabildo para gestionar ante el virrey un cabildo abierto, expresando que de no concederse, lo haría por sí solo el pueblo. 

Domingo 20 de mayo 

Lezica transmitió a Cisneros la petición que había recibido, y éste consultó a Leyva, quien se mostró favorable a la realización de un cabildo abierto. Antes de tomar una decisión el virrey citó a los jefes militares para que se presenten a las siete horas de la tarde en el fuerte.16 Según cuenta Cisneros en sus Memorias, les recordó: 
(...) las reiteradas protestas y juramentos de fidelidad con que me habían ofrecido defender la autoridad y sostener el orden público y les exhorté a poner en ejercicio su fidelidad al servicio de S.M. y de la patria. 

Como Cisneros reclamó una respuesta a su petición de apoyo, el coronel criollo Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios e integrante de la Sociedad de los Siete, respondió a nombre de todos los criollos diciendo: 
Señor, son muy diversas las épocas del 1º de enero de 1809 y la de mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquella existía la España, aunque ya invadida por Napoleón; en ésta, toda ella, todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto solo Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir y V.E. en su proclama de ayer. ¿Y qué, señor? ¿Cádiz y la isla de León son España? (...) ¿Los derechos de la Corona de Castilla a que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y la isla de León, que son una parte de las provincias de Andalucía? No señor, no queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses, hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que a V.E. dio autoridad para mandarnos ya no existe; de consiguiente usted tampoco la tiene ya, así que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse en ella.
Al anochecer se produjo una nueva reunión en casa de Rodríguez Peña, en donde los jefes militares comunicaron lo ocurrido. Se decidió enviar inmediatamente a Castelli y a Martín Rodríguez a entrevistarse con Cisneros en el fuerte, facilitando su ingreso el comandante Terrada de los granaderos que se hallaban de guarnición ese día. El virrey se hallaba jugando a los naipes con el brigadier Quintana, el fiscal Caspe y el edecán Coicolea cuando los comisionados irrumpieron. Martín Rodríguez en sus Memorias relató como fue la entrevista, en donde Castelli se dirigió a Cisneros así: 
Excelentísimo señor: tenemos el sentimiento de venir en comisión por el pueblo y el ejército, que están en armas, a intimar a V.E. la cesación en el mando del virreinato. 

Cisneros respondió: 

¿Qué atrevimiento es éste? ¿Cómo se atropella así a la persona del Rey en su representante? 

Pero Rodríguez (según sus Memorias) lo detuvo advirtiéndole: 
Señor: cinco minutos es el plazo que se nos ha dado para volver con la contestación, vea V.E. lo que hace. 

Solamente defendió la posición de Cisneros el síndico procurador del Cabildo, Julián de Leyva. Ante la situación, Caspe llevó a Cisneros a su despacho para deliberar juntos unos momentos y luego regresaron. El virrey se resignó y permitió que se realizara el cabildo abierto. Según cuenta Martín Rodríguez en sus Memorias póstumas, escritas muchos años después, sus palabras fueron: 
Señores, cuanto siento los males que van a venir sobre este pueblo de resultas de este paso; pero puesto que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran.19 

El cabildo abierto se celebraría el 22 de mayo siguiente. 

Esa misma noche se celebró una obra de teatro cuyo tema era la tiranía, llamada "Roma Salvada", a la cual concurrieron buena parte de los revolucionarios. El jefe de la policía intentó convencer al actor de que no se presentara y que, con la excusa de que éste estuviera enfermo, la obra se reemplazara con "Misantropía y arrepentimiento", del poeta alemán Kotzebue. Los rumores de censura policial se extendieron con rapidez, por lo que Morante salió e interpretó la obra prevista, en la cual interpretaba a Cicerón. En el cuarto acto, Morante exclamaba lo siguiente: 
Entre regir al mundo o ser esclavos ¡Elegid, vencedores de la tierra! ¡Glorias de Roma, majestad herida! ¡De tu sepulcro al pie, patria, despierta! César, Murena, Lúculo, escuchadme: ¡Roma exige un caudillo en sus querellas! Guardemos la igualdad para otros tiempos: ¡El Galo ya está en Roma! ¡Vuestra empresa del gran Camilo necesita el hierro! ¡Un dictador, un vengador, un brazo! ¡Designad al más digno y yo lo sigo!20 

Dicha escena encendió los ánimos revolucionarios, que desembocaron en un aplauso frenético a la obra. El propio Juan José Paso se levantó y gritó "¡Viva Buenos Aires libre!". 


Lunes 21 de mayo 
A las 3, el Cabildo inició sus trabajos de rutina, pero se vieron interrumpidos por 600 hombres armados, agrupados bajo el nombre de "Legión Infernal", que ocuparon la Plaza de la Victoria, hoy Plaza de Mayo, y exigieron a gritos que se convocase a un Cabildo Abierto y se destituyese al virrey Cisneros. Llevaban un retrato de Fernando VII y en el ojal de sus chaquetas una cinta blanca que simbolizaba la unidad criollo-española.21 Entre los agitadores se destacaron Domingo French y Antonio Beruti. Estos desconfiaban de Cisneros y no creían que fuera a cumplir su palabra de permitir la celebración del cabildo abierto del día siguiente. El síndico Leiva no tuvo éxito en calmar a la multitud al asegurar que el mismo se celebraría como estaba previsto. La gente se tranquilizó y dispersó gracias a la intervención de Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios, que aseguró que los reclamos de la Legión Infernal contaban con su apoyo militar. 

El 21 de mayo se repartieron 450 invitaciones entre los principales vecinos y autoridades de la capital. La lista de invitados fue elaborada por el Cabildo teniendo en cuenta a los vecinos más prominentes de la ciudad; pero el encargado de su impresión Agustín Donado (compañero de French y Beruti) imprimió muchas más de las necesarias y las repartió entre los criollos. 
El Excmo. Cabildo convoca á Vd. para que se sirva asistir, precisamente mañana 22 del corriente, á las nueve, sin etiqueta alguna, y en clase de vecino, al cabildo abierto que con avenencia del Excmo. Sr. Virrey ha acordado celebrar; debiendo manifestar esta esquela á las tropas que guarnecerán las avenidas de esta plaza, para que se le permita pasar libremente. 

Martes 22 de mayo 
De los 450 invitados al cabildo abierto solamente participaron unos 251. French y Beruti, al mando de 600 hombres armados con cuchillos, trabucos y fusiles, controlaron el acceso a la plaza, con la finalidad de asegurar que el cabildo abierto fuera copado por criollos. 

El cabildo abierto se prolongó desde la mañana hasta la medianoche, contando con diversos momentos, entre ellos la lectura de la proclama del Cabildo, el debate, "que hacía de suma duración el acto", como se escribió en el documento o acta, y la votación, individual y pública, escrita por cada asistente y pasada al acta de la sesión. 

El debate en el cabildo tuvo como tema principal la legitimidad o no del gobierno y de la autoridad del virrey. El principio de la retroversión de la soberanía planteaba que, desaparecido el monarca legítimo, el poder volvía al pueblo; y que éste tenía derecho a formar un nuevo gobierno. 

Hubo dos posiciones principales enfrentadas: los que sostenían que la situación debía mantenerse sin cambios, respaldando a Cisneros en su cargo de virrey, y los que sostenían que debía formarse una junta de gobierno en su reemplazo, al igual que en España. No reconocían la autoridad del Consejo de Regencia argumentando que las colonias en América no habían sido consultadas para su formación.22 El debate abarcó también, de manera tangencial, la rivalidad entre criollos y españoles peninsulares, ya que quienes proponían mantener al virrey consideraban que la voluntad de los españoles debía primar por sobre la de los criollos. 

Uno de los oradores de la primera postura fue el obispo de Buenos Aires, Benito Lué y Riega, líder de la iglesia local. Lué y Riega sostenía lo siguiente: 
No solamente no hay por qué hacer novedad con el virrey, sino que aún cuando no quedase parte alguna de la España que no estuviese sojuzgada, los españoles que se encontrasen en la América deben tomar y reasumir el mando de ellas y que éste sólo podría venir a manos de los hijos del país cuando ya no hubiese un español en él. Aunque hubiese quedado un solo vocal de la Junta Central de Sevilla y arribase a nuestras playas, lo deberíamos recibir como al Soberano.23 

Juan José Castelli habló a continuación, sostenía que los pueblos americanos debían asumir la dirección de sus destinos hasta que cesara el impedimento de Fernando VII de regresar al trono. 
Desde la salida del Infante don Antonio, de Madrid, había caducado el Gobierno Soberano de España, que ahora con mayor razón debía considerarse haber expirado con la disolución de la Junta Central, porque, además de haber sido acusada de infidencia por el pueblo de Sevilla, no tenía facultades para el establecimiento del Supremo Gobierno de Regencia; ya porque los poderes de sus vocales eran personalísimos para el gobierno, y no podrían delegarse, ya por la falta de concurrencia de los Diputados de América en la elección y establecimiento de aquel gobierno, deduciendo de aquí su ilegitimidad, la reversión de los derechos de la Soberanía al pueblo de Buenos Aires y su libre ejercicio en la instalación de un nuevo gobierno, principalmente no existiendo ya, como se suponía no existir, la España en la dominación del señor don Fernando Séptimo. 

Pascual Ruiz Huidobro expuso que, dado que la autoridad que había designado a Cisneros había caducado, éste debía considerarse separado de toda función de gobierno, y que en su función de representante del pueblo el Cabildo debía asumir y ejercer la autoridad. 

El fiscal Manuel Genaro Villota, representante de los españoles más conservadores, señaló que la ciudad de Buenos Aires no tenía derecho a tomar decisiones unilaterales sobre la legitimidad del virrey o el Consejo de Regencia sin hacer partícipes del debate a las demás ciudades del Virreinato. Argumentaba que ello rompería la unidad del país y establecería tantas soberanías como pueblos. Juan José Paso le dio la razón en el primer punto, pero adujo que la situación del conflicto en Europa y la posibilidad de que las fuerzas napoleónicas prosiguieran conquistando las colonias americanas demandaban una solución urgente.24 Adujo entonces el argumento de la hermana mayor, por la cual Buenos Aires tomaba la iniciativa de realizar los cambios que juzgaba necesarios y convenientes, bajo la expresa condición de que las demás ciudades serían invitadas a pronunciarse a la mayor brevedad posible.25 La figura retórica de la "Hermana mayor", comparable a la gestión de negocios, es un nombre que hace una analogía entre la relación de Buenos Aires y las otras ciudades del Virreinato con una relación filial. 
El cura Juan Nepomuceno Solá opinaba que el mando debía entregarse al Cabildo, pero sólo en forma provisional, hasta la realización de una junta gubernativa con llamamiento a representantes de todas las poblaciones del virreinato. 

Cornelio Saavedra propuso que el mando se delegase en el Cabildo hasta la formación de una junta de gobierno, en el modo y forma que el cabildo estimara conveniente. Hizo resaltar la frase de que "(...) y no queda duda de que el pueblo es el que confiere la autoridad o mando". A la hora de la votación, la postura de Castelli se acopló a la de Saavedra. 

Luego de los discursos, se procedió a votar por la continuidad del virrey, solo o asociado, o por su destitución. La votación duró hasta la medianoche, y se decidió por amplia mayoría destituir al virrey: 155 votos contra 69. Los votos contrarios a Cisneros se distribuyeron de la siguiente manera:26 
Fórmula según la cual la autoridad recae en el Cabildo: 4 votos 
Fórmula de Juan Nepomuceno de Sola: 18 votos 
Fórmula de Pedro Andrés García, Juan José Paso y Luis José Chorroarín: 20 votos. 
Fórmula de Ruiz Huidobro: 25 votos 
Fórmula de Saavedra y Castelli: 87 votos 

A la madrugada del día 23 se emitió el siguiente documento: 
Hecha la regulación con el más prolijo examen resulta de ella que el Excmo Señor Virrey debe cesar en el mando y recae éste provisoriamente en el Excmo. Cabildo hasta la erección de una Junta que ha de formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera que estime conveniente.27 

Miércoles 23 de mayo 

Tras la finalización del Cabildo abierto se colocaron avisos en diversos puntos de la ciudad que informaban de la creación de la Junta y la convocatoria a diputados de las provincias, y llamaba a abstenerse de intentar acciones contrarias al orden público. 


Jueves 24 de mayo 
Mayo 
Domingo French, uno de los líderes de los movimientos revolucionarios populares. 

El día 24 el Cabildo, a propuesta del síndico Leyva, conformó la nueva Junta, que debía mantenerse hasta la llegada de los diputados del resto del Virreinato. Estaba formada por: 
Presidente y comandante de armas: Baltasar Hidalgo de Cisneros 
Vocales: Cornelio Saavedra (criollo), Juan José Castelli (criollo), Juan Nepomuceno Solá (español) y José Santos Incháurregui (español). 

Dicha fórmula respondía a la propuesta del obispo Lué y Riega de mantener al virrey en el poder con algunos asociados o adjuntos, a pesar de que en el Cabildo abierto la misma hubiera sido derrotada en las elecciones. Los cabildantes consideraban que de esta forma se contendrían las amenazas de revolución que tenían lugar en la sociedad.28 Asimismo, se incluyó un reglamento constitucional de 13 artículos, redactado por Leyva, que regiría el accionar de la Junta. Entre los principios incluidos, se preveía que la Junta no ejercería el poder judicial, que sería ejercido por la Audiencia; que Cisneros no podría actuar sin el respaldo de los otros integrantes de la Junta; que el cabildo podría deponer a los miembros de la Junta que faltasen a sus deberes y debía aprobar las propuestas de nuevos impuestos; que se sancionaría una amnistía general respecto a las opiniones emitidas en el cabildo abierto del 22; y que se pediría a los cabildos del interior que enviaran diputados. Los comandantes de los cuerpos armados dieron su conformidad, incluyendo a Saavedra y Pedro Andrés García. 

Cuando la noticia fue dada a conocer, tanto el pueblo como las milicias volvieron a agitarse, y la plaza fue invadida por una multitud comandada por French y Beruti. La permanencia de Cisneros en el poder, aunque fuera con un cargo diferente al de virrey, era vista como una burla a la voluntad del Cabildo Abierto. El coronel Martín Rodríguez lo explicaba así: 
Si nosotros nos comprometemos a sostener esa combinación que mantiene en el gobierno a Cisneros, en muy pocas horas tendríamos que abrir fuego contra nuestro pueblo, nuestros mismos soldados nos abandonarían; todos sin excepción reclaman la separación de Cisneros.29 

Hubo una discusión en la casa de Rodríguez Peña, en donde se llegó a dudar de la lealtad de Saavedra. Castelli se comprometió a intervenir para que el pueblo fuera consultado nuevamente, y entre Mariano Moreno, Matías Irigoyen y Feliciano Chiclana se calmó a los militares y a la juventud de la plaza. 

Por la noche, una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la residencia de Cisneros informando el estado de agitación popular y sublevación de las tropas, y demandando su renuncia. Lograron conseguir en forma verbal su dimisión. Una delegación de los patriotas reclamó en la casa del síndico Leyva que se convocase nuevamente al pueblo, y pese a sus resistencias iniciales finalmente accedió a hacerlo. 

Viernes 25 de mayo 

Durante la mañana del 25 de mayo, una gran multitud comenzó a reunirse en la Plaza Mayor, actual Plaza de Mayo, liderados por los milicianos de Domingo French y Antonio Beruti. Se reclamaba la anulación de la resolución del día anterior, la renuncia definitiva del virrey Cisneros y la formación de una Junta de gobierno. El historiador Bartolomé Mitre afirmó que French y Beruti repartían escarapelas celestes y blancas entre los concurrentes; historiadores posteriores ponen en duda dicha afirmación pero sí consideran factible que se repartieran distintivos entre los revolucionarios. Ante las demoras en emitirse una resolución, la gente comenzó a agitarse, reclamando: 
"¡El pueblo quiere saber de qué se trata!" 

La multitud invadió la sala capitular, reclamando la renuncia del virrey y la anulación de la resolución tomada el día anterior. 

El Cabildo se reunió a las nueve de la mañana y reclamó que la agitación popular fuese reprimida por la fuerza. Para esto se convocó a los principales comandantes, pero éstos no obedecieron las órdenes impartidas. Varios, entre ellos Saavedra, no se presentaron; los que lo hicieron afirmaron que no sólo no podrían sostener al gobierno sino tampoco a sí mismos, y que en caso de intentar reprimir las manifestaciones serían desobedecidos. 

Cisneros seguía resistiéndose a renunciar, y tras mucho esfuerzo los capitulares lograron que ratificase y formalizace los términos de su renuncia, abandonando pretensiones de mantenerse en el gobierno. Esto, sin embargo, resultó insuficiente, y representantes de la multitud reunida en la plaza reclamaron que el pueblo reasumiera la autoridad delegada en el Cabildo Abierto del día 22, exigiendo la formación de una Junta. Además, se disponía el envío de una expedición de 500 hombres para auxiliar a las provincias interiores. 

Pronto llegó a la sala capitular la renuncia de Cisneros, "prestándose á ello con la mayor generosidad y franqueza, resignado á mostrar el punto á que llega su consideración por la tranquilidad pública y precaución de mayores desórdenes".30 La composición de la Primera Junta surge de un escrito presentado por French y Beruti y respaldado por un gran número de firmas. Sin embargo, no hay un criterio unánime entre los historiadores sobre la autoría de dicho escrito. Algunos como Vicente Fidel López sostienen que fue exclusivamente producto de la iniciativa popular. Para otros, como el historiador Miguel Ángel Scenna, lo más probable es que la lista haya sido el resultado de una negociación entre tres partidos, que habrían ubicado a tres candidatos cada uno: los carlotistas, los juntistas o alzaguistas, y el "partido miliciano". Belgrano, Castelli y Paso eran carlotistas. Los partidarios de Álzaga eran Moreno, Matheu y Larrea. No hay duda de que Saavedra y Azcuénaga representaban al poder de las milicias formadas durante las invasiones inglesas; en el caso de Alberti, esta pertenencia es más problemática.31 

Los capitulares salieron al balcón para presentar directamente a la ratificación del pueblo la petición formulada. Pero, dado lo avanzada de la hora y el estado del tiempo, la cantidad de gente en la plaza había disminuido, cosa que Leiva adujo para ridiculizar la pretensión de la diputación de hablar en nombre del pueblo. Esto colmó la paciencia de los pocos que se hallaban en la plaza bajo la llovizna. A partir de ese momento (dice el acta del Cabildo), 
...se oyen entre aquellos las voces de que si hasta entonces se había procedido con prudencia porque la ciudad no experimentase desastres, sería ya preciso echar mano a los medios de violencia; que las gentes, por ser hora inoportuna, se habían retirado a sus casas; que se tocase la campana de Cabildo, y que el pueblo se congregase en aquel lugar para satisfacción del Ayuntamiento; y que si por falta del badajo no se hacía uso de la campana, mandarían ellos tocar generala, y que se abriesen los cuarteles, en cuyo caso sufriría la ciudad lo que hasta entonces se había procurado evitar.30 

Cabe señalar que el badajo de la campana del cabildo había sido mandado retirar por el virrey Santiago de Liniers tras la Asonada de Álzaga de 1809. Ante la perspectiva de violencias mayores, el petitorio fue leído en voz alta y ratificado por los asistentes. El reglamento que regiría a la Junta fue, a grandes rasgos, el mismo que se había propuesto para la Junta del 24, añadiendo que el Cabildo controlaría la actividad de los vocales y que la Junta nombraría reemplazantes en caso de producirse vacantes. La Primera Junta estaba compuesta de la siguiente manera: 

Presidente 
Cornelio Saavedra 

Vocales 
Dr. Manuel Alberti 
Cnel. Miguel de Azcuénaga 
Dr. Manuel Belgrano 
Dr. Juan José Castelli 
Domingo Matheu 
Juan Larrea 

Secretarios 
Dr. Juan José Paso 
Dr. Mariano Moreno 

La Junta estaba conformada por representantes de diversos sectores de la sociedad: Saavedra y Azcuénaga eran militares, Belgrano, Castelli, Moreno y Paso eran abogados, Larrea y Matheu eran comerciantes, y Alberti era sacerdote. 

Acto seguido, Saavedra habló a la muchedumbre reunida bajo la lluvia, y luego se trasladó al Fuerte entre salvas de artillería y toques de campana. 

El mismo 25, Cisneros despachó a José Melchor Lavín rumbo a Córdoba, para advertir a Santiago de Liniers lo sucedido y reclamarle acciones militares contra la Junta. 

La versión de Cisneros 


El depuesto virrey Cisneros brindó su versión de los hechos de la semana de mayo en una carta dirigida al rey Fernando VII con fecha 22 de junio de 1810: 
Había yo ordenado que se apostase para este acto una compañía en cada bocacalle de las de la plaza a fin de que no se permitiese entrar en ella ni subir a las Casas Capitulares persona alguna que no fuese de las citadas; pero la tropa y los oficiales eran del partido; hacían lo que sus comandantes les prevenían secretamente y éstos les prevenían lo que les ordenaba la facción: negaban el paso a la plaza a los vecinos honrados y lo franqueaban a los de la confabulación; tenían algunos oficiales copia de las esquelas de convite sin nombre y con ellos introducían a las casas del Ayuntamiento a sujetos no citados por el Cabildo o porque los conocían de la parcialidad o porque los ganaban con dinero, así es que en una Ciudad de más de tres mil vecinos de distinción y nombre solamente concurrieron doscientos y de éstos, muchos pulperos, algunos artesanos, otros hijos de familia y los más ignorantes y sin las menores nociones para discutir un asunto de la mayor gravedad.32 

Circular a los cabildos de las provincias  

En el acta del cabildo de Buenos Aires del 25 de mayo, se indicaba a la Junta que enviara una circular a los cabildos de las provincias para que envíen diputados a la capital: 
Apartado X: que los referidos SS. despachen sin perdida de tiempo ordenes circulares a los Xefes de lo interior y demas a quienes corresponde, encargandoles muy estrechamente baxo de responsabilidad, hagan que los respectivos Cabildos de cada uno convoquen por medio de esquelas a la parte principal y mas sana del vecindario, para que formando un congreso de solos los que en aquella forma hubiesen sido llamados elijan sus representantes y estos hayan de reunirse á la mayor brevedad en esta Capital.33 

La Junta envió una circular el 27 de mayo solicitando la elección de los diputados: 
Asimismo importa que V. quede entendido que los diputados han de irse incorporando en esta junta, conforme y por el orden de su llegada á la capital, para que así se hagan de la parte de confianza pública que conviene al mejor servicio del rey y gobierno de los pueblos, imponiéndose con cuanta anticipación conviene á la formación de la general de los graves asuntos que tocan al gobierno. Por lo mismo, se habrá de acelerar el envío de diputados, entendiendo deber ser uno por cada ciudad ó villa de las provincias, considerando que la ambición de los extranjeros puede excitarse á aprovechar la dilación en la reunion para defraudar á Su Majestad los legítimos derechos que se trata de preservar. 
La Revolución de Mayo fingió lealtad al rey español Fernando VII. 

Aunque el gobierno surgido el 25 de mayo se pronunciaba fiel al rey español depuesto Fernando VII, los historiadores coinciden en que dicha lealtad era simplemente una maniobra política.35 36 37 La Primera Junta no juró fidelidad al Consejo de Regencia de España e Indias, un organismo de la Monarquía Española aún en funcionamiento, y en 1810 la posibilidad de que Napoleón Bonaparte fuera derrotado y Fernando VII volviera al trono (lo cual ocurrió finalmente el 11 de diciembre de 1813 con la firma del Tratado de Valençay) aún parecía remota e inverosímil. El propósito del engaño consistía en ganar tiempo para fortalecer la posición de la causa patriótica, evitando las reacciones que habría motivado una revolución aduciendo que aún se respetaba la autoridad monárquica y que no se había realizado revolución alguna. La maniobra es conocida como la "Máscara de Fernando VII" y fue mantenida por la Primera Junta, la Junta Grande, el primer, segundo y Tercer Triunvirato y los directores supremos, hasta la declaración de independencia de 1816. 

Cornelio Saavedra habló privadamente del tema con Juan José Viamonte en una carta del 27 de junio de 1811. Dicha carta fue rescatada con posterioridad. 
...las Cortes extranjeras y muy particularmente la de Inglaterra, nada exigen, más que llevemos adelante el nombre de Fernando y el odio a Napoleón; en estos ejes consiste el que no sea (Inglaterra) nuestra enemiga declarada... la Corte de Inglaterra... no se considera obligada... a sostener una parte de la monarquía española contra la otra... a condición que reconozcan su soberano legítimo... luego, si nosotros no reconociésemos a Fernando, tendría la Inglaterra derecho... a sostener a nuestros contrarios... y nos declararía la guerra... En medio de estas poderosas consideraciones quiere el... ciudadano Zamudio se grite: ¡Independencia! ¡Independencia! ¿Qué (se) pierde en que de palabra y por escrito digamos: ¡Fernando! ¡Fernando!38 

Para Gran Bretaña el cambio era favorable, ya que facilitaba el comercio con las ciudades de la zona sin que éste se viera obstaculizado por el monopolio del mismo que España mantenía con sus colonias. Sin embargo, Gran Bretaña priorizaba la guerra en Europa contra Francia, aliada a los sectores del poder español que aún no habían sido sometidos, y no podía aparecer apoyando a los movimientos independentistas americanos ni permitir que la atención militar de España se dividiera en dos frentes diferentes. En consecuencia presionaron para que las manifestaciones independentistas no se hicieran explícitas. Dicha presión fue ejercida por Lord Strangford, embajador de Inglaterra en la corte de Río de Janeiro, que manifestó su apoyo a la Junta pero lo condicionó "...siempre que la conducta de esa Capital sea consecuente y se conserve a nombre del Sr. Dn. Fernando VII y de sus legítimos sucesores".39 

Cabe señalar que los grupos que apoyaron o llevaron adelante la revolución no eran completamente homogéneos en sus propósitos, y varios tenían intereses dispares entre sí. Los criollos progresistas y los jóvenes, representados en la junta por Moreno, Castelli, Belgrano o Paso, aspiraban a realizar una profunda reforma política, económica y social. Por otro lado, los militares y burócratas, cuyos criterios eran llevados adelante por Saavedra, sólo pretendían una renovación de cargos: aspiraban a desplazar a los españoles del ejercicio exclusivo del poder, pero heredando sus privilegios y atribuciones. Los comerciantes y hacendados subordinaban la cuestión política a las decisiones económicas, especialmente las referidas a la apertura o no del comercio con los ingleses. Finalmente, algunos grupos barajaron posibilidades de reemplazar a la autoridad del Consejo de Regencia por la de Carlota Joaquina de Borbón o por la corona británica, pero tales proyectos tuvieron escasa repercusión. 

Estos grupos trabajaron juntos para el fin común de expulsar a Cisneros del poder, pero al conformarse la Primera Junta comenzaron a manifestar sus diferencias internas. 

En la revolución no intervinieron factores religiosos: todas las corrientes revolucionarias y realistas coincidían en su apoyo a la religión católica. Aún así, la mayor parte de los dirigentes eclesiásticos se oponían a la revolución. En el Alto Perú los realistas y las autoridades religiosas procuraron equiparar a los revolucionarios con herejes, pero los dirigentes revolucionarios siempre impulsaron políticas conciliatorias en los aspectos religiosos. Los curas y frailes, en cambio, estaban divididos geográficamente: los de las provincias "de abajo" eran leales a la Revolución, mientras que los del Alto Perú prefirieron continuar leales a la monarquía. 

Acontecimientos posteriores 
Ni el consejo de Regencia, ni los miembros de la Real Audiencia ni la población española proveniente de Europa creyeron la premisa de la lealtad al rey Fernando VII, y no aceptaron de buen grado la nueva situación. Los miembros de la Audiencia no quisieron tomar juramento a los miembros de la Primera Junta, y al hacerlo lo hicieron con manifestaciones de desprecio. El 15 de junio los miembros de la Real Audiencia juraron fidelidad en secreto al Consejo de Regencia y enviaron circulares a las ciudades del interior, llamando a desoír al nuevo gobierno. Para detener sus maniobras la Junta convocó a todos los miembros de la audiencia, al obispo Lué y Riega y al antiguo virrey Cisneros, y con el argumento de que sus vidas corrían peligro fueron embarcados en el buque británico Dart. Su capitán Marcos Brigut recibió instrucciones de Larrea de no detenerse en ningún puerto americano y de trasladar a todos los embarcados a las Islas Canarias. Tras la exitosa deportación de los grupos mencionados se nombró una nueva Audiencia, compuesta íntegramente por criollos leales a la revolución. 

Con la excepción de Córdoba, las ciudades que hoy forman parte de la Argentina respaldaron a la Primera Junta. El Alto Perú no se pronunciaba en forma abierta, debido a los desenlaces de las revoluciones en Chuquisaca y La Paz de poco antes. El Paraguay estaba indeciso. En la Banda Oriental se mantenía un fuerte bastión realista, así como en Chile. 

Santiago de Liniers encabezó una contrarrevolución en Córdoba, contra la cual se dirigió el primer movimiento militar del gobierno patrio. Montevideo estaba mejor preparada para resistir un ataque de Buenos Aires, y la Cordillera de los Andes establecía una efectiva barrera natural entre los revolucionarios y Chile, por lo que no hubo enfrentamientos militares con Chile hasta la realización del Cruce de los Andes por José de San Martín y el Ejército de Los Andes algunos años después. Cabe señalar que, a pesar del alzamiento de Liniers y su prestigio como héroe de las Invasiones Inglesas, la población cordobesa en general respaldaba a la revolución, lo cual llevaba a que el poder de su ejército se viera minado por deserciones y sabotajes. 

El alzamiento contrarrevolucionario de Liniers fue rápidamente sofocado por las fuerzas comandadas por Francisco Ortiz de Ocampo. Sin embargo, una vez capturados Ocampo se negó a fusilar a Liniers ya que había peleado junto a él en las Invasiones Inglesas, por lo que la ejecución fue realizada por Castelli. 

Luego de sofocar dicha rebelión se procedió a enviar expediciones militares a las diversas ciudades del interior, reclamando apoyo para la Primera Junta. Se reclamó el servicio militar a casi todas familias, tanto pobres como ricas, ante lo cual la mayor parte de las familias patricias decidían enviar a sus esclavos al ejército en lugar de a sus hijos. Esta es una de las razones de la disminución de la población negra en Argentina. 

Consecuencias 
De acuerdo al historiador Félix Luna en su libro Breve historia de los argentinos, una de las consecuencias más importantes de la Revolución de Mayo en la sociedad que dejaba de ser un virreinato fue el cambio de paradigma con el cual se consideraba la relación entre el pueblo y los gobernantes. Hasta aquel entonces, primaba la concepción del bien común: si bien se respetaba completamente la autoridad monárquica, si se consideraba que una orden proveniente de la corona de España era perjudicial para el bien común de la población local, se la cumplía a medias o se la ignoraba. Esto era un procedimiento habitual. Con la revolución, el concepto del bien común dio paso al de la soberanía popular, impulsado por personas como Moreno, Castelli o Monteagudo, que sostenía que en ausencia de las autoridades legítimas el pueblo tenía derecho a designar a sus propios gobernantes. Con el tiempo, la soberanía popular daría paso a la regla de la mayoría, que plantea que es la mayoría de la población la que determina, al menos en teoría, al gobierno en ejercicio. Esta maduración de las ideas fue lenta y progresiva, y llevó muchas décadas hasta cristalizarse de una manera electoral, pero fue lo que llevó finalmente a la adopción del sistema republicano como forma de gobierno de Argentina. 

Otra consecuencia, también según el mencionado historiador, fue la disgregación de los territorios que correspondían al Virreinato del Río de la Plata en varios territorios diferentes. La mayor parte de las ciudades que lo componían tenían poblaciones, producciones, mentalidades, contextos e intereses diferentes entre sí. Estos pueblos se mantenían unidos gracias a la autoridad del gobierno español; al desaparecer ésta, las poblaciones de Montevideo, Paraguay y el Alto Perú comenzaron a distanciarse de Buenos Aires. La escasa duración del Virreinato del Río de la Plata, de apenas 38 años, no logró que se forjara un sentimiento patriótico que las ligara como una unidad común. Juan Bautista Alberdi también considera a la Revolución de Mayo una de las primeras manifestaciones de las disputas de poder entre la ciudad de Buenos Aires y las del interior, uno de los ejes alrededor del cual giraron las guerras civiles argentinas. Alberdi escribió en sus Escritos póstumos lo siguiente: 
La revolución de Mayo de 1810, hecha por Buenos Aires, que debió tener por objeto único la independencia de la República Argentina respecto de España, tuvo además el de emancipar a la provincia de Buenos Aires de la Nación Argentina, o más bien el de imponer la autoridad de su provincia a la nación emancipada de España. Ese día cesó el poder español y se instaló el de Buenos Aires sobre las provincias argentinas. 

martes, 20 de mayo de 2014

LAS IDEAS PEDAGÓGICAS DE BERNARDINO RIVADAVIA

Bernardino Rivadavia (1780-1845). Nació en Buenos Aires. Cursó estudios en el Colegio de San Carlos y comenzó a actuar en la vida política a raíz de las invasiones inglesas. Desde su primer cargo de gobierno, como Secretario de Guerra del Triunvirato (1811-12) puso de manifiesto su preocupación por elevar el nivel cultural del país, trazando un programa educacional que en ese momento no pudo cumplir, salvo en realizaciones aisladas.
Sin embargo, años después, durante el gobierno de Martín Rodríguez, sería su Ministro Rivadavia (1820-24), el encargado de afianzar las conquistas logradas en materia educativa, intensificando su acción en dos capítulos muy importantes: el de la política educacional y el de la sistematización didáctica.
Alejado momentáneamente de la función pública, por propia determinación, no se desvinculó tampoco de las preocupaciones culturales y, desde Europa, propició candidatos para dirigir la enseñanza o señaló caminos a seguir. Vuelto a la patria, y entonces desde la primera magistratura (1826-27), trató de consolidar la obra realizada, en procura de dar una orientación definida a nuestro sistema de enseñanza, mediante el trasplante de aquellas soluciones extranjeras, principalmente europeas, que mejor se avenían con nuestras necesidades del momento y con nuestro régimen democrático. Influencias foráneas en el pensamiento rivadaviano.
Distintas influencias podemos señalar en el pensamiento de Rivadavia pero, entre ellas, la más evidente, y la que más inspiró su acción educacional, fue la de los ideólogos franceses, con los que estuvo en contacto durante su permanencia en París. La Ideología fue un movimiento filosófico que, ocupando un lugar entre la filosofía del siglo XVII y el positívismo, se propuso realizar un análisis razonado de la realidad, tratando de encontrar soluciones prácticas para los problemas sociales y económicos. La Madre Patria también ejerció su influencia en el ánimo de Rivadavia. En algunas medidas tomadas por él en materia educacional, de marcada filiación liberal e iluminista, es fácil advertir que se ha inspirado en la obra del progresista monarca Carlos III.
Finalmente, y a través del utilitarismo de Jeremías Bentham (1747-1832), con quien trabara amistad en Londres, la que luego mantuvo episto1armente entre los años 1818-22, la influencia del pensamiento inglés se hace presente en su formación intelectual, orientando su acción política.
No obstante estas influencias, evidentes en su concepción pedagógica, todas las innovaciones o reformas que Rivadavia implantó o auspició, tuvieron por finalidad común la consolidación de nuestra naciente nacionalidad. A su juicio, la tarea de lograr esta unión nacional no podía ser confiada a otro organismo que no fuese la escuela, pues el ejercicio de las nuevas instituciones y los nuevos derechos sólo sería posible cuando el pueblo hubiese alcanzado un nivel intelectual superior y cuando floreciese una nueva conciencia cívica y moral. Pero para lograr este objetivo Rivadavia dejó un poco de lado nuestro acervo tradicional y afectivo, al cual retornarían luego los gestores de la organización legal de nuestra enseñanza.
Acción educacional. La labor de Rivadavia en favor de la instrucción pública fue una de las más vastas y fecundas que se han realizado en nuestro país antes de Sarmiento.
Entre las numerosas medidas que adoptó para asegurar los beneficios de la educación al mayor número posible de habitantes, cabe destacar la implantación de la obligatoriedad escolar, en 1822, cuyo incumplimiento sancionó con multas y arrestos. Procuró también sistematizar y generalizar las escuelas de niñas, colocándolas bajo la dirección de un organismo creado al efecto, que fue la Sociedad de Beneficencia. Facilitó la acción docente de los particulares, reglamentando la libertad de enseñanza y, finalmente, implantó en forma oficial el sistema lancasteriano que desde 1818 había difundido entre nosotros Diego Thompson.
Rivadavia no limitó su acción a Buenos Aires sino que la hizo extensiva a las demás provincias. Aconsejó a los gobiernos provinciales la creación de escuelas primarias, como asimismo que las dotasen de recursos propios y que unificasen los procedimientos didácticos adoptando el sistema monitorial.
Desde su actuación en el Triunvirato, Rivadavia había planeado organizar la enseñanza secundaria oficial sobre la base de una formación científica. La tendencia unificadora que siempre orientó su acción educacional se había ya iniciado, en este ciclo de la enseñanza, por obra de Pueyrredón, con la creación del Colegio de la Unión del Sud, establecimiento de proyecciones nacionales por estar destinado a los jóvenes de todo el país. El 2 de enero de 1823, Rivadavia dispuso reestructurar este colegio bajo el nombre de Colegio de Ciencias Morales. En el plan trazado por el ilustre estadista para impulsar la enseñanza secundaria figuraba también la creación de un Colegio de Ciencias Naturales, el que no llegó a abrirse por falta de elementos.
Fue propósito de Rivadavia, al proyectar el Colegio de Ciencias Morales, reunir un núcleo de jóvenes provenientes de la capital y de las provincias a fin de que recibiesen una educación uniforme, que los preparase para la vida social y política.
Contando con el valioso apoyo de Rivadavia, la Universidad de Buenos Aires fue inaugurada oficialmente el 12 de agosto de 1821, en el templo de San Ignacio, con asistencia de las más altas autoridades.
La erección de la Universidad permitió reunir, bajo una sola dirección, academias y escuelas dependientes del Consulado, del Cabildo Eclesiástico o del Estado. La Universidad, dirigida por Antonio Sáenz como Rector y Cancelario, constaba de los siguientes departamentos: Estudios Preparatorios, que comprendía los estudios secundarios; Ciencias Exactas, en el que se realizaban los estudios de dibujo y geometría descriptiva con sus aplicaciones referentes a la práctica de las artes y de los oficios; Medicina, que estaba organizado sobre la base de la Academia de Medicina y constaba de tres cátedras: instituciones médicas, instituciones quirúrgicas y clínica médica y quirúrgica; Jurisprudencia, cuya creación inició en Buenos Aires los estudios teóricos de derecho que permitían obtener el título de abogado y que comprendían dos cursos: derecho natural y de gentes, y derecho civil; Ciencias Sagradas, que se creó sin presupuesto y sin profesores, y que empezó a funcionar recién en 1825, año en que se instalaron tres cátedras: la primera de moral evangélica, la segunda de historia y disciplina eclesiástica y la tercera de griego y latín.
En el año 1822 fue creado el Departamento de Primeras Letras, del que pasaron a depender todas las escuelas primarias existentes en la Provincia.
La influencia de la Ideología se mantuvo desde su creación hasta la época de Rosas. La filosofía ideológica, introducida en el país por medio de las obras de Condillac, Cabanis y Destutt de Tracy, inició su período de auge en el Colegio de la Unión del Sud, cuya cátedra de filosofía, desempeñada por Juan Crisóstomo Lafinur, se llamó de Ideología durante un cuarto de siglo. Lafinur, apartándose manifiestamente de la concepción escolástica, dominante hasta entonces, introdujo el espíritu de la ideología en nuestros estudios, aunque sus lecciones no alcanzaron la altura que luego habría de conferirles Fernández de Agüero.
Manuel Fernández de Agüero publicó sus clases bajo el título de Principios de ideología elemental (abstractiva y oratoria), adaptadas a los estudios de lógica, metafísica y retórica que realizaban los alumnos secundarios en el Departamento de Estudios Preparatorios. Esta obra, si bien no fue original, pues en ella se limitó a repetir las ideas de Cabanis y Destutt de Tracy, lo presenta como un hábil sistematizador que cuenta con el indiscutible mérito de su claridad de estilo y de su exposición sistemática y ordenada. El predominio de la ideología finaliza con Diego Alcorta, sucesor de Fernández de Agüero, quien, aun cuando no tuvo la elocuencia ni el espíritu combativo de su ilustre predecesor, mantuvo la cátedra de filosofía en un plano digno, exponiendo sus ideas con mesura y originalidad.
En el dominio de las ciencias físico-matemáticas fueron también discípulos de los ideólogos el español Felipe Senillosa, profesor de matemáticas y los físicos italianos Pedro Carta y Octavio Fabricio Mossotti. Desde la cátedra de derecho civil. Pedro Somellera difundió las ideas de Quesnay y Adam Smith, completadas con la doctrina de Bentham. Y en la misma corriente de pensamiento, Pedro José Agrelo, profesor de economía política, introdujo las teorías de James Mill.

domingo, 11 de mayo de 2014

Emotivo homenaje al padre Mugica

José Valle  Presidente del Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina participó  del homenaje al Padre Mugica a 40 años de su asesinato en la parroquia Cristo Obrero de la Villa 31, depositando una ofrenda floral ,donde el padre Mugica cumplía su tarea pastoral y a donde fueron trasladados sus restos en 1999, después de estar enterrados en el cementerio de la Recoleta.
Valle manifesto "Curas como Mugica entendieron el compromiso hacia el pobre, involucrándose con la política , es un faro que alumbra hace años las acciones que llevamos adelante, porque es un ejemplo grandísimo.No sólo nos compromete con la memoria de la persona homenajeada, nos compromete con sus ideales".
Nacido en el seno de una familia de clase alta el 7 de octubre de 1930 en la ciudad de Buenos Aires, Mugica desde su juventud comenzó a trabajar cerca de los pobres. 

Comprometido públicamente con el mundo político y, en particular con el peronismo, formó parte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, que estuvo vinculado a las luchas populares del país en las décadas del `60 y del `70.

Fue capellán en la Villa Comunicaciones de Retiro, hoy conocida como Villa 31, donde fundó la parroquia Cristo Obrero y desde donde ejerció su actividad pastoral entre los que llamó "mis hermanos villeros".

Debido a su militancia social y política, recibió varias amenazas de muerte y diversos ataques e intentos de asesinato. 

Finalmente, el cura fue acribillado a balazos el 11 de mayo de 1974 en una emboscada cuando se disponía a subir a su automóvil, estacionado en la puerta de la iglesia de San Francisco Solano, en Villa Luro, tras celebrar una misa.

Considerado como delito de lesa humanidad, el asesinato de Mugica fue atribuido a la organización de extrema derecha Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) y la causa judicial se encuentra en el juzgado federal de Norberto Oyarbide.

sábado, 10 de mayo de 2014

Remedio contra el reumatismo - Consejos de Juan Manuel de Rosas a Facundo Quiroga

“Mi querido compañero, Señor Don. Juan Facundo Quiroga: Habiendo mi primo el Señor Don Tomás
Anchorena adquirido la noticia del remedio siguiente me ha parecido conveniente comunicarlo a usted por si de algo le sirve su conocimiento, pues en la clase de males que usted padece, generalmente, donde menos se piensa suele en centrarse el alivio de la Divina Providencia. Pero yo sería de opinión que usted se resolviera a tentarlo, no debía ser hasta que regresase y gozase ya de un completo sosiego.

”Un griego que tiene Fonda en San Isidro, muy hombre de bien me ha referido que siendo el joven cuando Napoleón fue al Egipto, su padre fue salvado con este remedio.

”Tomó una porción de ajos, los peló y colocó sobre un pedazo de lienzo de camisa de hilo usada: enseguida pulverizó aquellos ajos con polvos de mercurio dulce en una dosis como de dos narigadas de rape, y doblando el lienzo lo coció en forma de bolsa o saco cerrado por todos lados. Después tomó una olla de dos orejas en que cabrían como cinco o seis botellas de agua y colocó en ella la bolsa pendiente por unos hilos de las dos orejas de modo que, estando dentro de la olla, se mantuviese al aire como en una maroma. Acto continuo le echó agua fría en la olla, pero cosa que la bolsa no tocase en la agua; la tapó con un plato y engrudó por las orillas para que quedase herméticamente cerrada la olla; puso un peso sobre el plato para que no se moviese, y colocó la olla así tapada y cerrada en fuego de carbón fuerte en donde la tuvo hirviendo como hora y media, cuidando mucho de reponer y pegar el engrudo donde se desprendía para que no saliere ningún vapor de la olla.

”Después de esta operación separó la olla del fuego y cuando había aflojado el calor la destapó, sacó la bolsa, y cerrada y caliente cuanto podía sufrirse en las manos, las exprimió con las mismas manos sobre una fuente haciéndole echar una especie de aceite que lo acomodó después en un frasco o botella. Con la brosa de los ajos exprimidos le frotó los miembros enfermos para aprovechar el jugo o aceite que tenían, dejando en ellos las brosas que se quedaban pegadas; y las envolvió después con unos lienzos usados.

”Concluida la primera cura, lo despidió entregándole el frasco del exprimido aceite para que se diese con él a mano caliente dos frotaciones al día, una al acostarse a la noche y otra al levantarse por la mañana, y le previno que cuando se acabase volviese por más. Observó exactamente la instrucción y a los tres días ya movía los miembros que se le habían adormecido del todo, a los nueve días caminó por sus pies sin muleta, y sanó del todo hasta el presente, sin necesidad de repetir la confección del medicamento.

”No le quedó otro defecto que cierta desigualdad a la vista, y entre el nudo de una muñeca y el de la otra, que me lo hizo notar, y que cuando quiere hacer mucha fuerza, le flaquea al rato el brazo izquierdo, que fue el enfermo. Siempre de Vd. affmo. Amigo, J. M. de Rosas."

El remedio milagroso no llegó a su destino. La carta donde Rosas se lo enviaba está fechada el 25 de febrero, y Quiroga había sido asesinado nueve días antes.