viernes, 22 de mayo de 2015

La semana de Mayo de 1810

Viernes 18 de mayo,
Saavedra vive en San Isidro y parte hacia Buenos Aires
“Que la España se ha perdido, que el rey está prisionero, se dice que quieren quitar al señor Virrey el mando… formar una junta”.
El 18 de mayo, Buenos Aires se enteraba que las fuerzas francesas dominaban ya casi toda España. El Virrey Cisneros trataba de ganar tiempo, asegurando a quien quisiera oírlo que las autoridades coloniales no habían caducado y que los virreyes americanos asumirían el mando.
Sábado 19 de mayo y Domingo 20: Saavedra cree que hay que contener los desbordes, se habla de desaforados que quieren matar al sordo… así le decían a Cisneros. Mientras el Virrey declaraba que eran “sediciosos secretos”, Belgrano y Saavedra actuaban sin ningún sigilo. Entre los más decididos está Martín Rodríguez Peña: es preciso convocar al pueblo y deponer al Virrey. En la casa de Peña están reunidos Castelli, Belgrano, Vieytes, Moreno, Paso, Saavedra es recibido allí el 19 y todos deciden que vaya junto con Belgrano a exigirle al alcalde de primer voto Lezica que llame a Cabildo Abierto, la idea es evitar una pueblada.
Le dan a Lezica el fin de semana, para que convenza al Virrey que si el lunes no hay Cabildo abierto obraran de nuestra cuenta, o sea sin el visto bueno de las autoridades.
El domingo Lezica se reúne con todos los cabildantes, y deciden rogar al virrey que acepte “la convocación del vecindario”.
El domingo 20 por la noche, el virrey recibe a los comandantes de los cuerpos en la fortaleza, y les dijo que si no lo acompañaban eran sediciosos.
Saavedra, según las fuentes no fue cortante con el Virrey, y eso levantó sospechas sobre su decisión. Aunque los acontecimientos demostraron que en realidad lo que hacía era ganar tiempo. El comandante Martín Rodríguez y otros oficiales secundaron a Saavedra, y todos en el Fuerte exigieron al Virrey el llamado a Cabildo Abierto. Cisneros estaba rodeado y aceptó a regañadientes.
Lunes 21 de mayo: la plaza, los portales de la Recova, estaban llenos de gente, a las 8 de la mañana llegaban los cabildantes y la gente empezó a gritarles Cabildo abierto. Se decide que las tropas de Saavedra vigilarán las calles de entrada a la plaza y se remiten las invitaciones a Cabildo abierto “sin etiqueta” y en calidad de vecino.
Martes El 22 de mayo
Cabildo Abierto:
Martes 22 de mayo. Los p. 72 y 73 peninsulares solo tienen 23 votos de defensa del virrey pero gana la moción de removerlo y nombrar un gobierno nuevo.
El virrey Cisneros y todas las autoridades coloniales se presentaron ante el Cabildo con un muy buen argumento: ¿cómo se podía hacer cesar al Virrey sin consultar a las demás provincias del Virreinato? El planteo lo hizo el fiscal Villota frente a los 450 vecinos reunidos en la Sala, y los patriotas se quedaron sin aliento….
Había algunos armados fuera, en la plaza, la calle y las escaleras interiores del Cabildo, esperando la señal de Belgrano para intervenir en caso necesario, pero nadie había pensado en el argumento de Villota y muchos creyeron que perdían la votación.
La Revolución no podía ser un acto de usurpación sobre el derecho a decidir de los pueblos del interior.
Entonces intervino Juan José Paso y desarmó el argumento del Virrey: la revolución era una necesidad que no podía esperar… todos los pueblos serían consultados pero en libertad. La votación terminó recién a medianoche. Primero votaron Belgrano, Saavedra y Castelli, y tras ellos, con su decisión, arrastraron el voto de la mayoría de los vecinos.
El 22 de mayo el Virrey cesó en su cargo!! Fue el último día de la dominación oficial de la Corona española en el Río de la Plata.
Pero qué autoridad asumiría: ¿El Cabildo?, ¿Una Junta?: eso estaba por verse.
Miercoles 23 de mayo y jueves 24: La Revolución se afirma o se pierde.
El día 23 por la mañana los miembros del Cabildo dieron marcha atrás y decidieron no separar al Virrey de su cargo hasta que lo decidieran todos los pueblos del Virreinato. La jugada era muy audaz pero no encontró respaldo en el pueblo reunido en las calles y la Plaza.
Entre el Cabildo y el Fuerte, iba y venía gente armada que formaba los regimientos creados durante las invasiones inglesas. Estos hombres seguían a sus jefes y todos a Saavedra que era el comandante del Regimiento de Patricios. Pero también escuchaban a Belgrano, el orador más decidido que tenía la revolución.
El Cabildo para ganar tiempo designó el día 24 una Junta con el Virrey a la cabeza, y a Saavedra y a Castelli como vocales.
El descontento se manifestaba entre los grupos que se apiñaban alrededor de French, Berutti y Chiclana, los jóvenes agitadores que animaban a la gente en la Plaza. Para evitar un estallido popular, Belgrano prometió: “Juro a la patria y a mis compañeros que si a las tres de la tarde del día de mañana el Virrey no ha renunciado, ¡¡lo arrojaremos por las ventanas de la Fortaleza abajo”!!
Nadie durmió aquella noche en la ciudad.
Viernes 25 de mayo: 25 de mayo 1810, La voluntad soberana del pueblo.
El 25 de mayo, entre la lluvia y el frío, la fatiga y el insomnio, el Cabildo se reunió para considerar la renuncia que el Virrey había presentado a última hora la noche anterior. Pero la sesión se demoraba y sus miembros no parecían dispuestos a aceptar la petición popular. Un hervidero de voces subía desde la Plaza. Los patriotas identificados con las cintas celestes y blancas que pendían de los sombreros se arremolinaron en los corredores de la casa capitular. French y Berutti, irrumpieron en la sesión exigiendo que se depusiera de una buena vez al Virrey. Los cabildantes enceguecidos llamaron a los comandantes de los regimientos para que reprimieran la asonada. En ese oportuno momento, intervino Martín Rodríguez, para declarar que sus tropas estaban con el pueblo. El Cabildo obcecado se mantenía sin ceder. Pero ya corría una lista con los nombres de la nueva Junta revolucionaria: Saavedra, Castelli, Belgrano, Azcuénaga, Alberti, Matheu, Larrea, Paso y Moreno.
La petición se presentó por escrito y los miembros del Cabildo, resignados, no pudieron eludirla más.
La Junta de Mayo nacía, soberana, del mandato popular, pero la Revolución demoraría un tiempo más en afirmarse.

martes, 5 de mayo de 2015

Carlos Saavedra Lamas, el primer Nobel argentino

A mediados de la década de 1930, Estados Unidos enfrentaba una gran preocupación: ¿cómo asegurar y consolidar, ante una nueva e inminente guerra mundial y el fracaso evidente de la Sociedad de las Naciones, su influencia sobre el continente americano? La Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz, a realizarse en Buenos Aires, en diciembre de 1936, era una segura respuesta. Sin embargo, los enviados norteamericanos a la conferencia encontraron una intransigente oposición del canciller argentino, Carlos Saavedra Lamas, flamante Premio Nobel de la Paz. El país mantenía todavía fuertes vínculos con Europa, principalmente con Gran Bretaña, como para entregarse abiertamente a los intereses norteamericanos. Para Estados Unidos, la conferencia frustró sus más amplias expectativas.
Descendiente de Cornelio Saavedra, hijo de un gobernador bonaerense, diputado nacional en varias oportunidades, ministro en otras tantas, hombre del conservadurismo argentino, filiado primero al Partido Autonomista Nacional y luego a la Concordancia, el canciller argentino había sido notificado de la obtención del distinguido premio internacional en junio de 1936, por el motivo de haber coordinado la comisión internacional de mediación en la cruenta Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, garantizando el armisticio del 12 de junio de 1935, y por la redacción del Pacto Antibélico (Tratado de No Agresión y Conciliación), que fue firmado por 21 países en 1933. Sin embargo, la falta de originalidad en algunos artículos, su presunción personal y las especulaciones tejidas para lograr el premio, le valieron algún cuestionamiento de la distinción.
En ocasión del aniversario de la obtención del Premio Nobel, recordamos las palabras que ofreció durante la Conferencia Interamericana de 1936, donde sostuvo la universalización de la organización de la paz frente a la idea norteamericana de una regionalización del derecho internacional.
Fuente: Güemes documentado, Tomo II, pág. 304; en Luis Oscar Colmenares, Martín Güemes, el héroe mártir, Buenos Aires, Fundación CEPA, 1999.
"Nos circunda un mundo inquieto y agitado. Densas nubes hay en sus horizontes. Se cruzan a veces relámpagos. Vendrá, quizá, una gran tempestad, pero esta tempestad nos encuentra unidos, dispuestos a nobles consultas, a intercambios de ideas para resguardar nuestro continente de repercusiones que no podemos admitir y para volvernos también a todos los horizontes, ofreciendo la colaboración y la cooperación que estamos dispuestos a prestar a los grandes ideales humanos que no tienen límites ni restricciones continentales."
Carlos Saavedra Lamas